En agosto de
1996 pasé unos días en León con el objetivo de conocer esta hermosa ciudad y
visitar, especialmente, su bellísima catedral gótica y la iglesia románica de
San Isidoro, levantada sobre otra basílica más antigua de arte asturiano. El
templo actual se remonta al siglo XI y es de planta basilical de tres naves sobre
pilares con medias columnas adosadas, que sostienen arcos peraltados de medio
punto. La nave central se cubre con bóveda de medio cañón, mientras que las
laterales lo hacen con bóvedas de arista, como es habitual en este tipo de construcciones.
Posiblemente, lo más interesante lo encontramos en el Panteón de los Reyes,
construido por doña Sancha entre los años 1056 y 1066 para enterrar a su esposo
Fernando I de Castilla. Consta de tres naves con bóvedas de arista sobre
columnas y pilares con columnas adosadas. Las primeras, cuando son exentas
tienen un grosor enorme, desproporcionado con su altura y descansan sobre una
sólida base con plinto. Cuando me encontré en su interior, recordé, que algunos
lo consideraban la “Capilla Sixtina del arte románico español,” pues los
pintores castellanos decoraron las bóvedas y parte de los muros durante el
reinado de Fernando II, en el último tercio del siglo XII. Aparecen
representados el Pantocrátor rodeado del Tetramorfos, la anunciación a los
pastores, la degollación de los inocentes, entre otras escenas bíblicas. Pero
no fue en una bóveda, sino en el intradós de un arco, en donde observé la
representación que me resultó más curiosa, y la única cuya temática no era
religiosa. Me refiero a las figurillas que aparecían en los doce círculos que
simbolizaban los meses del calendario románico agrícola, aunque hoy día hay
quién lo interpreta como una metáfora del paso del tiempo y no un calendario
propiamente dicho.
Esta pintura llamó mi atención, por la
información que nos transmite de aquella sociedad rural que contaba con lo
justo para subsistir, pues nos informa de una manera gráfica y sencilla, sobre
cuál era la actividad más importante de cada mes de los habitantes leoneses de
ese período. Tarea que no nos llevará mucho tiempo, sólo tenemos que echar un
vistazo al interior del arco para averiguarlo.
Empezando por el mes de enero, nos
encontramos un hombre con cuerpo de frente y doble rostro, que mira a su
derecha y a su izquierda. Mientras cierra una puerta con su mano derecha (el
año que termina), abre otra con su mano izquierda (el año que comienza). Imagen
inspirada en el dios romano Jano Bifronte que miraba simultáneamente a oriente
y occidente. Considerado como el portero que abría y cerraba las puertas o
épocas.
El mes de febrero aparece representado por
un anciano cubierto por una pesada capa de color oscuro, para resguardarse del
frío de los duros inviernos de León, a la vez, que deja al descubierto sus
manos y sus pies, que calienta en una hoguera próxima.
En el mes de marzo, nos encontramos con un
hombre en plena faena agrícola, concretamente se encuentra podando con unas
grandes tijeras una planta de vid. La importancia del vino como complemento de
la alimentación en estos momentos y como bebida reparadora, es conocida por los
historiadores.
El mes de abril se encuentra representado
por un hombre de frente, que nos mira complacido con los brazos extendidos,
portando una planta en cada mano. Podría indicarnos la llegada de la primavera
y la recogida de algunas cosechas.
El mes de mayo es menos pacífico, aquí nos
encontramos con un militar que prepara su caballo y su escudo, para una campaña
bélica que empezaban con el buen tiempo en la Edad Media. La desproporción de
las figuras resulta llamativa. En los meses siguientes dominan las tareas
agrícolas.
El mes de junio aparece representado por
un hombre que trabaja la tierra y, lamentablemente, el paso del tiempo nos ha
privado de ver su rostro y la planta que sujetaba con su mano izquierda, la
cual, trataba de cortar con la hoz que porta en su mano derecha. Es en el
verano cuándo se recogía gran parte de lo que producía la tierra de labor.
En el mes de julio se continúan con las
labores del mes anterior. Aquí no hay dudas de lo que vemos: un hombre segando
un campo de trigo con una hoz.
En el mes de agosto toca la trilla de los
campos, separar el grano de la paja, una vez que se ha realizado la siega. El
mayal es la herramienta que porta el agricultor en esta escena y que servía
para tal fin. Con ella podemos comprobar como golpea el cereal, in situ.
En septiembre nos encontramos con la
recogida de la vid. Actividad importante donde las haya. Recordemos la significación
del vino ya mencionada.
En octubre se hace referencia a la crianza
de los animales. Concretamente aparece un hombre alimentando a dos cerdos con
bellotas, para su posterior sacrificio, como podemos comprobar en el mes
siguiente.
Noviembre era el mes de la matanza del
cerdo, pues lo que se obtenía de él era relevante en el sustento de estas
gentes. El frío del invierno hacía que se conservara durante más tiempo y en
buen estado su carne. Un matachín lo sujeta por las orejas poco antes de
matarlo con una picaza.
En diciembre había que descansar y
resguardarse del duro invierno. Ya se habían realizado las tareas agrícolas y
ganaderas que proporcionaban la comida, e incluso se había ido a la guerra. Este
mes aparece representado por un hombre sentado a la mesa frente al fuego y
sobre ella una copa de vino. Porta un cuenco de comida en su mano izquierda,
mientras lo bendice con tres dedos de su mano derecha (es la forma de bendecir).
Recordemos que nos encontramos en el mes de la Navidad y la sociedad a la que
corresponde este calendario era profundamente cristiana. Por otra parte,
mientras en los meses anteriores nos encontramos con hombres jóvenes, éste ya
es mayor, probablemente, haciendo referencia al año que termina.
Respecto a las características que
presentan estas pinturas, son las típicas del arte románico: silueta realizada
con un contundente trazo negro que resta naturalismo a las figuras, prefieren
el color puro a la presencia de tonalidades, carencia de perspectiva, fondos
neutros, ausencia de luz, esquematismo, etc. Todo lo cual conlleva una forma de
representación antinaturalista.
No sé si de las doce escenas, alguna
tiene más valor artístico que las demás. En mí, como se suele decir, modesta
opinión, el mes de noviembre sería el que destacaría, a la vez, que fue el que
más me impresionó, por la crudeza de la acción de matar al pobre animal. Motivo
por el cual, no compré la reproducción del mismo que te ofrecían a la salida de
la iglesia y preferí llevarme otras dos, las correspondientes a los meses de
septiembre y octubre, más agradables y, sobre todo, pacíficas. Comprar las
reproducciones en cerámica (muy bien hechas, por cierto) de los doce meses
resultaba algo caro, pero comprar un mes o dos, estaba al alcance de cualquier
bolsillo.
Nota: Sobre
el Panteón de los Reyes de San Isidoro de León hay otra entrada en agosto de
2013.
R.R.C.