Es un
óleo sobre lienzo de estilo Barroco conservado en el Museo Mauritshuis de La
Haya, que no alcanza el metro de alto y los ciento veinte centímetros de ancho,
pintado por el pintor holandés Vermeer
hacia el año 1660. Marcel Proust llegó a asegurar en 1921 que era “el
cuadro más
bello del mundo”. Una descripción de la obra con motivo de su venta en
Ámsterdam el 22 de mayo de 1822 dice como sigue: "Esta pintura, la más
importante y la más célebre de este maestro, cuyas obras son escasas,
representa la villa de Delft sobre el Schia; puede verse la villa completa con
sus puertas, torres, sus puentes tal y como eran; en el primer plano hay dos
mujeres hablando, mientras que a la izquierda algunas personas parecen
prepararse para embarcar en una gabarra. Delante de la villa varios navíos y
embarcaciones. La manera es audaz, de las más poderosas y magistrales que
puedan imaginarse; todo está agradablemente iluminado por el sol; la tonalidad
del aire y del agua, la calidad de las construcciones y de los personajes
forman un conjunto perfecto, y esta pintura es absolutamente única en su género".
El género de vistas o paisajes urbanos fue
uno de los temas preferidos del arte holandés de estos momentos. El autor
realizó este trabajo en el lugar, pero desde una posición elevada y, probablemente, utilizó un telescopio invertido para poder obtener así la vista
panorámica de esta parte de la ciudad, a la vez que disminuía el tamaño de las
figuras humanas más cercanas.
Nos
encontramos ante una composición equilibrada, montada sobre una estructura de
líneas horizontales, verticales y diagonales. La sensación de quietud, de
calma, serenidad, que provoca este lienzo en el espectador es excepcional, como
si estuviésemos observando “una naturaleza muerta de la ciudad”. Nada perturba la quietud: ninguna figura se
encuentra en movimiento, como podemos comprobar en las personas que aparecen en
primer plano, todas las barcas se encuentran amarradas, no hay ondulaciones en
el agua, se encuentra en absoluto reposo actuando como un espejo del plano
anterior, los frondosos árboles del fondo tampoco se mueven, hay atmósfera,
pero no hay pizca de viento. El silencio, la soledad, e incluso la intuición
melancólica de una ausencia, se siente y se palpa en este paisaje excepcional
de uno de los mejores maestros de la luz, como podemos comprobar en el juego de
luces y sombras que lo llena todo de encanto.
El cuadro
presenta una absoluta unidad focal, ningún elemento margina a otro, todos
destacan, cada muro, cada vano, cada tejado, cada torre…; en esa visión
horizontal de la ciudad de Delft. El amplio cielo nublado que anuncia lluvia,
abarca bastante más de la mitad del lienzo, pero se presenta tan suavizado, que
no resta protagonismo alguno a las construcciones que aparecen debajo.
R.R.C.