domingo, 28 de diciembre de 2014

La Matanza de los Santos Inocentes


LA MATANZA DE LOS INOCENTES DEL BELÉN DE SALZILLO
     El día 28 de diciembre de cada año la Iglesia católica conmemora el día de Los Santos Inocentes, que tuvo lugar en la pequeña localidad de Belén de Judá en la época que nació Jesucristo, ordenada por el sanguinario rey Herodes el Grande, ante el temor de que allí hubiera nacido alguien que pudiese arrebatarle su trono. No lo consiguió, sin embargo, su hijo el rey Herodes Antipas más de treinta años después fue uno de los partícipes más activos en la crucifixión de Jesús de Nazaret.
     Es el evangelio atribuido a San Mateo, el que nos transmite en muy pocas palabras, concretamente en el capítulo 2, este brutal acontecimiento: “Entonces Herodes, viéndose burlado por los magos, se irritó sobremanera y mandó matar a todos los niños que había en Belén y en sus términos de dos años para abajo, según el tiempo que con diligencia había inquirido de los magos”. Este breve pasaje es todo lo que tenemos dentro del Nuevo Testamento para reconstruir todo lo que ocurrió ese fatídico día. Los otros tres evangelistas guardan silencio, aunque realmente solo San Lucas debería de haber dicho algo, puesto que es el único junto con Mateo que habla de la infancia de Jesús, pues los otros dos comienzan sus Evangelios a partir de la actividad pública del Maestro. El relato aparece ampliado y ofreciendo más detalles en algunos de los evangelios apócrifos. Otros, prácticamente, no añaden nada sustancial, como el Evangelio de Nicodemo, por ejemplo. Además, nos encontramos con unos cincuenta comentarios y sermones de Padres de la Iglesia en los que aparece una breve explicación del pasaje del apóstol a partir del siglo II. En fin, toda esta información extrabíblica es muy tardía, de poca confianza y casi todos los historiadores actuales la omiten.
     Teniendo presente los criterios que sigue la crítica histórica moderna, y una vez descartadas las fuentes no canónicas, solo nos queda el testimonio de San Mateo, por lo que la mayoría de los historiadores no admiten este acontecimiento como un hecho histórico, aplicando el principio: de que una sola fuente no es suficiente para demostrar un hecho histórico, máxime, si se trata de un acontecimiento tan lejano en el tiempo. Podría mencionar numerosos historiadores de prestigio que no aceptan la matanza de niños como algo real, incluso exégetas bíblicos católicos que la cuestionan o simplemente la descartan. Otros, apuntan que el evangelista la confundió con algún suceso dramático llevado a cabo por Herodes, como fue la ejecución de dos de sus hijos, o de tantos otros, temeroso de que le quisieran arrebatar el trono. Hasta el propio Ratzinger que más tarde se convertiría en Benedicto XVI, en su famoso libro La infancia de Jesús, lo más que se atreve a confirmar es que la masacre en cuestión podría haber ocurrido, teniendo en cuenta la crueldad y la falta de escrúpulos que siempre demostró este gobernante. Y el hecho, de que solo contamos con un testimonio, no demuestra que no haya pasado, pero no se atreve a confirmar el episodio como histórico.
     Por supuesto que hay otros pensadores cristianos que no cuestionan el sacrificio de inocentes, y dan toda la credibilidad del mundo al evangelista y hacen una lectura literal del texto. Su argumento principal es, que un evangelio contenido en el Nuevo Testamento no puede mentir, ni equivocarse. Además, está en consonancia con la maldad probada por otras fuentes históricas del personaje, que no hubiese vacilado de ordenar esa masacre de tener el más mínimo indicio de que en la localidad de Belén, podría existir alguien que pusiera en riego su trono, por muy niño que fuera. Por otra parte, el hecho de que el principal historiador judío para este tiempo Flavio Josefo, que describe con todo género de detalles la vida y obra de Herodes al que detestaba, y nos transmita todas sus crueldades y asesinatos en su obra: Antigüedades judaicas, no diga nada de esta matanza de inocentes, no resta credibilidad al relato de Mateo. Ello se podría explicar, porque Josefo no le dio la relevancia suficiente para incluirlo en su texto, con muy despreciable e inadmisible que lo veamos hoy. Hay que tener en cuenta que la masacre, si se llevó a cabo, afectó a unos pocos niños hijos de pastores pobres, que para muchos escritores de entonces, incluido Josefo, no merecía la pena recoger en sus escritos, pues a pesar de que se ha magnificado el hecho por personajes cristianos que han llegado a decir que fueron miles los inocentes sacrificados, la cifra no hubiera pasado de veinte, o menos, si tenemos presente que Belén debía tener entre 500 y 1000 habitantes. Por lo tanto, el suceso, como dice Benedicto XVI y otros estudiosos neotestamentarios, no lo podemos descartar, aunque nos falten pruebas concluyentes.
     Habría que recordar que una matanza de niños no es la primera vez que se produce en el mundo de la Biblia. El Éxodo nos cuenta otra de mayores dimensiones que la que estamos tratando, cuando el faraón egipcio dio la orden de que fueran asesinados todos los niños varones que naciesen de judíos, por temor a que se reprodujeran tanto que pudiesen poner en peligro el poder establecido en Egipto. Este fue el motivo por el que los padres de Moisés decidieron abandonarlo en las aguas del Nilo, para intentar salvarlo, como así ocurrió siguiendo el relato del Antiguo Testamento. Ratzinger, en su libro ya mencionado, aclara, siguiendo las instrucciones de Moisés recogidas por Josefo, que realmente lo que se pretendía era eliminar la posibilidad de que naciese un niño, que una vez llegado a la edad adulta engrandecería a su pueblo y derrotaría a los egipcios. Al igual que José fue advertido en sueños por Dios para que llevase a su hijo a Egipto y liberarlo así de la ira de Herodes; al padre de Moisés también se le habría aparecido en forma de ángel en un sueño para avisarlo de las intenciones del faraón. Bien, en este relato nos encontramos con el mismo problema que ya vimos, solo tenemos la Biblia para corroborarlo, y ya sabemos lo que opina la crítica histórica moderna.
     No resulta extraño que Mateo retome este asunto cuando recoge el texto de Oseas, un profeta del Antiguo Testamento que dice: “De Egipto llamé a mi hijo”, es decir, cuando Jesús es llevado a Egipto por su padre terrenal huyendo de Herodes, dio cumplimiento a la profecía bíblica que anunciaba que ese niño que acababa de nacer era el verdadero hijo de Dios. Para finalizar esta cuestión y remarcar aún más que se estaban cumpliendo profecías anunciadas por profetas del Antiguo Testamento dice: “Una voz se oye en Ramá, lamentación y gemido grande; es Raquel, que llora a sus hijos y rehúsa ser consolada, porque no existen”  (Jeremías, cap. 31 v. 15). Se refiere a Raquel* esposa de Jacob y madre de José y Benjamín, que está enterrada cerca de Belén, por lo que el evangelista la trae a colación, pues al igual que ella perdió a sus hijos cuando parten al cautiverio, las madres de Belén perdieron a los suyos causándole el mismo dolor que, según Ratzinger, solo Dios puede corregir con la resurrección.
     Para la Iglesia católica estos niños sacrificados en Belén son los primeros cristianos y santos de la historia, al igual que sus madres, que se resistieron con todas sus fuerzas para impedirlo. Pese a no estar bautizados, requisito indispensable para alcanzar la santidad, podríamos decir que recibieron un bautizo de sangre. Ha sido un tema muy recurrente en la Historia del Arte tanto en pintura como en escultura, los niños y sus madres pueden aparecer con nimbo (aureola de santidad).

*Erigida en representante de todas las madres de Israel, cuando éstas ven marchar a sus hijos al cautiverio de Babilonia impuesto por Nabucodonosor, tras la conquista de Jerusalén en el 583 antes de J.C. Su marido Jacob también se le conoce con el nombre de Israel, padre de los doce hijos que dan nombre a las doce tribus israelitas.
Nota. Para que quede claro: con las pruebas que tenemos de la matanza de niños en Belén cuando nació Jesús, un juez de hoy, declararía a Herodes no culpable de estas muertes, lo cual no quiere decir que sea inocente. También sabemos con certeza que no tenía escrúpulos, era un asesino y un canalla. Sin embargo, desde el punto de vista económico, no lo hizo mal.

       R.R.C.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

¿Cuándo nació Jesucristo?

   
     Han sido muchas las críticas e incluso burlas que se han hecho de la religión cristiana por no poder ofrecer una fecha concreta sobre el nacimiento de su fundador. Ni los primeros cristianos lo sabían, ni los actuales tampoco, ya que los documentos de los que disponemos, especialmente los evangelios canónicos, no lo dicen. Además, solo los atribuidos a Mateo y Lucas hablan de su nacimiento e infancia brevemente, mientras que los otros dos guardan silencio. Más que en el año del nacimiento, en esta entrada me centraré en el día de la natividad de Cristo. No obstante, sobre la primera cuestión tampoco sabemos nada, e incluso es contradictorio lo que podemos deducir de los dos evangelios citados, pues mientras Mateo confirma que Herodes estaba vivo cuando se produjo el nacimiento de Jesús, y sabemos que este rey muere el año 4 antes de J.C., podemos deducir que, al menos, nació 4 años antes de lo que se dice. Pero si nos atenemos a lo que escribe Lucas, tendríamos que situar el alumbramiento en el año 7 después de J.C., ya que nos habla de un censo que realizaron los romanos ordenado por  Octavio Augusto, siendo gobernador de Siria Cirino, y que podemos situar en esta fecha según el historiador judío Flavio Josefo. Fue este el motivo, siguiendo a Lucas, por el que la Virgen y San José se trasladaron a Belén para inscribirse. En esta pequeña localidad se le cumplieron los días a María, dando a luz al niño Jesús. El motivo de situar el nacimiento de Cristo en el año 1 de nuestro calendario, se debió a un error cometido en el año 525 por el monje Dionisio el Exiguo, que realizó los cálculos para pasar del calendario romano al cristiano, es decir, comenzar a contar los años desde el nacimiento de Cristo y no desde la fundación de Roma. En otra entrada de este blog, titulada: “El calendario Gregoriano: nuestro calendario” se tratan asuntos relacionados con este tema.
  
     Respecto al día de la natividad, estamos tan perdidos como en el año, aún tenemos menos información si cabe. Lucas habla de que había pastores en el campo durmiendo al raso y que fueron los primeros en ir a adorarle, lo que descartaría una fecha invernal. Por otra parte, los romanos no iban a escoger los días de inviern que eran los más cortos, fríos y desapacibles del año para celebrar un censo, en el que la gente se tenía que desplazar con sus escasos medios para ir a apuntarse. La primavera y el verano parecen fechas más convenientes. Por lo tanto, el 25 de diciembre no tiene una base histórica. No obstante, los primeros cristianos no mostraron una gran preocupación por esta cuestión, pues lo que más les interesaba a ellos eran las enseñanzas de su Maestro y, sobre todo, su muerte, pasión y posterior resurrección.
  
      En los siglos II y III se propusieron diversos momentos para celebrar el nacimiento del Salvador, pero no fue hasta la primera mitad del siglo IV cuando aparece la fecha que celebramos en la actualidad. ¿Qué les llevó a los cristianos a proponer el 25 de diciembre cómo el día del nacimiento de Jesús? También se ha discutido hasta la saciedad esta cuestión. La respuesta más repetida es que tomaron una festividad pagana muy arraigada en el Imperio romano, pues se celebraba el culto al Sol Invicto, o el culto al dios Mitra que era una antigua divinidad irania que se identificaba con el Sol, y sus seguidores lo recordaban en el solsticio de invierno (que los romanos celebraban el 25 de diciembre desde el 45* a. C.), en el que los días empezaban a ganarle terreno a las noches. Por lo tanto, a los cristianos se les ha acusado de apropiarse de una fiesta que no era la suya y de la consiguiente falta de originalidad, ya que se limitaron a dotar de un nuevo significado a una festividad romana perfectamente arraigada.
 
      Sigamos. ¿Podrían ser otros motivos los que llevaron a estos primeros cristianos a escoger este día para el nacimiento de su Señor? Es presumible. Había una creencia generalizada en el mundo judío de esta época que pasó a los cristianos de los siglos II y III que, en esencia, suponían que la concepción de los grandes profetas tuvo lugar el mismo día del año en el que morían, es decir, que si Jesucristo fue crucificado el 25 de marzo, como pensaban los cristianos occidentales, ese fue el día de su concepción, luego nació nueve meses más tarde, lo que nos lleva directamente al 25 de diciembre**. Mientras que en la parte oriental del Imperio sostenían que fue el 6 de abril cuando fue crucificado, lo que les llevó al 6 de enero para celebrar la navidad. Con el paso del tiempo esta última fecha cayó en desuso y se impuso el 25 de diciembre. A pesar de ello, todavía hoy, los cristianos armenios celebran la natividad el 6 de enero, pero el mundo cristiano en general estableció el 25 de diciembre como el día de Navidad y el 6 de enero lo reservó para la Adoración de los Reyes (el comienzo de la Epifanía).
  
     Hay quién ha propuesto que la fiesta pagana del Sol Invicto que se asociaba al solsticio de invierno no se estableció hasta el 274 por el emperador Aureliano, cuando ya rondaba la idea entre los cristianos expuesta en el párrafo anterior. Sí fue así, la cuestión fue al revés de lo que habitualmente se ha sostenido, o sea, se trató de dar un sentido pagano a una celebración cristiana, en unos momentos en los que se trataba de afianzar al máximo la religión romana. En esta suposición, con bastantes visos de ser cierta, fueron los paganos los que utilizaron una festividad cristiana en su beneficio, y no al contrario, como se creía y se sigue manteniendo hasta hoy. No obstante, no fue hasta el bien entrado el siglo IV (como ya se ha apuntado) cuando el papa Julio I establece la Navidad el 25 de diciembre. Y habrá que esperar hasta la Nochebuena de 1223 para que San Francisco de Asís represente el primer Belén.

     Siguiendo al teólogo suizo Hans Küng, carece de importancia que no sepamos precisar la cronología de Jesús con exactitud, que no podamos saber si su predicación duró tres años, uno, o unos pocos y dramáticos meses en Galilea y solo al final en Jerusalén. Lo sorprendente, es que haya modificado el curso de la historia hasta el punto de comenzar a computar los años a partir de Él. Hoy 24 de diciembre escribo esta entrada en el blog. Ahora, a celebrar Nochebuena y mañana Navidad.

*Impuesto por Julio César.

**Esta tesis fue desarrollada por primera vez en la década de 1920 por Louis Marie Olivier Duchesne, filólogo y gran experto en cristianismo primitivo. Anteriormente, el escritor romano Sexto Julio Africano***, unos 50 años antes que Aureliano proclamase la festividad del Sol Invicto, expuso en su obra Χpοvογραφίαι que la encarnación de Cristo tuvo lugar un 25 de marzo, lo que nos llevaría al 25 de diciembre la Natividad si aplicamos el criterio antes mostrado.

***Nacido alrededor del 165 y fallecido en el 240. 

P.D. (Añadida el 31 de diciembre de 2015). Me ha parecido interesante incluir en esta entrada la opinión del físico de la Universidad de Cambridge, Colin Humphreys, quién afirma en un artículo publicado en 1991 en la revista científica Quarterly Journal of the Royal Astronomical Society, Humphreys, que un cometa observado durante 70 días en el año 5 antes de J.C. pudo ser la estrella a la que se refiere el evangelio de Mateo, basándose en anotaciones astronómicas de las antiguas civilizaciones chinas; y sugiere: que Jesús habría nacido entre el 9 de marzo y el 4 de mayo, lógicamente, del año 5 antes de nuestra era cristiana.
     R.R.C.
NOTA: Foto del autor

martes, 16 de diciembre de 2014

Estela funeraria de Hegeso

     Mira por última vez las joyas que no se podrá llevar con ella a la otra vida, un collar que sostiene con su mano derecha capta su atención, un profundo sentimiento de melancolía recorre todo su cuerpo, pero no por la alhaja en sí, sino por los recuerdos que ésta le evoca. En esta escena las joyas no tienen un valor material, como en tantas otras ocasiones en la vida de una mujer, son momentos del pasado, rememoraciones, vivencias, sentimientos encontrados en multitud de circunstancias, en fin, la vida misma. En una de las salas, por cierto, no de las más concurridas del Museo Arqueológico Nacional de Atenas, se encuentra expuesta entre otras muchas estelas funerarias, esta lápida monumental de la bella Hegeso, fechada hacia finales del siglo V antes de J.C. en pleno clasicismo griego. Las otras losas de piedra que le acompañan también muestran relieves de gente joven, bien porque morían a edades tempranas, bien porque preferían la juventud del personaje para que le acompañara en su última morada.
     La escena representa el momento en el que una esclava de pie, en su función de doncella, le muestra el joyero a su dueña que aparece sentada en una elegante silla. El relieve es de tal belleza, que en un primer momento nos pasa casi desapercibida la diferencia de tamaño entre las dos mujeres, piensen por un momento que si la señora se parase, la diferencia de altura entre ellas sería desmesurada, máxime, si tenemos en cuenta que en el arte griego, el hombre aparece representado con los mismos cánones independientemente de su importancia social, e incluso a los dioses se les representa con mediadas humanas, es decir, un rey o un dios no necesita aparecer como un superhombre. La sofrosine, así es como llamaban los griegos a la plasmación de la belleza física y el equilibrio espiritual, aparece muy bien reflejada en ambos personajes, complementada por la unidad psicológica que transmiten las dos. Otra cuestión a tener en cuenta en esta hermosa escena es el tratamiento que el artista concede a las telas y cómo se adhieren a los cuerpos, especialmente al de la señora sentada, que al unirse a su figura dibujan su anatomía, pues el mármol se vuelve transparente y podemos ver sus contornos. Esta técnica se le conoce con el nombre de “paños mojados”, ya que recuerda a un tejido húmedo pegado al cuerpo, desarrollada por el gran escultor Fidias en este mismo siglo.
     De autor desconocido, emplea el mármol para la realización de este bello relieve de  un metro y medio de altura, para representar una escena de la vida cotidiana, con una elegancia y destreza técnica insuperables. El momento lo sitúa dentro de un espacio arquitectónico. También cuida al máximo el detalle, como podemos comprobar en la ya mencionada silla en la que aparece sentada el personaje principal y en el escabel donde reposan sus pies. Hay que recordar, que durante la segunda mitad del siglo V antes de J.C., Atenas se convirtió en el centro de producción de lápidas como la que estamos describiendo, para la gente que tenía el poder adquisitivo suficiente que le permitiese adquirir alguna de ellas.
      R.R.C.
NOTA: FOTO DEL AUTOR

sábado, 13 de diciembre de 2014

El rey Horus Escorpión II


    Perteneciente a la poco conocida Dinastía 0, Horus Escorpión II (hor Serq) vivió hacia el 3200 antes de J.C. Llegó a gobernar parte importante del Antiguo Egipto, y es posible, que se encuentre enterrado en la tumba B50  en la necrópolis de Abidos, 480 km. al sur de El Cairo, más exactamente en Umm el-Qaab, que significa “La madre de las vasijas”, por la enorme cantidad de trozos de cerámica encontrados en este lugar. El arqueólogo alemán Günther Dreyer descubrió en la tumba de este soberano unas 300 vasijas y tablillas de barro, datadas en la segunda mitad del IV milenio antes de Cristo, con signos jeroglíficos grabados, o dibujados con pintura, que podrían ser considerados como el origen de esta bella escritura (la jeroglífica), que se desarrollará en Egipto durante los siguientes casi 4000 años. Estas piezas nos informan de los impuestos que cobraba el rey a su pueblo en especie (aceite, lino, etc.) y la ciudad de donde procedían. La tumba, reproduce su propio palacio, ya que creía que la necesitaría en la otra vida posterior a la muerte, por lo que depositaron en ella todos los bienes materiales necesarios para esta segunda y definitiva existencia.

    El rey Escorpión fue el predecesor del monarca Narmer, fundador de la I dinastía y unificador del Alto y Bajo Egipto, por lo que lo podríamos considerar el primer faraón. El museo Ashmolean de Oxford expone en sus vitrinas una cabeza de maza de piedra caliza de carácter ceremonial hallada tan solo a nueve metros de la famosa paleta de Narmer, de la que ya hay una entrada en este blog. En la maza, del tamaño de un balón de baloncesto y unos 9 kg de peso, aparece una enorme figura del rey portando la corona blanca del Alto Egipto y con rabo de toro (atributo utilizado por los faraones), junto con un escorpión, y sobre él, una flor de siete pétalos como un rosetón. Ambos dibujos, a modo de jeroglífico, en bajo relieve y frente al monarca, los podríamos interpretar como “Rey Escorpión”. En la parte superior, encontramos aves colgando de postes que simbolizan los pueblos sometidos por este monarca.  También aparece con una azada en sus manos, que evidencia una escena alegórica, la cual podría estar relacionada con la apertura de muros como consecuencia de las inundaciones periódicas del Nilo, o bien, con la realización del primer surco en las tierras de labor.
     En definitiva, Escorpión fue el precursor de la unificación del país que culminaría su sucesor Narmer, por lo que tuvo que enfrentarse con fuerzas que pretendían el caos y el desorden. Gobernó en un momento de prosperidad y riqueza en Egipto. Desarrolló la escritura por primera vez en la historia, tan importante para la organización y el progreso. El arte experimentó un gran desarrollo y fue un gran constructor de palacios y templos. Llevó el agua a la tierra, tan necesaria en una zona desértica como ésta. Por último, abrió rutas comerciales nuevas por Asia, llegando incluso, hasta el lejano Afganistán.

NOTA: La conocida película estadounidense titulada “El rey Escorpión” no tiene nada que ver con la verdadera historia de este monarca del Antiguo Egipto. Por otra parte, algo habitual en las películas de Hollywood que tratan sobre temas del pasado.
     R.R.C. 
NOTA II: FOTOS DEL AUTOR. 

miércoles, 10 de diciembre de 2014

La sección áurea

      La sección áurea, conocida también como: el número de oro, número dorado, razón áurea, razón dorada, media áurea, proporción áurea y divina proporción; representada por la letra griega Fi. La podemos definir como una relación, o bien, una proporción, siempre y cuando dos segmentos de una recta, guarden la siguiente relación entre sí: la longitud total de la recta, es al segmento más largo contenido en ella; como el segmento más corto, con respecto al segmento más largo incluidos en dicha recta. Si dividimos la longitud total de la recta entre el segmento mayor, obtenemos la misma cifra que si dividimos el segmento mayor entre el menor, por lo tanto, es una construcción geométrica. Las proporciones que deben de guardar entre sí son las siguientes:
     Los griegos, ya conocían este número dorado. Lo obtuvieron observando la relación que existía entre cualquier diagonal que podamos trazar en un pentágono regular y uno de sus lados. El cociente de dividir lo que mide dicha diagonal, por cualquiera de sus lados es el número de oro, que es un número irracional, pues el resultado de la operación es: 1,618…. Con un número infinito de decimales. En honor al gran artista griego Fidias, a este número se le conoce como: Fi.
     Volviendo a la recta anterior dividida en dos segmentos relacionados entre sí, también podemos llegar a Fi, planteando una simple ecuación de segundo grado, obtenida de un rectángulo cuyo lado menor sea 1 y su lado mayor sea el resultado de unir dichos segmentos. Si trazamos un arco del ángulo superior hasta el lado inferior (x), tal y como vemos en la imagen que he compuesto, obtenemos el segmento mayor (1) y el menor (x-1). A continuación, planteamos la ecuación que de aquí se deduce. La resolvemos aplicando la fórmula correspondiente, de la que obtendremos dos soluciones. Una de ellas, la superior, es el número áureo: Fi (1,618), mientras que la inferior, se descarta por falsa (ser menor que cero).
      Bien, ya hemos obtenido el rectángulo perfecto que mediría: 1x1,618, que tantas veces se puede observar en la propia naturaleza (en la formación de la concha de algunos moluscos, la relación entre el grosor de las ramas principales de un árbol y el tronco, etc.). En obras de arte, tanto en arquitectura (la fachada del Partenón cumple estas proporciones); como en escultura (la distancia entre el ombligo y la planta de los pies de una persona respecto a su altura total); y, en pintura, muchos objetos que aparecen en los lienzos cumplen la divina proporción, e incluso, el tamaño de algunos cuadros se corresponde con estas medidas.
     R.R.C.

lunes, 1 de diciembre de 2014

La existencia histórica de Jesús

    
      Quiero dejarlo claro desde el principio de esta entrada: Jesús existió realmente. En la actualidad, no hay ningún historiador serio que sostenga lo contrario de esta afirmación, por muy anticristiano que se manifieste, bien al contrario, sostienen que hay suficientes evidencias de su existencia y de su paso por este mundo. De otros conocidos personajes históricos conservamos mucha menos información y nadie los cuestiona. Sabemos que nació en la provincia romana de Judea siendo emperador Octavio Augusto, que allí desarrolló su labor de predicación y murió en la cruz en tiempos del emperador Tiberio. Los primeros documentos que hablan de Él, son tan sólo de unos cuarenta años después de su muerte, no son muchos, si comparamos con otros casos de la época antigua, en los que no hay problema para admitir su historicidad(1). ¿Qué pruebas hay? Vamos a ello:
     
     En primer lugar, tenemos los Evangelios conocidos por todos que se escribieron en la segunda mitad del siglo I y los podemos considerar fuentes históricas, además de los Hechos de los Apóstoles y Epístolas que aparecen en el Nuevo Testamento(2). Son las fuentes más estudiadas, examinadas y analizadas,  sin miedo a equivocarme, de todas las que existen. En su contra, se podría decir que son testimonios interesados de personas partidarias de Jesús. Es cierto, y aunque los evangelistas no son historiadores en el sentido estricto, sino autores que dan testimonio de su fe, de ellos se puede obtener mucha información histórica de la época y de la persona Cristo. La presencia real de Jesús está atestiguada  por documentos cristianos, judíos y paganos. Tenemos testimonios de enemigos acérrimos próximos  cronológicamente, como el del filósofo griego del siglo II Celso, que lo acusa de practicar magia aprendida en Egipto y no hubiera dudado en negarlo de haber guardado la más mínima duda sobre su existencia.
      
     Por otra parte, el testimonio  de los Apóstoles que convivieron con Jesús es de una gran relevancia, pues si exceptuamos a Judas y a San Juan, dieron su vida sin dudarlo y de una manera voluntaria, por sostener que su maestro era El Mesías. Sería inexplicable esta conducta; de dar su vida, y abandonar sus familiares y labores anteriores de no haber existido, y además, haber visto en Él algo extraordinario que les llevó a cambiar sus vidas para siempre.
     
     Entre los testimonios extracanónicos, los no contenidos en el canon bíblico, tenemos el de los Padres Apostólicos, que no conocieron a Cristo, pero estuvieron en contacto con los Apóstoles. El de los Padres Apologetas que fueron los que defendieron la doctrina cristiana en los siglos II y III, entre los que podríamos mencionar a Tertuliano y a Orígenes, y por supuesto, los Padres de la Iglesia y demás autores eclesiásticos, algo posteriores a estos últimos, de los siglos IV y V.
     
     Recordar también la multitud de evangelios Apócrifos, de autores desconocidos y escritos en distintos siglos, que posiblemente tratan de satisfacer la curiosidad de los antiguos cristianos de conocer detalles de la vida de Jesús, que tras su estudio, podríamos obtener algunos datos. En este apartado podríamos incluir los evangelios Gnósticos, que al igual que los anteriores, no están reconocidos por la Iglesia, pero que cuidadosamente examinados  nos darían información.
     
     Los testimonios judíos(3) con los que contamos son escasos, pero los hay, como podemos comprobar en la literatura rabínica. Los rabinos, sin pretenderlo, con sus burlas a Jesús, acusándolo de hechicería y que nos dejaron por escrito, hicieron un gran favor a su causa, pues al ser enemigos declarados suyos confirmaron su existencia sin lugar a dudas.
    
      Los testimonios paganos que tenemos proceden de los historiadores romanos, si bien, prácticamente se limitan a mencionar a Cristo, o a los cristianos. Es el caso de un tal Talo, que parece ser un historiador romano o samaritano del siglo I, menciona las tinieblas que sobrevinieron a la muerte de Jesús explicándolas como un fenómeno natural: "En su tercer libro de historias, Talo llama a estas tinieblas un eclipse de sol. Contra la sana razón, a mi juicio", como matiza el historiador romano de ideas cristianas Julio Africano, muy relacionado con la dinastía imperial de los Severos. Plinio el Joven, en su Carta a Trajano, describe la plaga en la que se habían convertido los cristianos, así como el fuerte arraigo que tenían en su creencia. En su obra “Anales del Imperio romano”, Tácito menciona a los cristianos y afirma que su fundador Cristo fue condenado a muerte por el procurador Poncio Pilato, siendo emperador Tiberio. Suetonio, en “La vida de los doce césares”, cuando narra la de Claudio afirma que expulsó de Roma a los judíos por hacer revueltas inspirados por Cristo.
    
      He dejado para el final al gran historiador judío del siglo I Flavio Josefo y su crónica “Antigüedades  judaicas” escrita hacia el año 93 o 94, en la que narra la historia del pueblo judío. En los párrafos 63 y 64 del capítulo XVIII que se conocen con el nombre de Testimonio Flaviano habla de Jesús de Nazaret. Dice lo siguiente:

     “Por ese tiempo existió Jesús, un hombre sabio, si es que hay que llamarlo hombre. Era, en efecto, hacedor de obras extraordinarias y maestro de hombres que acogen con placer la verdad. Atrajo a sí a muchos judíos y también a muchos griegos. Él era el mesías (cristo). Aunque Pilato, por denuncias de los hombres principales entre nosotros, lo castigó con la cruz, no lo abandonaron los que desde el principio lo habían amado. Él, en efecto, se les apareció el tercer día nuevamente vivo, pues los divinos profetas habían ya dicho éstas y otras muchas cosas admirables acerca de él. Y todavía ahora sigue existiendo la tribu de los que por éste son llamados cristianos” (XVIII 63-64). 
     
     Siguiendo al profesor doctor Antonio Piñero(4), experto en cristianismo primitivo, si quitamos a este párrafo lo que parece seguro que fue una interpolación llevada a cabo por copistas cristianos de los primeros siglos, del IV probablemente, el texto quedaría como sigue:
     
     “Por ese tiempo existió Jesús, un hombre sabio. Era, en efecto, hacedor de obras extraordinarias y maestro de hombres que acogen con placer la verdad. Atrajo a sí a muchos judíos y también a muchos griegos. Aunque Pilato, por denuncias de los hombres principales entre nosotros, lo castigó con la cruz, no lo abandonaron los que desde el principio lo habían amado. En efecto, todavía ahora sigue existiendo la tribu de los que por éste son llamados cristianos” (XVIII 63-64). 
     
     Para lo cual, no habría ningún problema en aceptar este último texto como originario de Josefo, respetaría su estilo y no entraría en contradicción con sus escritos. Además, resultaría muy extraño que no dijera nada de Jesucristo, cuando en su obra se refiere a personajes de la época que no dejaron ninguna huella, mientras que ya había suficientes cristianos a finales del siglo primero para que merecieran su atención.
     
     Por otra parte, hay que tener en cuenta, que el cristianismo se inició en los confines del Imperio romano, muy alejado de Roma, su centro político, en donde el surgimiento de una nueva religión abrazada fundamentalmente por la gente más humilde, no suponía ningún motivo de preocupación ni de desestabilización, lo que explicaría la falta de interés de los historiadores romanos por esta cuestión, despachando el asunto con breves reseñas. Pero aun así, contamos con suficientes testimonios extrabíblicos, que podríamos  elaborar una biografía bastante completa de Jesús, sin necesidad de recurrir a los Evangelios. No se podría decir lo mismo de otros personajes del mundo antiguo, si no contáramos con las escasas y a veces interesadas fuentes de las que disponemos. Por poner un ejemplo. El ya mencionado Celso, en su obra “Discurso verídico contra los cristianos”, el cual conocemos gracias a la cumplida respuesta que da Orígenes al mismo, nos aporta datos suficientes para reconstruir la vida y muerte de Jesús, una vez depuradas las mezquindades e insultos que le dedica.
     
     Por último, la lámina de bronce hallada en Jordania que ilustra esta entrada,  podría ser la imagen más antigua que tenemos de Jesucristo, en la que aparece un rostro con corona de espinas y la leyenda “Salvador de Israel”. Descubierta entre el 2005-7 y realizada inmediatamente después de la crucifixión. Su tamaño es muy reducido, como el de un carnet de identidad, sería un indicio arqueológico que podríamos añadir a las fuentes escritas.
     
     Bien, creo que he puesto de manifiesto, que hay pruebas suficientes para sostener la afirmación  que inicia este escrito. No obstante, hay quién se empeña en negarlo todo, que todo es falso e interesado, o bien, interpolaciones(5) y manipulaciones posteriores de los textos originales (que por desgracia no han llegado hasta nosotros, al igual que ocurre con la mayoría de los documentos de esta época, e incluso más tardíos), llevadas a cabo por copistas o escritores malintencionados, probablemente para mantener situaciones de privilegio u otras cuestiones inconfesables. ¡Qué le vamos a hacer!

(1)Las doctrinas de Buda no se pusieron por escrito hasta, al menos, 500 años después de su muerte. Otro ejemplo, la biografía del conocido conquistador del Mundo Antiguo Alejandro Magno se redacta 300 años más tarde de sus conquistas. Así podríamos seguir con multitud de personajes históricos, a los que nadie se les ocurriría plantear la más mínima sombra de duda.
(2)El Nuevo Testamento es el libro con mayor número de copias antiguas y más cercanas a los textos originales en griego de todos los que nos han llegado de esa época. Existen casi 5800 copias de fragmentos, o de la totalidad del mismo en su idioma original, y varios miles más en copto y latín. Además, la concordancia que se advierte entre estos manuscritos es mucho mayor que en cualquier otro libro de la antigüedad y, algunos de ellos, datan de los siglos III y IV, e incluso, el fragmento más antiguo del cuarto Evangelio se remonta a principios del siglo II; y lo más sorprendente: no difiere en absoluto de los que ya conocíamos.
(3)Los textos que en el Talmud y midrás afectan a Jesús son aproximadamente una quincena. De entre los cuales, tres o cuatro lo nombran de una manera expresa, y, un par de ellos transmiten alguna noticia sustancial. Lógicamente, estos textos no pudieron ser manipulados por cristianos interesados en difundir unos hechos que no se corresponden con la realidad.
(4)Agnóstico declarado, no admite la divinidad de Jesús. Sin embargo, cuando le preguntan por su existencia real contesta: “el 99,9% de los investigadores serios -ateos o no ateos, dogmáticos o no dogmáticos, de derechas o de izquierdas- lo admite”, y añade: "Hay más pruebas de la existencia de Jesús que de la de Julio César".
(5) ¿Alguien en su sano juicio puede considerar una interpolación de un copista cristiano lo que afirma Tácito, por ejemplo, en su ya citada obra “Anales del Imperio romano”? Dice así: Nerón, para divertir esta voz y descargarse (del incendio de Roma, de dudoso origen, aunque algunos se lo atribuyen al Emperador) dio por culpados de él, y comenzó a castigar con exquisitos géneros de tormentos a unos hombres aborrecidos del vulgo por sus excesos, llamados comúnmente cristianos. El autor de este nombre fue Cristo, el cual, imperando Tiberio, había sido ajusticiado por orden de Poncio Pilato, procurador de Judea. Por entonces se reprimió algún tanto aquella perniciosa superstición; pero tornaba otra ver a reverdecer, no solamente en Judea, origen de este mal, sino también en Roma, donde llegan y se celebran todas las cosas atroces y vergonzosas que hay en las demás partes. Evidentemente no, un cristiano de época antigua o medieval, nunca escribiría esto fruto de su pluma.

NOTA I. Me he sentido obligado a escribir estas líneas sobre la existencia histórica de Jesucristo, ante la avalancha de opiniones, que sin ningún rigor, abundan en las redes sociales y en comentarios de muchos medios de comunicación, negando alegremente la realidad que fue Jesús de Nazaret. Muchas de ellas dando a entender, que aquellos que creen en Él son gente de bajo nivel cultural o intelectual. Mientras que los que niegan su presencia aparecen como cultos, científicos e inteligentes.
NOTA II. En mi opinión, quién mejor ha sabido interpretar la figura de Jesucristo, no han sido los teólogos, ni los filósofos, ni los historiadores, ni los científicos; no. Han sido los artistas, los poetas, los literatos, todos aquellos que lo han sabido ver desde el corazón, desde los sentimientos más íntimos y profundos. Valga de muestra un ejemplo: Gustav Janouch, poeta nacido en Eslovenia a principios del siglo XX y fallecido en Praga en 1968, en su libro Conversaciones con Kafka nos dice lo siguiente: «'¿Y Cristo?' Kafka inclinó la cabeza. 'Cristo es un abismo lleno de luz. Hay que cerrar los ojos para no precipitarse en él'». Nunca he leído ni he escuchado nada mejor para referirse al personaje real que fue Jesús de Nazaret.
NOTA III. Hay otras entradas en el blog sobre Jesucristo con los siguientes títulos: Evidencias históricas de la resurrección de Cristo según N.H. Wright en su diálogo con A. Flew; ¿Jesús, o Barrabás?; La piedra de Gabriel; La tumba de Bingen; San Dimas; y La historicidad de los milagros de Jesús.
        R.R.C. 
APÉNDICE AÑADIDO: 27-12-2021
                               ANILLO CON IMAGEN DE JESUCRISTO

     Impresionante hallazgo por arqueólogos israelíes de un anillo de oro de la época romana frente a la costa de Cesarea, a una profundidad de 4 metros. Destaca una imagen de Jesucristo como Buen Pastor tallada sobre una piedra verde incrustada en esta sortija octogonal del siglo III. Un Jesús joven con una oveja sobre sus hombros que recuerda al que podemos ver en las catacumbas de Santa Priscila en Roma, fechado también en el mismo siglo. Ha sido descrito por la Autoridad de Antigüedades de Israel como un "hallazgo exquisito y raro". Hay que señalar que Jesús se describe a sí mismo como el Buen Pastor en el Nuevo Testamento.

     Por último, apuntar que en la ciudad portuaria de Cesarea se estableció una de las primeras comunidades cristianas. Fue aquí donde recibió el bautismo el centurión Cornelio en presencia de San Pedro, que fue el primer no judío en recibir este sacramento según los Hechos de los apóstoles.

       R.R.C.

NOTA: Imágenes bajadas de Internet.