jueves, 24 de enero de 2019

MALLA FUNERARIA EGIPCIA


     Expuesta en una de las salas que el Museo Arqueológico Nacional de Madrid dedica a las antigüedades egipcias, esta malla elaborada en fayenza de color azul, y con unas medidas de 140 cm de alto por 51 de ancho es una de mis piezas preferidas. Data de la Época Baja, es decir, entre los siglos VII y IV a. de C. Formaba parte del equipamiento que la momia debía de tener para sortear la muerte e iniciarse en la vida eterna. Engarzada a base de canutillos de cerámica vidriada conocida con el nombre fayenza, muy apreciada y profusamente empleada por los antiguos egipcios. Está compuesta a base de rombos y rematada en los bordes con pequeñas cuentas policromadas, que dan un toque de minuciosidad y elegancia a la pieza evidente, sin olvidar la bella decoración geométrica que podemos observar en el cuello.
     Por lo tanto, la malla en su conjunto colocada sobre el cuerpo del fallecido tenía un poder mágico, que colaboraba en su resurrección. Además, en la parte superior nos encontramos con el disco solar alado, símbolo de la eternidad del alma; y del que pende una inscripción jeroglífica en la que aparece el nombre del difunto, que incluye al dios Amón y que se refiere al finado como Osiris, término habitual para aludir a los muertos. Bajo el texto vertical nos encontramos con el típico escarabajo alado, un potente amuleto que ayudaba a resucitar en el Más Allá, y que estaba vinculado con el dios Jepri, símbolo de la vida eterna. A su alrededor descubrimos los cuatro hijos de Horus, cuya misión principal era preservar de la descomposición las vísceras que se habían extraído de la momia, y que se habían depositado junto a esta en los cuatro vasos canopos y, de paso, proteger al difunto al hallarse sobre él.
     Por último, debió de pertenecer a una persona poderosa del momento, por el alto costo que tendría un trabajo artesanal tan meticuloso.
        R.R.C.