Los kuroi conservados y que
durante bastante tiempo se consideraron Apolos, hasta el punto de que todavía
se les conoce con ese nombre, deben su existencia a la costumbre griega de
levantar estatuas en memoria de los atletas que vencen en los juegos. Su origen se remonta a las primitivas imágenes de madera que tenían un carácter votivo y que no han llegado hasta nosotros, en plural se les denomina xoana. Son ante todo el tipo escultórico que crearon los griegos para representar el ideal de belleza masculina. Obedecen
a la ley de la frontalidad, y como
las esculturas egipcias que les sirven de modelo, conservan durante mucho
tiempo los brazos extendidos, rígidos y unidos al cuerpo, y los hombros
elevados y muy horizontales. Su actitud más corriente es la de marcha avanzando
la pierna izquierda.
Según
esta ley, el cuerpo queda dividido en dos mitades simétricas, pero libres en
sus movimientos. Brazos y piernas pueden estar en distinto plano, pero sin
quebrantar la simetría desde el frente. La plena desnudez de las estatuas facilita
la aplicación de la ley, ya que con vestido hubiera sido muy difícil lograr una
estricta simetría de los pliegues.
En
este período arcaico se mantiene el concepto de estatua-bloque, creado en Egipto. Sus facciones se ajustan con
acierto a las medidas ciclópeas con que la figura nace: ojos prominentes,
apenas hundidos en las cuencas; orejas de forma irreal, pero muy decorativa; el
pelo es una masa compacta surcada por líneas geométricas muy superficiales que
caen sobre la espalda y corona la frente con un corto flequillo de bucles
acaracolados. En ocasiones la boca se representa con una línea recta, pero, con
mayor frecuencia se dobla hacia arriba en una sonrisa, la llamada sonrisa arcaica.
Aunque
estos kuroi representan a personajes reales, pues son imágenes que se ofrecen
por un favor recibido, es inútil buscar rasgos personales del sujeto, ya que
este tipo de fabricación se efectuaba en serie, con arreglo a convencionalismos
fijos. Suele constar en una inscripción el nombre del personaje que encarnan.
Ejemplos
de kuros: Cleobis y Biton, de hacia
el año 600, del museo de Delfos, obra firmada por Polymedes de Argos. El llamado Apolo
de Ptoi, del museo de Atenas, es de mediados del siglo VI. El Apolo de Tenea, es unos veinte años anterior. Ambos tienen los brazos caídos y
unidos al cuerpo. El Apolo de Piombino dobla ya sus brazos para
entregar la ofrenda, si bien continúa apoyando ambos pies en tierra. A veces el
kuros aparece representado con un carnero o becerro sobre los hombros -moscóforo-, es decir, probablemente en
el momento de acudir al sacrificio.
La
evolución de estatuas de kuroi durante los siglos VII y VI se manifiesta en el
conocimiento cada vez más perfecto de la anatomía, en el modelado cada vez más
rico, en la expresión más natural del rostro y en la menor angulosidad en la
interpretación del cabello. En cuanto a la forma de la cabellera, hasta
mediados del siglo VI los rizos caen hacia adelante, encuadrando el rostro;
después descienden sobre las espaldas, y terminan, por último, prendidos por
una cinta en la nuca y formando trenzas que coronan el rostro.
Manuales de Arte. Adaptado por R.R.C.