Pintado por Edvard Munch en 1.893 en París, se encuentra en la Galería Nacional de Oslo. Es un óleo y temple sobre cartón de 90X73 cm la versión más famosa, ya que pintó otras tres y una litografía, para que se pudiese reproducir en los medios de la época.
Él mismo escribió:
que caminaba con dos amigos, se puso el sol y de repente el cielo se volvió
rojo como la sangre, lo que le llevó a detenerse y apoyarse en la valla,
extremadamente cansado. Lenguas de fuego y sangre se extendían sobre el fiordo negro azulado. Sus amigos siguieron caminando
mientras él se quedaba atrás, solo, temblando de angustia, sintió el grito
terrible, infinito, de la naturaleza. Es un grito desgarrador, nadie lo
escucha, nadie repara en su desesperación, no hay salida, no se espera
respuesta, no hay esperanza ni consuelo posible. El hombre desde que nace está
condenado a la muerte, y no puede hacer nada frente a los designios de la
naturaleza. El propio autor nos recuerda
que pasó una infancia con numerosas enfermedades, lo que podría explicar la oscuridad y el pesimismo
de gran parte de su obra. Más tarde afirmó: "La enfermedad, la locura y la
muerte fueron los ángeles que rodearon mi cuna y me siguieron durante toda mi
vida". Varias fuentes modernas describen la enfermedad de Munch como un
caso probable de trastorno bipolar. Él
consideraba esta personalidad conflictiva y un tanto desequilibrada como la
base de su genio. La fuente de inspiración para esta estilizada figura, ni
masculina ni femenina, la de un ser humano reducido a su esencia, podría haber
sido una momia peruana que el autor contempló en París.
Munch trata de
reflejar su angustia personal, pero también puede esconder una crítica a la
nueva organización socioeconómica de la época, es decir, grita también contra
las injusticias sociales y desigualdades que acompañaron a la Revolución
industrial. Se distorsionan las formas retorciéndolas, tratando de buscar con
las líneas transmitir el ritmo de esos sentimientos. Los cuadros expresionistas
se caracterizan precisamente por su expresividad y fuerza psicológica a través
de sus composiciones agresivas. Gombrich, decía que estos pintores sintieron
intensamente el sufrimiento humano, la violencia, la pobreza y la pasión. Ellos
querían mostrar su compasión por los desheredados.
El Grito y toda
la obra de este autor, tuvo una gran influencia en el expresionismo alemán.
Como anécdota, fue precisamente un crítico de este país, el que desaconsejó a
las mujeres embarazadas que no visitaran este cuadro, junto a otras obras de
Munch que se exponían, por el impacto tan perturbador que les podría producir.
R.R.C.