Es una
pintura realizada con óleo sobre lienzo por el artista de origen francés y
nacionalizado norteamericano Marcel Duchamp. Fechada en 1912 presenta unas medidas de 147X89 cm. y se encuentra
expuesta en el Museo de Arte de Filadelfia. Obra en la que "coquetea" con el cubismo analítico que tiene lugar entre 1902 y 1912, en donde la pintura es casi monócroma, ya que los colores no interesan, pues lo importante es la geometrización, con la que expresa el movimiento continuo de un desnudo femenino a través de una cadena de figuras cubistas superpuestas.
Pronto abandonará este estilo para dedicarse a un nuevo invento totalmente
revolucionario en la teoría del arte, como fue la creación del ready made, ya
tratado por mí en otra entrada de este blog. No cabe duda, de que la
cronofotografía descubierta a finales del siglo XIX le sirvió de motivo de
inspiración a la hora de plantearse esta pintura.
El lienzo fue rechazado por el Salón de
los Independientes, y tuvo que esperar un año para ser expuesta en el Armory Show
de Nueva York, donde fue recibido con admiración y sorpresa a la vez. Esta obra
que podríamos considerar a medio camino entre el cubismo, el futurismo y el
arte dada, ya sorprendió con su título que el propio autor escribió sobre el
mismísimo lienzo. La sensación de movimiento que produce no se había observado
en ninguna otra creación hasta ahora. La plasmación pictórica de la idea del
movimiento era una de sus máximas preocupaciones en el momento de ejecutar este
trabajo. Emplea una gama de ocres, marrones, dorados y retazos de otros colores.
La figura se compone de elementos abstractos y otros de forma cónica, cilíndrica
o esférica, que producen en el espectador esa sensación de ritmo y movimiento acelerado
en diagonal. Pero lo habitual en él era no detenerse mucho para explorar las
posibilidades que le abría un nuevo cometido, simplemente abandonaba esa vía e
iniciaba una nueva.
El cuerpo humano, en este caso el de la
mujer a la que suponemos ver, se convierte en una verdadera máquina de
movimiento. En su descenso a no se sabe dónde, el desnudo deja la sucesión de
sus sombras, cuestión que cuidaba mucho Duchamp, como sabemos por sus ready
made, en los cuales nos advertía, que las sombras que proyectaban eran parte de
la propia obra. Además, hay una intención evidente del autor de representar el
movimiento de un cuerpo (instantes del mismo personaje), en un espacio
determinado. Al descomponerse las imágenes en su trayectoria pone de
manifiesto, en términos netamente artísticos, la cuestión del tiempo como
fenómeno físico.
En
fin, una obra revolucionaria en su época, un ejemplo de los estilos
vanguardistas de comienzos del siglo XX.