Es un óleo
sobre un lienzo cuadrado del autor holandés Piet Mondrian (1871-1944). Pintado en 1930 de
51x51 cm y conservado en Tate Modern, un museo de Gran Bretaña. Mondrian es una
de las figuras más importantes en el desarrollo del arte abstracto. Su estilo
se denomina Neoplasticismo, en el que es notorio el influjo del cubismo, pero que
desarrolla un método no figurativo en la pintura, con el objeto de expresar lo
absoluto y lo universal que se oculta tras la realidad. En el fondo, lo que se
trata de exponer es una realidad pura, sin complementos que la desvirtúen. Para
lo cual pudo llevar a cabo la representación del equilibrio que tanto deseaba;
a través del uso del color, las líneas precisas, y el espacio sin
interferencias. Se restringía únicamente a líneas rectas verticales y
horizontales y a los colores básicos: rojo, amarillo y azul, junto con el
blanco y el negro que son neutros. El propio Mondrian dedicó algún libro a
explicar lo que acabo de escribir y que puede arrojar luz sobre su movimiento
pictórico cuando afirma: Todo artista
verdadero ha sido siempre inconscientemente movido por la belleza de la línea,
del color y de las relaciones entre ellos y no por lo que sean capaces de
representar. Además, podemos completar estas palabras con lo que decía el
matemático Mathieu Schoenmaekers (1915): Los
dos extremos absolutos fundamentales que conforman nuestro planeta son: la
línea de fuerza horizontal, es decir, la trayectoria de la Tierra alrededor del
Sol, y el movimiento vertical y profundamente espacial de los rayos que tiene
su origen en el centro del sol. Los tres colores principales son el amarillo,
el azul y el rojo. No existen más colores que ellos.
Para este artista lo importante era
representar el mundo de una manera más simple de lo que es en realidad. No
había que representar la naturaleza, sino que el artista tenía que abstraerse
de ella. Sus composiciones, del mismo estilo de la que vemos, no representan
nada en particular y dejan a la imaginación del espectador que cree lo que
guste; con las diferentes formas y colores que él le propone en sus pinturas.
En la composición que contemplamos, el autor evita cualquier concepción de
perspectiva, por lo que prescinde de las líneas curvas y diagonales que
contribuirían a ello. En definitiva, al ser el lienzo una superficie plana,
sólo debe de contener elementos planos.
Es un cuadro equilibrado, como prueban los
colores y las formas que los contienen en un perfecto orden. Aquí emplea sólo
los tres colores primarios, de los que salen todos los demás y que dan título a
la obra. Mientras tanto, las líneas negras dividen y organizan el espacio;
creando espacios más grandes, más pequeños, más altos, más bajos… A la vez que
evitan que la pintura se desborde, poniendo límite a los colores. Por otra
parte, los espacios en blanco, producen la impresión en el observador de vacío,
luz e incluso aire. Simplicidad, solemnidad y armonía creo que definen a la
perfección esta obra, además del equilibrio y elegancia que consigue en la
distribución de los colores. Cada rectángulo que observamos en el cuadro constituye
un módulo estático, su yuxtaposición genera un ritmo, un orden, una proporción,
un dinamismo…
Hay que tener presente para entender mejor
las composiciones de este autor, que viajó a Nueva York, se quedó prendado de
sus calles rectas que se entrecruzaban en la Gran Manzana. Desde luego, fueron
una fuente poderosa de inspiración. Es su mundo el que vemos en sus pinturas. Este
estilo, al que hemos denominado Neoplasticismo, ha sido aplicado por decoradores de interiores: en muebles, en diseño, en arte gráfico, en prendas
de moda, en revistas, en propaganda variada etc. Una muestra de ello lo podemos
ver a continuación:
R.R.C.
Nota: He
tenido presente para el comentario de esta obra lo publicado por Marisol Román.