En la tabla vemos el retrato de la bella e
inteligente Cecilia Gallerani, sabía música y
componía poemas, pare ser, que talento no le faltaba, y solo contaba la
temprana edad de 17 años cuando se convirtió en amante (la banda de oro que
porta en su frente, el velo y la cinta negra, así la delatan) de Ludovico el
Moro, duque de Milán.
Si nos centramos en la tabla observamos
que, mientras sostiene con su brazo izquierdo un armiño (otros prefieren ver un
hurón que es más domesticable), animal asociado a la nobleza, lo acaricia con
su mano derecha, un acto que podemos interpretar como una alusión sexual, vista
su condición de amante de un aristócrata. No obstante, después de someter la
obra a pruebas radiológicas, los investigadores observaron que fue realizada en
tres fases, y que el animal no estaba presente en un primer momento, aparte de
otros cambios. La composición es claramente piramidal, característica del
Renacimiento y del autor.
Está considerado por los expertos el
primer retrato moderno, por el hecho de estar pintado a tres cuartos, y porque
el personaje dirige su mirada fuera del cuadro (el animal también se gira y
parece centrar su mirada en alguien exterior). Por otra parte, la técnica del
sfumato iniciada por Leonardo, aunque se encuentra presente, como podemos
observar principalmente en las comisuras de los labios y en la punta de su ojo
derecho, todavía no adquiere el papel primordial de otras obras posteriores. No
obstante, hay que recordar que al artista prefería sugerir las emociones y
sentimientos, más que mostrarlos claramente en sus personajes. Así que, si nos
fijamos bien, Cecilia Gallerani parece transmitir una ligera sonrisa a la
persona que se encuentra fuera del cuadro, probablemente, Ludovico el Moro, su
amante y mecenas del propio pintor. Por último, en esta obra, no hay paisaje de
fondo como ocurre en otros cuadros del autor; un fondo negro hace destacar aún
más, la figura, y cualidades de la joven retratada.
NOTA: las letras en donde aparece el
nombre de Leonardo da Vinci y la bella Feroniere (con este título se le podía
denominar a un retrato renacentista), fueron añadidas con posterioridad (s.
XIX) a la ejecución de la obra.
R.R.C.