Son dos óleos sobre lienzo realizados entre 1798-1805, de idénticas dimensiones (95 X 190 cm .) y expuestos en el Museo del Prado de Madrid. Muy poco se sabe acerca de estos célebres cuadros, tanto sobre la época en que fueron pintados como sobre la persona que los encargó, o la persona que posó para ellos. La primera mención de las majas se encuentra en el inventario de los bienes incautados a Godoy, todopoderoso Primer Ministro de Carlos IV a principios del XIX.
Es probable que fuera la duquesa de Alba quien solicitara a Goya un cuadro de Venus, aunque no fuera ella la modelo, como se ha dicho. En todo caso, la Venus de Goya, la Maja desnuda que nos contempla con malicia e ingenuidad, echada cobre blancos cojines, pequeña y graciosa, con la piel transparente, los rizos negros y el joven cuerpo, no es la imagen de una diosa, sino la de una mujer sensual, provocativa e incitante. Es una mujer de carne y hueso de la época del pintor. Aquí no se recurre a subterfugios para representar a la mujer desnuda, como solía ocurrir en el arte anterior. Se hace directamente, sin excusas, sin contemplaciones, algo inusual en esta época. Además, si trazamos dos diagonales, observaremos que el centro del cuadro coincide con su pubis, que aparece por primera vez en la pintura universal con vello, más escándalo no cabía, por lo que Goya tuvo que dar explicaciones a la Inquisición, y no se pudo mostrar al público, por obsceno y pecaminoso.
Junto a la Venus de Velázquez y la Olympia de Manet, es uno de los desnudos más fascinantes de la historia del arte, que adquiere una mayor seducción por la presencia de la modelo, en otra tela gemela, completamente vestida. La Maja desnuda, de carnes transparentes y esplendorosas que resaltan en el blanco de los cojines y el azul del diván, hace juego con el preciosismo y el refinamiento de los vestidos y adornos de la Maja vestida. El traje blanco de esta Maja se ajusta de tal manera al cuerpo, en especial al sexo y los pechos, que parece más desnuda que la otra. Es una mujer de la aristocracia, por su traje elegante y caro, tumbada en un diván sobre almohadones, en una postura claramente sensual porque se lleva los brazos detrás de la nuca y con su insinuante mirada, parece buscar la compañía íntima del espectador.
La Maja desnuda estuvo oculta hasta 1900. En fecha no lejana se ha pasado a considerar la diferencia de técnica y colorido que tienen los dos cuadros. En el caso de la desnuda, su pincelada es cuidada, esmaltada, dando lugar a una superficie brillante y aterciopelada de sugerente aspecto sensual. La entonación cromática es perfecta a base de verdes, grises, blancos y carnaciones, resultando un colorido de gran delicadeza. Es más neoclásico. La técnica de la vestida es más suelta, de amplias pinceladas, y el colorido más audaz, con la introducción del amarillo de la chaquetilla y el rosáceo de la banda que a manera de faja envuelve su cintura. Es una técnica más impresionista, resultando más atractivo. Parece ser que este cuadro servía de telón al otro, es decir, la maja vestida se colocaba sobre la desnuda y mediante un mecanismo, afloraba esta última. Resulta evidente que en ambas pinturas se valora el cuerpo, la belleza y sensualidad de la mujer.
En cuanto a las inspiraciones para ambas son muchas las opiniones emitidas; éstas van desde la Venus del espejo de Velázquez hasta las figuras femeninas desnudas de Tiziano, tanto las que se denominan Venus y el Amor o Venus y la Música, como el desnudo del primer término del famoso lienzo La bacanal.
Manuales de Arte. Adaptado por R.R.C.