En estos tiempos de crisis que nos azotan, hasta el propio
Nacimiento navideño no se ha librado de los recortes, en este caso de las manos
del Papa Benedicto XVI, que en su último libro sobre la vida de Jesús de
Nazaret (que forma una trilogía con dos previos) en el que narra la infancia
del Señor, se ha adelantado por un portavoz autorizado, alguna de las
afirmaciones que sostiene, entre ellas, la ausencia de animales en el Pesebre
de Belén, y más concretamente de la mula y el buey. Con los Evangelios canónicos
en la mano, es decir, los que forman parte del Nuevo Testamento, pues hay otros como los apócrifos* y gnósticos, que quedaron fuera del canon bíblico y que la
Iglesia rechaza que fueran fruto de la revelación divina, no se puede hablar de
presencia de animales en el lugar donde nació Jesús. De los cuatro
evangelistas, sólo dos: Mateo y Lucas escriben sobre su nacimiento e infancia. Son muy sobrios al respecto, dicen lo justo, no hay adornos en el relato.
Para entender la
presencia de ambos animales en el Belén, hay que remontarse al origen de la
costumbre cristiana de representar con figuras el acontecimiento de la
natividad, lo que nos lleva al siglo XIII, y más concretamente a unos días antes
de la Nochebuena del año 1223 en una cueva cercana a la ermita de Greccio, en
el centro de Italia. En este lugar, el fundador de la orden de los
franciscanos, San Francisco de Asís, previa autorización del Papa Honorio III,
llevó a cabo, con la máxima solemnidad y con el deseo de aumentar la devoción
de los fieles, la representación del nacimiento de Jesús, para lo que se valió
de la mula, un buey y otros animales. No participaron personas y la cuna estaba
sin niño. En este escenario, celebró misa en presencia de los fieles allí
congregados. El acontecimiento se difundió por todos los conventos de la orden de San Francisco y
rápidamente se popularizó por el mundo cristiano. Sólo fue cuestión de tiempo
la sustitución de seres vivos por figuras de distintos materiales, barro,
madera, o cualquier otro, para visualizar y conmemorar de una manera clara, sencilla
y amena el nacimiento del Salvador. Imágenes de la Virgen con el niño en brazos
son muy tempranas, alguna datada del siglo II, como podemos ver en las
catacumbas romanas de Priscila, pero sin mula y sin buey.
Por otra parte,
si queremos profundizar un poco más en el tema que nos ocupa, tenemos que
recurrir al Antiguo Testamento, al libro del profeta Habacuc, al capítulo 3, 2
del texto griego, no así del masorético**,
en el que refiriéndose al Mesías, anuncia que: “En medio de dos animales te manifestarás;
cuando estén próximos los años serás conocido; cuando haya llegado el tiempo
aparecerás”, que junto con el capítulo 1,3 del libro de Isaías: “Conoce el buey
a su dueño y el asno el pesebre de su amo. Israel no conoce, mi pueblo no
discierne”, con lo cual pone de ejemplo a estos dos animales frente a los desvíos de su pueblo del camino marcado
por Dios.
Desde finales del
siglo XV se empiezan a elaborar en distintos lugares de Europa Occidental
figuritas de belén. Carlos III, que antes de Rey de España, lo fue de Nápoles,
ciudad pionera en la tradición belenística, hizo que se propagaran por el resto
de Italia y también del reino de España, estas figuras de barro u otros
materiales. En Hispanoamérica, los franciscanos utilizaron el belén como un
medio de cristianización, incorporando elementos típicos de aquellas tierras. Otro
tanto ocurrió en territorios donde la religión católica estaba presente, no así
la protestante, por su iconoclastia (rechazo a la representación de imágenes). En
la Región de Murcia, fue el gran escultor barroco de origen napolitano
Francisco Salzillo el que introdujo esta costumbre con su monumental Belén,
compuesto por más de quinientas figuras de barro, madera y cartón, cuidadas
hasta el más mínimo detalle, como se muestra en la imagen que acompaña este
texto, y es en la actualidad la provincia española que produce más Nacimientos
y demás figuras de una gran calidad.
En fin, una leyenda piadosa de origen medieval
es la que lleva a la mula y al buey al Portal de Belén, para dar calor al niño
que acaba de nacer.
*Como el de Pseudo Mateo de mediados del siglo VI, en el que
la Virgen María alumbró en una gruta y en el que podemos leer más adelante: “Tres
días después de nacer el Señor, salió María de la gruta y se aposentó en un
establo. Allí reclinó al niño en un pesebre, y el buey y el asno le adoraron”. El
influjo en la Edad Media de este evangelio atribuido falsamente al apóstol, fue
muy grande en la literatura y en el arte.
**Término hebreo que significa tradición.
Es la versión de la Biblia escrita en hebreo que utiliza el pueblo judío y que
se emplea muy a menudo en las traducciones del Antiguo Testamento que se hacen
para el mundo cristiano.
R.R.C.