Se trata de un óleo sobre lienzo de 73x91 cm ejecutado en
1890 por el genial pintor Vincent Van Gogh. De estilo Neo-Impresionista, lo
podemos contemplar en una de las galerías del Museo de Orsay de la capital
francesa. Lo pintó en uno de los momentos de lucidez que le permitía su
enfermedad mental durante su estancia en Saint-Rémy de Provence, cuando estaba
internado en una especie de asilo para tratar su dolencia.
El tema y la
composición lo toma de otro artista que él admiraba profundamente; de Jean-François
Millet, concretamente de su obra “La meridienne” pintada 24 años antes, la
cual formaba parte de una serie de cuatro trabajos. Para elaborar su lienzo, Vincent
contaba con una xilografía en blanco y negro de otro autor. Invirtió la imagen
con respecto al original y así la reinterpretó; que no copió.
Digamos, que nuestro autor, con su estilo característico de pinceladas largas,
gruesas, arremolinadas, espasmódicas… llenó de color. Como él mismo reconoce en
una carta que envía a su hermano Theo: Tuve
que trasladar a otro lenguaje, el de los colores, las impresiones de claroscuro
y blanco y negro.La meridienne de Millet |
Contemplamos una escena en la que vemos una pareja de
campesinos franceses en su momento de descanso, después de una dura jornada
matinal. Él se desprende de sus gastados zapatos que deja junto a las
herramientas de labor de ambos, mientras ella, agotada, se acomoda a su lado
(1). Es la Francia rural interpretada tanto por Millet como por Van Gogh.
Hombres y mujeres humildes que vivían de su trabajo. Es un amable y simpático
cuadro que me recuerda unas palabras que A. Hauser dedica a los cartones de
Goya: El arte se hace más humano, más
accesible, con menos pretensiones; para comunes mortales ya no expresa la
grandeza y el poder, sino la belleza y la gracia de la vida.
Una de las
características del Impresionismo era el uso de los colores complementarios con el objeto de que destaquen más unos y otros, así, vemos sobresalir el azul
con su correspondiente complementario el violeta y, especialmente, el amarillo
y el naranja. Habría que recordar, que el color amarillo era para él: la vida,
la luz, el calor y el color del Sol; como el propio autor comunicó a su hermano
en una de las numerosas cartas que le escribió. El amarillo representaba su
mundo interior, era el emblema de la felicidad que nunca tuvo. Es el color que
repite en innumerables obras, e incluso su casa en Arlés estaba pintada de
amarillo.
(1) Obsérvese que la
sombra que proyecta la pareja se consigue oscureciendo el color, conforme a las
nuevas normas que sugiere el estilo Impresionista.
R.R.C.