El papa Julio II encarga a Miguel Ángel en 1508 la decoración al fresco de la Capilla Sixtina , mandada construir por Sixto IV en 1473. La Capilla tiene unas dimensiones de 39 m de largo por casi 14 de ancho, lo que proporciona más de 500 m2 de bóveda, pintada de color azul lapislázuli, a 25 m de altura. Entre 1508 y 1512 lleva acabo esta ingente obra, para lo cual simuló diez arcos fajones con la intención de dividir la gran bóveda de cañón en nueve tramos sucesivos. Dos falsas cornisas parten los tramos en tres registros. Los rectángulos resultantes en el registro central son de dos tamaños diferentes y narran nueve historias del Antiguo Testamento: La creación del sol y la luna, La creación del hombre, El diluvio universal, La embriaguez de Noé,…..
El conjunto de la bóveda exhibe un impresionante fresco con más de 300 cuerpos humanos en una secuencia concebida de modo unitario. En toda la bóveda destaca la concepción escultórica de Miguel Ángel, como se aprecia en la rotundidad de los torsos y las contorsiones de los cuerpos. Para conseguir que cada figura tuviera una postura diferente a los demás, el artista realizó innumerables estudios y esbozos previos. Los cuerpos desnudos y la extrema naturalidad de los gestos revelan su profundo conocimiento de la anatomía humana. Sin embargo no siguió las reglas de la perspectiva, sino que las figuras se entrelazan de manera artificiosa y en multiplicidad de movimientos. Sus formas, robustas y dilatadas, se engrandecieron a medida que iba pintando, siendo más grandes conforme nos acercamos al altar, y las pinceladas son más libres y enérgicas.
Por primera vez en la historia del arte religioso, la concepción doctrinal es del artista que no acepta la propuesta papal. La arquitectura pintada no es solo marco, sino parte integrante de la obra, produciéndose, también por primera vez una fusión de todos los elementos figurativos en síntesis de arquitectura, pintura y escultura.
La restauración de las pinturas de la bóveda de la Capilla Sixtina llevada a cabo entre 1990 y 1994 reveló unos colores fuertes y luminosos; el verde y el violeta, los dos colores litúrgicos de la misa, predominan sobre el resto.
Se trata de una de las escenas pintadas por Miguel Ángel en la bóveda de la Capilla Sixtina. Está situada en uno de los rectángulos mayores por lo que su disposición es más amplia, la intensidad del tono de los colores es mayor y la búsqueda de un efecto de bulto redondo y del espacio es también mayor. La escena se compone de dos grandes unidades plásticas de gran sencillez:
Dios con el dedo tendido hacia Adán le transmite la vida. Las manos de Dios y de Adán, son las manos más expresivas de toda la historia de la pintura. Es un dios de larga barba y cabellos blancos, lleno de sabiduría y de gesto bondadoso, aunque terrible, es lo que se llama “TERRIBILITÁ MIGUELANGELESCA” y que expresa el fuerte ánimo, una gran energía y una mirada penetrante e incisiva. Vestido con una sencilla túnica de color violeta e impulsado sobre un coro de ángeles representados como jóvenes efebos, todos sin alas, desnudos, en distintas posiciones, con una gran variedad de escorzos que aumentan la profundidad de la escena, alejados de los cánones clásicos. Dios aparece en la inmensidad del cielo con un manto envolvente, majestuosamente hinchado. Se acerca al mundo desolado y vacío de Adán. Éste no puede despertar por sí solo, necesita la energía divina. Dios actúa como un escultor al dar forma a la primera imagen del hombre dotándola de toda la belleza física y espiritual que correspondería al primer ser humano.
Frente al movimiento del primer grupo, destaca el cuerpo de Adán, tendido sobre un suelo verde azulado, que recibe el hálito de vida a través del dedo de Dios que hace que esa materia inerte -de aspecto ideal- comience a moverse y sentir. Cada parte de su anatomía responde despertándose lentamente a la vida. Su mirada es inocente, agradecido con su creador. Como en otras escenas, ésta es también concebida de forma esencialmente escultórica. El esplendor corpóreo expresado a través de la musculosidad casi sobrenatural es un requisito de la belleza material y espiritual.
Los colores de la Creación de Adán resaltan por las armonías que establece entre los tonos cálidos y los tonos fríos: los rosados y marrones del desnudo resaltan sobre el verde azulado del suelo sobre el que yace Adán; mientras que en la figura del Creador los tonos rosa-violáceo de la ropa resaltan en el fondo oscuro de la profundidad del manto. El drapeado, el juego de los pliegues del manto que envuelve a la figura del Creador y proporciona una mayor intensidad a su movimiento están estudiados atentamente. El claroscuro está conseguido mediante la degradación de los tonos y la variación de la intensidad de los colores.
Miguel Ángel tardó cuatro años en pintar todo el techo de la Capilla Sixtina, llamada así en honor del papa que mandó construirla. Desde un primer momento fue admirada y respetada como una de las grandes obras del arte universal.
Manuales de Arte. Adaptado por R.R.C.