Han pasado 2500
años y todavía conmueve a muchos el recuerdo de unos pocos que dieron la vida
por su pueblo, su cultura; y sin saberlo, también por la nuestra.
Corría el verano
del año 480 a. de J.C. cuando 300
espartanos, al mando de Leónidas I, su Rey, se dirigieron al desfiladero de las
Termópilas para hacer frente al mayor ejército del mundo compuesto por 200.000
hombres como mínimo, que secaban los ríos al pasar, (según alguna fuente) con
su “Rey de Reyes” a la cabeza, hijo de Darío, que ya fracasó en su intento de
conquistar La Hélade unos años antes. Tanto Jerjes, como alguno de sus
generales, ardían de venganza contra los griegos por su rotundo fracaso en
Maratón. El que le esperaba ahora no iba a ser menor que éste, gracias a dos
hombres excepcionales que unieron sus fuerzas en estos decisivos momentos:
Temístocles, arconte de Atenas y Leónidas rey de Esparta. Mientras el primero
los derrotó en la batalla naval de Salamina, Leónidas los retuvo el tiempo
suficiente en las Termópilas, lo que permitió la reorganización del ejército
griego para poder derrotar a Jerjes y liberarse del yugo persa.
La cultura
occidental surgió en Grecia, la continuaron los romanos y la extendieron por
todo el Mediterráneo, se volvió a retomar en Florencia, en la ciudad donde
surgió el Renacimiento, que junto a la tradición judeo-cristiana que ya
impregnó el Imperio romano, son la base del mundo occidental actual.
En las Termópilas
combatieron los trescientos espartiatas al mando de Leónidas. Las bajas que
provocaron en el ejército persa fueron cuantiosísimas: más de 20.000. En
algunos combates participaron bajo las órdenes del general espartano hoplitas
(soldados) de otras polis griegas: 700 tespianos, que fallecieron todos, y unos
400 tebanos, que los que no perecieron se rindieron a los persas y fueron
marcados como esclavos. Casi todos cayeron luchando, incluido Leónidas. Los pocos que quedaron fueron
reducidos por los arqueros persas.
La traición no
faltó en esta gesta heroica, un pastor de la zona llamado Efialtes (que significa pesadilla) informó al Rey persa de la existencia de una vereda por la que podían
pasar las tropas y rodear a los defensores del paso, como así ocurrió. Las
Termópilas se perdieron, pero ganaron la guerra, su misión ya la habían
cumplido.
La defensa del
estrecho, y especialmente el comportamiento de Leónidas y los trescientos
espartanos de su guardia personal, ha sido un hito en la historia de Occidente que, sin duda, hubiera sido de otra manera sin la determinación que mostraron
estos pocos hombres en defender sus leyes, y al final las nuestras, como reza
una pequeña lápida escrita por Simónides de Ceos. Para entender mejor esta
actitud, basta recordar unas palabras de Tirteo, considerado el poeta nacional
de Esparta, de cómo un espartano debía afrontar el combate: “No habrá respeto
ni consideración en la guerra para el hombre que no es capaz de soportar la
sangre y la muerte, pues batirse cara a cara es la excelencia, el mayor trofeo
para los jóvenes y aguerridos”.
El cine ha
llevado esta gesta a las pantallas. En
1962, “Los Trescientos Espartanos” narra
los hechos acaecidos entonces con cierto rigor
histórico (aunque el desfiladero no aparece por ningún lado). En el 2007
aparece otro filme “300” con un estilo y
una puesta en escena totalmente distinto al anterior, con imágenes que cabrían
perfectamente en películas como “La
Guerra de las Galaxias”, o “El Señor de
Los Anillos”. Al igual que en la primera, se rinde un merecido homenaje a los héroes
espartanos, al margen de otras consideraciones, que sin duda se podrían hacer y
en las que no entraré.
Fue una suerte
para las polis griegas y para la cultura occidental en general, que en esos
momentos tan delicados coincidieran el hábil Temístocles en Atenas y el
valiente Leónidas en Esparta, pues la conjunción de ambas virtudes se hicieron
necesarias para el triunfo de la razón sobre la barbarie.
La fuente
histórica más importante que informa sobre el acontecimiento es el Libro VII de
Historia de Herodoto del siglo V a. de J.C., al que podríamos añadir el Libro
IX de la Biblioteca histórica de Diodoro de Sicilia del s. I a. de J.C. Por
último, Paul Cartledge, profesor de Historia
Griega de la Universidad de Cambridge, ante el éxito de la película de
Zack Zinder de 2007 ya mencionada, publicó un ameno e
interesante libro llamado “Termópilas. La Batalla que cambió el Mundo”.
Nota: famoso lienzo de “Leónidas en las Termópilas” del pintor
neoclásico francés J.L. David, expuesto en el Museo del Louvre de París.
R.R.C.