Tras
el Edicto de Milán, (313) se abandonan las catacumbas y se alza el primer
edificio de culto cristiano reconocido oficialmente: la basílica, edificio
derivado de la basílica romana.
El cristianismo, que en un principio no
trata de crear un arte original, sino de adaptar los elementos utilizables de
la civilización que le rodea, estima la basílica como edificio más idóneo para
desarrollar su culto. El templo greco-romano para nada convenía al nuevo culto,
que por su carácter comunitario partía de la asamblea de fieles. Éstos,
reunidos en asamblea, constituían la iglesia (ecclesia quiere decir asamblea). Por tanto, la iglesia cristiana es
a la vez edificio sacro (casa de Dios, Domus
Dei) y un edificio profano, una sala de asambleas (ecclesia). Los cristianos encontraron en la basílica la solución a
sus necesidades litúrgicas. San Juan de Letrán y San Pedro fueron las primeras
manifestaciones de esta arquitectura cristiana a través de las cuales se puede
reconstruir el prototipo de iglesia.
LA PLANTA DE LA BASÍLICA
La planta de la basílica es sumamente
sencilla, respondiendo a un plan longitudinal. El conjunto se inicia con un atrio,
o patio abierto y generalmente porticado, para la reunión de los fieles antes
del oficio religioso, que daba acceso al nartex, espacio reservado para los
catecúmenos (no bautizados). El cuerpo de la iglesia consta generalmente de
tres naves, la central más ancha y alta que las laterales, existiendo a veces
una nave transversal, el transepto. En el centro del muro testero se abre un
remate semicircular, el ábside, cubierto por una bóveda de cuarto de esfera. En
este lugar se sitúa el presbiterio
-espacio reservado a los sacerdotes-, con el altar, lugar principal del
edificio, levantado generalmente sobre la cripta o tumba de un mártir.
Más próximos a los fieles y dentro de
la nave mayor se sitúan los ambones, en el de la izquierda se lee el Evangelio
y en el de la derecha la Epístola. Hay otro pequeño espacio que se reserva para
el clero menor, el coro.
Las naves se reservaban para los
fieles, situándose los hombres en el lado del Evangelio y las mujeres en el de
la Epístola. Esta separación de sexos llegará a determinar un lugar
independiente para las mujeres, la tribuna o matroneum, situada sobre las naves laterales.
EL ALZADO
Las naves se separan por medio de
columnas marmóreas de fuste liso, con capiteles jónicos o corintios, a veces
alternados. Sobre ellas se apoyan o bien arcos de medio punto o bien
entablamentos. Esta misma disposición se repite, cuando aparece, en la tribuna.
La zona superior del muro se horada mediante vanos de iluminación que
constituyen el claristorio. La cubierta interior consiste en una armazón de
vigas de madera que frecuentemente se ocultaba con un techo horizontal del
mismo material.
Al ábside, en el que desemboca la nave
mayor, se accede bajo un arco triunfal, es decir, una gran arcada de medio
punto que viene a emular el efecto triunfal de los arcos conmemorativos
romanos, pero aquí tiene un carácter religioso al simbolizar el triunfo de la
Iglesia. El espacio absidal es el único abovedado mediante una bóveda de cuarto
de esfera.
Dentro de este espacio basilical ocupa
un lugar importante el transepto, que nace como consecuencia del culto a las
reliquias, y a través del cual los fieles afluyen con las ofrendas hacia el
altar, bajo el cual se encuentra una cripta con las reliquias del mártir.
Las basílicas se completan con el baptisterio, de planta circular o
poligonal. En el centro se sitúa la cisterna (cuba), que suele ser de gran tamaño, ya que el bautismo es por
inmersión y sólo se bautizaba a los adultos. El baño cristiano entraña una
resurrección. Por ello predomina la forma octogonal, pues el número ocho está
unido a la idea de resurrección. Alude al octavo día después de la Creación y
descanso. Así, el alma del difunto se regenera gracias al agua.
La decoración de las basílicas suele
ser muy sencilla, aunque el mosaico
empieza a utilizarse como elemento decorativo importante a partir del Edicto de
Milán. Sigue usándose como decoración de pavimentos, pero comienza ahora a
extenderse a las paredes y al ábside, adaptándose en éste a la superficie
semicilíndrica y al casquete.
A veces el tamaño de las teselas, en
pasta vítrea, es muy pequeño y su forma, regular cuando se trata del fondo, se
hace variada en las figuras, donde se requería una mayor minuciosidad y
refinamiento de efectos. Las pastas vítreas de que se hacían las teselas eran
tanto transparentes como opacas y comprendían una amplia gama de colores. Se
siente como una decoración afín a la pintura, pero más duradera.
MANUAL DE HISTORIA DEL ARTE