La imagen es una reproducción del Arca de la Alianza |
Hace unos pocos años, un pequeño grupo
de alumnos de bachillerato se dirigió a mí después de salir de clase, para
preguntarme qué había de cierto en la famosa saga de películas de aventuras del
conocido arqueólogo Indiana Jones. Personalmente, era una cuestión que no me
preocupaba demasiado, pues simplemente me había limitado a ver los filmes y a
pasar un buen rato en el cine. Me gustaron mucho, aunque unas más que otras, pero nada más. En
mi opinión, la última de ellas se la podían haber ahorrado. Sin embargo, en
esos momentos me sentía obligado a darles una contestación; sin hacerles
esperar demasiado.
Aunque el protagonista es un personaje
inventado, en todas ellas se ha buscado un motivo histórico que sostenga las
fantásticas y arriesgadas aventuras, que desarrolla de una manera incansable
el héroe de la andanza. De las cuatro en cuestión, la que más me interesó fue
la primera de ellas: “En busca del arca perdida”, creo que es la mejor, y mi
respuesta se limitó a ésta. Las dos siguientes me gustaron menos, y la base
histórica en la que se apoyaron tiene poca consistencia, si es que tienen
alguna. La segunda entrega titulada “El templo maldito”, considero que es
fantasía pura, pero en este tema me falta información. No obstante, he leído
que intenta apoyarse en rituales y sacrificios dedicados a la diosa Kali, por
una secta secreta que se dio en la India cuando todavía era una colonia. En “La
última cruzada” Indiana Jones junto a su padre intentan descubrir el lugar
donde se guardaba la copa que utilizó Cristo en la Santa Cena, para lo cual
los creadores de esta historia se apoyaron en la obsesión que mostraron los
nazis por encontrar reliquias arqueológicas de carácter religioso. La cuarta
entrega titulada “El reino de la calavera de cristal”, me parece la más
fantástica de todas, ya que se ampara en un ovni que visitó la Tierra no se
sabe cuándo.
Respecto a la película que encabeza la entrada es la mejor documentada de
las cuatro, pues el hecho en el que se basa, al menos en parte, es histórico, ya que se
muestra documentado no solamente en la Biblia, sino que además se representa grabado en
uno de los muros del templo de Amón en la antigua Karnak, aunque la ciudad concreta de Jerusalén no aparece mencionada en dicho grabado. El asunto
lo expone el propio Dr. Jones ayudado por un colega amigo suyo, cuando dos
representantes del gobierno norteamericano lo visitan, inquietos por un correo
que su servicio de espionaje había captado a los nazis. El hecho en cuestión
consiste en el saqueo que un faraón llevó a cabo en Jerusalén, sustrayendo de
su Templo el Arca de la Alianza para trasladarla a Tanis, capital de Egipto
en este momento, y enterrarla en esta ciudad próxima a su tumba. El nombre de
este soberano es Sheshonq I, citado en la Biblia como Sisac (pueden variar algo
sus denominaciones dependiendo de la traducción). Hay que advertir que no
todos los investigadores están de acuerdo con identificar ambos nombres con el
mismo personaje, pero según he podido comprobar, un número importante de ellos
sí lo está con dicha unificación.
En el capítulo 12 del Libro Segundo de las Crónicas del Antiguo Testamento, se
expone como un castigo divino al rey de Israel Roboam por abandonar la Ley de
Yahveh junto con todo su pueblo, que en el quinto año de su reinado allá por
el 925 antes de J.C., que el faraón Sisac en una campaña contra la capital de su
reino con: 1200 carros, 60 000 caballos y un incontable número de libios,
sukíes y etíopes (cifras evidentemente exageradas) se apoderó de los tesoros,
tanto de la Casa de Yhaveh, es decir, del Templo de Jerusalén, como de la casa
del rey. Este suceso también aparece descrito menos detalladamente en el cap.
14 del Libro Primero de Reyes.
Sheshonq I es el primer faraón de la XXII dinastía y gobernó entre el 945 y el
924 a. de J.C., o sea, durante 21 años, por lo tanto fue en el año 20 de su
reinado, cuando llevó a cabo la expedición contra el pueblo elegido, que para
algunos historiadores se correspondería con el quinto año de reinado de
Jeroboam, hijo y heredero del gran rey Salomón. Luego, en el 925 antes de
nuestra era tuvo lugar el saqueo de Jerusalén por parte de las tropas del
soberano egipcio, por cierto, la película lo sitúa 55 años antes de J.C. Por orden
suya esta campaña en la que llega a conquistar 150 localidades hebreas fue grabada, como ya indiqué más arriba, en los muros del templo dedicado al dios Amón en
la ciudad de Karnak, concretamente en el Portal de Bubastite (imagen inferior). Así pues, tenemos constatación de un hecho narrado en el
Antiguo Testamento por una fuente ajena al mismo, validando este suceso como
un evento histórico. Además, el Dr. José Lull García experto en egiptología
expone en su escrito “En torno a la campaña Palestina de Sheshonq I” que: son
varios los relieves e inscripciones egipcias que aportan información sobre la
intervención de este faraón en Palestina, y mantiene el 925 antes de J.C. como
el año que tuvo lugar este acontecimiento.
En cuanto al Arca de la Alianza no se dice nada en ninguna de las fuentes. Si
los egipcios se la hubiesen arrebatado al pueblo judío, ya que se custodiaba en
el Templo de Jerusalén en estos momentos, según nos informan los escritos
bíblicos, y, siendo además su objeto de culto más sagrado la hubiesen mencionado en primer lugar, y no ocurre así. Por otra parte, después de realizar
diversas expediciones arqueológicas en Tanis, no se ha encontrado.
Especialmente las llevadas a cabo por el egiptólogo francés Pierre Montet, que
halló varias tumbas reales entre las que se encontraba la de Sheshonq II,
tercer faraón de la XXII dinastía. Yo no podría decir si, entre sus ideas, tenía
cabida la ilusión de localizar el Arca perdida en alguna de estas tumbas, pero son muchos los que afirman que ese era su verdadero objetivo.
A día de hoy, no sabemos qué ha sido del Arca de la Alianza, ni cuándo
desapareció exactamente, e incluso, hay quien ha puesto en duda su existencia.
Se han propuesto numerosas teorías y lugares para una posible ubicación, pero
sin resultado alguno. El pueblo judío espera dar con su paradero alguna vez y
recuperar esta parte de su historia. Indiana Jones en la ficción ya lo ha
hecho.
NOTA:
El
arqueólogo estadounidense en el que se inspiraron Steven Spielberg y George Lucas para la película de Indiana
Jones “En busca del arca perdida” se llamaba Sylvanus Morley, experto en la
cultura maya. Además, trabajó de espía para su país mientras buscaba ruinas de
esta civilización por la península de Yucatán.
R.R.C. APÉNDICE:
BRAZALETE DE SHESHONQ I
Este brazalete del faraón Sheshonq I se
encontró en la tumba de Psusennes I, pero en la momia de Sheshonq II. Su antigüedad
se remonta al siglo X a. de C. Actualmente se encuentra en el Museo de El
Cairo, y tiene una altura de unos 4 cm. y medio. Para su elaboración se utilizó
oro, lapislázuli y cornalina. En su interior aparecen los cartuchos de su
propietario original, o sea, el del primer monarca mencionado.
Destaca el impresionante ojo de Horus, o
Udyat, con propiedades mágicas de protección, uno de los símbolos más repetidos
en el antiguo Egipto que llega hasta hoy. Se posa sobre una cesta, que es el
jeroglífico que utilizaban los egipcios para la palabra “señor”, embellecida
con una simple decoración geométrica a base de pequeños rectángulos. Bandas
paralelas en la que predomina el dorado metal, y el azul del lapislázuli
(aunque en esta ocasión presenta un exceso de calcita blanquecina), completan
de ornamentar este hermoso brazalete con bisagras, que debieron de lucir en su
día, al menos dos soberanos. En fin, otra obra más que pone de manifiesto la
calidad artística y la precisión que alcanzó la orfebrería en el país de los
faraones.
R.R.C.
APÉNDICE II
EL CÁLIZ DE VALENCIA
APÉNDICE II
EL CÁLIZ DE VALENCIA
Se han propuesto más de 200 cálices como
candidatos al que utilizó Jesús en la Última Cena, pero ¿podría ser uno de
ellos el verdadero? Es posible, el que fuera Catedrático de Arqueología de la
Univ. de Zaragoza y científico de prestigio Antonio Beltrán, llevó a cabo una
concienzuda investigación sobre la copa conservada en la catedral de Valencia.
Partiendo del más absoluto escepticismo, llegó a la conclusión de que, si no era
posible afirmar con rotundidad de que dicha copa era el Santo Grial, tampoco se
podía oponer una prueba científica de que no lo era. Solo la parte superior que
consiste en un cuenco de ágata que se puede datar en el siglo I, o II a. de C. de
unos 9 cm. de diámetro y 7 de altura sería el verdadero cáliz, ya que el resto
de la copa es una añadidura de orfebrería medieval y, por lo tanto, quedaría
descartada. Este tipo de tazón era el que se utilizaba en la Pascua judía en
Jerusalén allá por el siglo I. Pudo ser elaborada en Egipto, Siria, e incluso,
en el propio Israel. A partir de aquí, la historia de esta pieza es muy extensa
y sobrepasa esta pequeña reseña. Por otra parte, tenemos que descartar la idea
de que el Santo Grial era de cerámica u otro material modesto, como el que encuentra
Indiana Jones en su famosa película, con el absurdo argumento de que así sería
la copa de un carpintero.
Por último, recordar, que le ha salido un
serio competidor a esta reliquia, y que se conserva en San Isidoro de León, me
refiero al Cáliz de Doña Urraca, que cedió sus joyas para embellecerlo, y, de
ser auténtico, también sería la parte superior consistente en un cuenco de
ónice. Así que, al igual que Indiana Jones tuvo que elegir, las opciones están
abiertas.
R.R.C.