Igual que una matrioska rusa los faraones
en el Imperio Nuevo egipcio eran enterrados en varios sarcófagos, como es el
caso que nos ocupa, en donde un sarcófago de madera de ciprés forrado con una
lámina de oro, fue depositado en uno externo rectangular de piedra rosa
(cuarcita) que contenía en su interior dos más: el que vemos en la imagen en
madera dorada con incrustaciones de piedras de adorno de diversos colores,
entre las que podríamos destacar la turquesa, el lapislázuli y la cornalina,
con una longitud superior a los dos metros, y un tercer sarcófago antropomorfo
de oro macizo que contenía la momia de Tutankamón, el cual portaba su conocida
máscara que reproduce el sarcófago intermedio. Centrándonos en este último, es
de tipo rishi, término de origen árabe que significa pluma, en clara referencia
a las plumas que llevan las alas de la diosa protectora el monarca y que
envuelven el cuerpo del féretro. Lleva el tocado real que se denomina “nemes”,
y la típica barba postiza trenzada e inclinada (los fallecidos la llevaban en
esta posición, mientras en vida se lucía recta) que ostentaban los dioses. Las
inscripciones jeroglíficas que contiene están tratadas con sumo cuidado y
precisión, entre la que podríamos destacar el cartucho que lleva su Nombre de
Trono por el que era conocido este faraón en su época: “Neb-jeperu-Re”. En fin,
todo el mundo verá que nos encontramos ante una obra maestra de la orfebrería
universal, y con más de 3300 años de antigüedad.
R.R.C.