Leonardo, en 1510, se decide a hacer un cuadro a partir del cartón de Santa Ana que había ejecutado diez años antes y que había suscitado la admiración de los florentinos. Se trata de un óleo sobre tabla de 168 X
Representa
a la Virgen María, sentada sobre las rodillas de su madre, Santa Ana, y que
dobla su cuerpo para sujetar amorosamente al Niño Jesús, que vuelve su mirada
hacia su madre, mientras sujeta entre sus manos el cordero del sacrificio, que
anuncia su futura muerte violenta. El conjunto, se halla en medio de un paisaje
rocoso muy idealizado, los picos montañosos parecen evaporarse en una atmósfera
azulada que lo inunda todo, creando efectos de perspectiva aérea.
La
composición del tema es piramidal, siendo la cabeza de Santa Ana la que ocupa
el vértice de la pirámide. Hay una especie de movimiento giratorio de las
figuras que crea un flujo, una especie de corriente de transmisión del amor de
la madre hacia la hija, de la hija hacia el Hijo, y del Hijo hacia el cordero
del sacrificio. Esta corriente se acentúa por la línea de unión de las tres
miradas. La serena expresión de Santa Ana contrasta con la ansiedad manifiesta
de la Virgen por el niño.Y, no falta quién ha visto en ello, un significado
simbólico.
La
concepción del tema es el de una escena puramente familiar, tierna y doméstica,
que adquiere una dimensión sobrenatural gracias al paisaje. El amor terrestre y
el amor divino van unidos en este cuadro, que emana una ternura y una
espiritualidad raramente igualadas.
R.R.C.