El único río que desemboca es el Jordán, pero debido a que cada vez se utiliza más para cultivos, apenas aporta su caudal a este pequeño mar, que junto con la gran evaporación, que como ya he indicado antes se produce en esta zona cálida y desierta, se está reduciendo cada vez más, tanto en extensión (en relativamente poco tiempo ha perdido más de 200 km cuadrados) como en profundidad, desde los 400 metros de profundidad máxima en la parte norte, a los poco más de 6 en el sur, con una media de 120 metros.
La historia del lugar se remonta a las ciudades bíblicas de Sodoma y Gomorra; ambas destruidas por Dios con una lluvia de fuego y azufre por sus pecados. Hay quién plantea que, en la actualidad, sus restos se encontrarían bajo las aguas del Mar Muerto. ¿Qué hacían dos ciudades en un lugar tan árido, cálido e inhóspito? Quizás, se dedicaban al comercio de la sal, tan abundante en esta zona. En sus proximidades también se encuentran las ruinas del monasterio de Qumrán, habitado por los esenios en tiempos de Cristo, pues sabemos que se bañaban en sus aguas todos los días. Casualmente, a mediados del siglo XX en unas cuevas de los alrededores se descubrió su biblioteca, convirtiéndose un uno de los descubrimientos más importantes de la arqueología.
Por último, una de las características y atractivos conocidos de este mar, es que el cuerpo humano flota en sus aguas debido a su alta densidad, pero nos impide movernos con facilidad, ya que nadar en él se convierte en una ardua tarea. Si no fuera por los hoteles y otras construcciones, con el objetivo de atraer a los turistas a sus costas, sería uno de los lugares más desolados del planeta; un espacio único: una maravillosa desolación.
R.R.C.
Nota: Fotos del autor