lunes, 11 de marzo de 2013

La Oración del Huerto de Salzillo

     Francisco Salzillo, escultor de padre napolitano, se afincó en Murcia, y perteneció a la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, la cual le confió la ejecución de ocho pasos procesionales. Como nos estamos acercando a la Semana Santa, sería procedente recordar uno de ellos realizado en 1754, “La Oración del Huerto”. Tallado en madera policromada tiene un peso de 1120 kilos, y es portado en procesión el día de Viernes Santo por las calles murcianas por veintiocho nazarenos a la usanza tradicional. Tanto en ésta como en otras obras, el autor demuestra sus grandes dotes compositivas y su realismo nativo, libre de las limitaciones ideológicas clásicas, a cuya influencia muy pocos artistas  de la época lograron escapar. Recoge la narración que hace el Nuevo Testamento del momento en que Jesús se hace acompañar por tres discípulos para orar en el huerto de Getsemaní, en donde horas más tarde será arrestado por una patrulla romana conducida por Judas. A partir de este momento comenzará su Pasión y muerte, que Salzillo plasmará en sus obras procesionales.
     Su firme y preciso cincelado no reprime su ímpetu intencionado y bien definido, con el que revitaliza la escultura religiosa reforzándola con una nueva inquietud emocional. Destaca en la sabia composición de las escenas con grandes dotes escenográficas. Las figuras emanan una gran  ternura y son portadoras de sentimientos profundos.
     El paso de la Oración del Huerto es seguramente su obra cumbre. El grupo está formado por el ángel, Cristo y los apóstoles Juan, Santiago y Pedro. El conjunto escultórico está compuesto por dos grupos: el ángel que conforta a Jesús, forma el principal; y el grupo barroco de apóstoles dormidos en perfecta armonía, en segundo término.
     El grupo de Cristo y el ángel es un magnífico estudio anatómico de la agonía de Jesús; que aparece arrodillado, a punto de desplomarse, con un rostro lleno de melancolía que refleja la angustia del momento. Destaca la perspectiva de visión frontal y sus extremos escenográficos. El grupo es creado en un espacio diferenciado que queda un tanto distante del espectador.
     El ángel (mide 1'65) es una obra incomparable. Aparecido a Jesús en el momento más triste de su aceptación de la voluntad del Padre, conforta al Dios-hombre en su agonía. Las hojas de un olivo sirven de marco a este encuentro. Por los rasgos de rostro y cuerpo que presenta, este ángel es un ser sin determinación en cuanto a sexo. La cabeza es de una belleza incomparable, y guarda un perfecto equilibrio y armonía en sus elementos. De cintura para arriba logra una figura en movimiento que rodea y da vida al conjunto. De cintura para abajo se puede observar una posición forzada en su pierna izquierda. Merece la pena destacar y observar el delicado gesto que representa el brazo extendido. Por último, hay que poner de relieve el impresionante plumaje del que hace gala en sus alas extendidas, pues acaba de posarse sobre la tierra.
     El grupo de apóstoles se muestran dormidos en perfecta unión. San Juan aparece dormido profundamente sobre su propio brazo extendido. Santiago duerme en posición descuidada; mientras San Pedro lo hace con espada en mano, en expresiva posición de alerta y guardia al Cristo que ora a unos metros, probablemente, la figura más lograda por su expresivo rostro, la perfecta anatomía de su brazo izquierdo dispuesto a intervenir, y el gran naturalismo conseguido en su pié descalzo que deja ver unos magníficos pliegues.    
       R.R.C.