Es un óleo sobre lienzo de120x100 cm de estilo barroco. Realizado en 1.666 y conservado en el Museo de Historia del Arte de Viena, es el más grande y, posiblemente, el más complicado de los cuadros del autor, además de ser uno de sus preferidos, como demuestra el hecho de que nunca se separó de él y no lo vendió, ni si quiera, cundo tenía deudas. Podría considerarse una alegoría de la pintura. Un punto fuerte es el impacto de la luz filtrándose por las ventanas sobre varios elementos de la pintura. Es una caja cerrada; un espacio cúbico bañado de luz. Una espesa cortina situada en primer plano se nos abre al espectador, para mostrarnos una escena íntima, la de una artista pintando a una modelo en su estudio, los únicos dos personajes de las estancia, con un gran mapa de los Países Bajos al fondo. Una lámpara de araña, sin velas, cuelga de las vigas de madera del techo. En definitiva, ofrece una representación visual realista de la escena.
Los
expertos atribuyen simbolismo a varios aspectos de esta obra. Al igual que en
la mayoría de sus trabajos, Vermeer emplea la perspectiva ortogonal para
distribuir los elementos por el espacio, recordando las obras del Quatrocento
italiano al utilizar la bicromía en las baldosas del suelo. La habilidad con la
que sitúa algunos muebles en escorzo, como la silla, que ayuda a recoger el
cortinaje; la mesa próxima a la ventana, e incluso, el propio libro que
sostiene la modelo, ayudan a crear esa caja espacial llena de aire.
Por otra
parte, la vestimenta lujosa del pintor (posiblemente un autorretrato de
espaldas) subraya la idea de que éste no es un mero artesano. Es además, un
intelectual, alguien que debe de cobrar más por sus servicios, ya que no sólo
son fruto del trabajo, sino también de la creación. Sobre todo de la creación.
Con Vermeer, la realidad es prendida de modo fotográfico, mucho antes de la aparición de la fotografía, otra forma de creación artística.
R.R.C.