Se trata de un óleo pintado en
1507 sobre madera, de 107 X 77
cm . Se encuentra en la Gallería de los Uffizi de
Florencia. Rafael pinta aquí una escena familiar en la que aparece la Virgen
María, que mira amorosamente a los dos tiernos niños que juegan con un pequeño
jilguero, que Juan el Bautista entrega al niño Jesús como anuncio de su futura
pasión y muerte en la cruz. La composición está comprendida, según la
iconografía tradicional, en las proporciones de un triángulo sobre cuyo eje se
encuentra la figura de la Virgen. Este triángulo encierra a los personajes, no
sólo desde el punto de vista de la composición, sino también desde un punto de
vista simbólico, en una unidad geométrica y conceptual. Los colores son claros,
suaves, transparentes, con dominio de lo cálido.
La composición piramidal, la
atmósfera en la que parecen moverse la Madona con el Hijo y el amigo de éste,
el paisaje que envuelve las figuras, parece que es lo que más nos atrae; pero
luego la atención se centra en los detalles del "afecto": en el
jilguero que al posarse en la rodilla de la Virgen es acariciado por las manos
de los pequeños Jesús y Juan; en el librito de plegarias que la Virgen, apenas
distraída por los niños, sostiene en su mano izquierda; el juego de las miradas
entre los personajes aumenta el humanismo de la escena; y sobre todo, en el
gesto extraordinario del pie del Niño que se apoya amorosamente en el de la
Madre, en un contacto profundamente humano y conmovedor.
Toda la obra está llena de influencias
leonardescas, especialmente en el espléndido paisaje de fondo, en donde las
brumas y la atmósfera restan nitidez a la línea de horizonte, de acuerdo con
las reglas de la perspectiva aérea. El esfumato que observamos en los rostros,
especialmente de los dos niños, también es típico de las obras de Leonardo, así
como la composición piramidal y los toques de claroscuro.
Manuales de Arte. Adaptado por R.R.C.