Es un óleo sobre lienzo de 216X144 cm. pintado por Francisco de Goya en 1800 y expuesto en las galerías del Museo del Prado de Madrid. Es posiblemente su retrato más bello y delicado. Se sabe, el gran aprecio y cariño que el pintor sentía por la joven, la conocía desde niña y estaba casada, por diversos intereses, con Manuel Godoy, el poderoso Primer ministro del Rey Carlos IV de España.
La Condesa tiene 21 años cuando es representada en este lienzo y estaba embarazada de su primera hija, pues la corona de espigas que porta sobre su cabeza es un símbolo de su estado de gestación. La luz que viene de frente, inunda su delicada figura, resbala sobre su traje de raso y tonos claros, a la vez que crea, un efecto atmosférico especial que recuerda el “aire” que vemos en cuadros de Velázquez, por el que Goya sentía una gran admiración.
Alrededor de la joven no hay nada, sólo un fondo neutro, reforzando la idea de soledad que podemos ver expresada en su rostro, por cierto, una soledad no deseada, que le venía impuesta por su desafortunado matrimonio. Se anima al espectador a admirarla y conmoverse con ella, al igual que hacía el autor. Sentada en un majestuoso sillón, lleva en su mano derecha un camafeo, de notable tamaño, en donde podemos observar una imagen de su marido, así queda claro al hombre al que se encontraba unida y sumisa.
Utiliza una técnica casi impresionista, de pincelada suelta, consiguiendo formar volúmenes con manchas de luz y color, podemos ver como las rodillas y parte de las piernas se intuyen bajo el vestido. La gama de colores cálidos que emplea, otorgan a la figura una mayor delicadeza y elegancia, nos la hacen más cercana y emotiva.
El destino final del personaje, como el de otros muchos españoles, incluido el propio autor de la obra, fue el exilio que el Rey Fernando VII impuso a muchos de sus conciudadanos, para morir finalmente en 1828.
Manuales de Arte. Adaptado por R.R.C.