Nos
encontramos ante una de las numerosas joyas que tenía reservadas para la
posteridad el lugar de enterramiento del famoso faraón Tutankamón. Una más de
las 5200 piezas que contenía la tumba y que conserva el Museo de El Cairo.
Cuentas alargadas y de diferentes materiales, formas y colores recorren toda la
pulsera, en la que se emplea el oro como base, para completarla con un enorme
escarabajo pelotero de lapislázuli que hace de cierre de la misma. Si nos
fijamos en el final de sus patas delanteras, podemos comprobar claramente el
cartucho con el nombre de este faraón, que el coleóptero lleva en su boca, y
pone NEB-JEPERU-RA: “El señor de las manifestaciones es Ra”, el Nombre de Trono
de este monarca.
Quiero recordar que en el antiguo Egipto
el nombre personal jugaba un papel muy importante en sus vidas; el nombre y el
individuo en concreto eran inseparables. En el caso de objetos valiosos como el
presente, esa unión era aún más poderosa si cabe, ya que no solo era un
elemento de adorno, pues todas estas joyas tenían un poder mágico-religioso y
protector sobre su portador. Por eso, era muy importante que llevaran su nombre
grabado; ya que solo a él le servirían los poderes mágicos que pudiese atesorar
la joya en cuestión; y no a otra persona. Por tanto, en caso de robo, solo le
quedaba su valor material (que ya era mucho), y no aportaría nada más a su
ilegítimo nuevo propietario.
R.R.C.
NOTA: Imagen descargada de Internet.