LA MATANZA DE LOS INOCENTES DEL BELÉN DE SALZILLO
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El día 28 de
diciembre de cada año la Iglesia católica conmemora el día de Los Santos
Inocentes, que tuvo lugar en la pequeña localidad de Belén de Judá en la época
que nació Jesucristo, ordenada por el sanguinario rey Herodes el Grande, ante
el temor de que allí hubiera nacido alguien que pudiese arrebatarle su trono.
No lo consiguió, sin embargo, su hijo el rey Herodes Antipas más de treinta
años después fue uno de los partícipes más activos en la crucifixión de Jesús
de Nazaret.
Es el evangelio
atribuido a San Mateo, el que nos transmite en muy pocas palabras, concretamente
en el capítulo 2, este brutal acontecimiento: “Entonces Herodes, viéndose
burlado por los magos, se irritó sobremanera y mandó matar a todos los niños
que había en Belén y en sus términos de dos años para abajo, según el tiempo
que con diligencia había inquirido de los magos”. Este breve pasaje es todo lo
que tenemos dentro del Nuevo Testamento para reconstruir todo lo que ocurrió
ese fatídico día. Los otros tres evangelistas guardan silencio, aunque
realmente solo San Lucas debería de haber dicho algo, puesto que es el único
junto con Mateo que habla de la infancia de Jesús, pues los otros dos
comienzan sus Evangelios a partir de la actividad pública del Maestro. El relato
aparece ampliado y ofreciendo más detalles en algunos de los evangelios
apócrifos. Otros, prácticamente, no añaden nada sustancial, como el Evangelio
de Nicodemo, por ejemplo. Además, nos encontramos con unos cincuenta
comentarios y sermones de Padres de la Iglesia en los que aparece una breve
explicación del pasaje del apóstol a partir del siglo II. En fin, toda esta
información extrabíblica es muy tardía, de poca confianza y casi todos los
historiadores actuales la omiten.
Teniendo presente
los criterios que sigue la crítica histórica moderna, y una vez descartadas las
fuentes no canónicas, solo nos queda el testimonio de San Mateo, por lo que la
mayoría de los historiadores no admiten este acontecimiento como un hecho
histórico, aplicando el principio: de que una sola fuente no es suficiente para
demostrar un hecho histórico, máxime, si se trata de un acontecimiento tan
lejano en el tiempo. Podría mencionar numerosos historiadores de prestigio que
no aceptan la matanza de niños como algo real, incluso exégetas bíblicos
católicos que la cuestionan o simplemente la descartan. Otros, apuntan que el
evangelista la confundió con algún suceso dramático llevado a cabo por Herodes,
como fue la ejecución de dos de sus hijos, o de tantos otros, temeroso de que
le quisieran arrebatar el trono. Hasta el propio Ratzinger que más tarde se
convertiría en Benedicto XVI, en su famoso libro La infancia de Jesús, lo más que se atreve a confirmar es que la
masacre en cuestión podría haber ocurrido, teniendo en cuenta la crueldad y la
falta de escrúpulos que siempre demostró este gobernante. Y el hecho, de que
solo contamos con un testimonio, no demuestra que no haya pasado, pero no se
atreve a confirmar el episodio como histórico.
Por supuesto que
hay otros pensadores cristianos que no cuestionan el sacrificio de inocentes, y
dan toda la credibilidad del mundo al evangelista y hacen una lectura literal
del texto. Su argumento principal es, que un evangelio contenido en el Nuevo
Testamento no puede mentir, ni equivocarse. Además, está en consonancia con la
maldad probada por otras fuentes históricas del personaje, que no hubiese
vacilado de ordenar esa masacre de tener el más mínimo indicio de que en la
localidad de Belén, podría existir alguien que pusiera en riego su trono, por
muy niño que fuera. Por otra parte, el hecho de que el principal historiador
judío para este tiempo Flavio Josefo, que describe con todo género de detalles
la vida y obra de Herodes al que detestaba, y nos transmita todas sus
crueldades y asesinatos en su obra: Antigüedades
judaicas, no diga nada de esta matanza de inocentes, no resta credibilidad
al relato de Mateo. Ello se podría explicar, porque Josefo no le dio la
relevancia suficiente para incluirlo en su texto, con muy despreciable e
inadmisible que lo veamos hoy. Hay que tener en cuenta que la masacre, si se
llevó a cabo, afectó a unos pocos niños hijos de pastores pobres, que para
muchos escritores de entonces, incluido Josefo, no merecía la pena recoger en
sus escritos, pues a pesar de que se ha magnificado el hecho por personajes
cristianos que han llegado a decir que fueron miles los inocentes
sacrificados, la cifra no hubiera pasado de veinte, o menos, si tenemos
presente que Belén debía tener entre 500 y 1000 habitantes. Por lo tanto, el suceso,
como dice Benedicto XVI y otros estudiosos neotestamentarios, no lo podemos
descartar, aunque nos falten pruebas concluyentes.
Habría que recordar que una matanza de
niños no es la primera vez que se produce en el mundo de la Biblia. El Éxodo
nos cuenta otra de mayores dimensiones que la que estamos tratando, cuando el
faraón egipcio dio la orden de que fueran asesinados todos los niños varones
que naciesen de judíos, por temor a que se reprodujeran tanto que pudiesen
poner en peligro el poder establecido en Egipto. Este fue el motivo por el que
los padres de Moisés decidieron abandonarlo en las aguas del Nilo, para
intentar salvarlo, como así ocurrió siguiendo el relato del Antiguo Testamento.
Ratzinger, en su libro ya mencionado, aclara, siguiendo las instrucciones de
Moisés recogidas por Josefo, que realmente lo que se pretendía era eliminar la
posibilidad de que naciese un niño, que una vez llegado a la edad adulta
engrandecería a su pueblo y derrotaría a los egipcios. Al igual que José fue
advertido en sueños por Dios para que llevase a su hijo a Egipto y liberarlo
así de la ira de Herodes; al padre de Moisés también se le habría aparecido en forma de
ángel en un sueño para avisarlo de las intenciones del faraón. Bien, en este
relato nos encontramos con el mismo problema que ya vimos, solo tenemos la
Biblia para corroborarlo, y ya sabemos lo que opina la crítica histórica
moderna.
No resulta
extraño que Mateo retome este asunto cuando recoge el texto de Oseas, un
profeta del Antiguo Testamento que dice: “De Egipto llamé a mi hijo”, es decir,
cuando Jesús es llevado a Egipto por su padre terrenal huyendo de Herodes, dio
cumplimiento a la profecía bíblica que anunciaba que ese niño que acababa de
nacer era el verdadero hijo de Dios. Para finalizar esta cuestión y remarcar
aún más que se estaban cumpliendo profecías anunciadas por profetas del
Antiguo Testamento dice: “Una voz se oye en Ramá, lamentación y gemido grande;
es Raquel, que llora a sus hijos y rehúsa ser consolada, porque no existen” (Jeremías, cap. 31 v. 15). Se refiere a
Raquel* esposa de Jacob y madre de José y Benjamín, que está enterrada cerca de
Belén, por lo que el evangelista la trae a colación, pues al igual que ella
perdió a sus hijos cuando parten al cautiverio, las madres de Belén perdieron a
los suyos causándole el mismo dolor que, según Ratzinger, solo Dios puede
corregir con la resurrección.
Para la Iglesia católica estos niños sacrificados en Belén son los primeros cristianos y
santos de la historia, al igual que sus madres, que se resistieron con todas
sus fuerzas para impedirlo. Pese a no estar bautizados, requisito indispensable
para alcanzar la santidad, podríamos decir que recibieron un bautizo de sangre.
Ha sido un tema muy recurrente en la Historia del Arte tanto en pintura como
en escultura, los niños y sus madres pueden aparecer con nimbo (aureola de
santidad).
*Erigida en representante de todas las madres de Israel,
cuando éstas ven marchar a sus hijos al cautiverio de Babilonia impuesto
por Nabucodonosor, tras la conquista de
Jerusalén en el 583 antes de J.C. Su marido Jacob también se le conoce con el
nombre de Israel, padre de los doce hijos que dan nombre a las doce tribus
israelitas.
Nota. Para que quede claro: con las pruebas que tenemos de la matanza de niños en Belén cuando
nació Jesús, un juez de hoy, declararía a Herodes no culpable de estas muertes, lo cual no quiere decir que sea
inocente. También sabemos con certeza que no tenía escrúpulos, era un asesino y
un canalla. Sin embargo, desde el punto de vista económico, no lo hizo mal.
R.R.C.