Las korai o esculturas femeninas,
aparecen vestidas, envueltas en una larga y ceñida túnica (chiton), encima de la
cual hay un ancho manto (himation) o un corto chal (peplos).
Estas prendas forman infinidad de pliegues, dispuestos en paralelo, en zigzag o
en abanico y más adelante el tejido de sus ropas se irá ajustando con mayor
naturalidad al cuerpo. Suelen tener una mano libre y la otra la llevan a la
cadera, con la que se levantan coquetamente el vestido. Algunas portan en la
cabeza un cesto. En el rostro prende la misma sonrisa arcaica y ojos
almendrados que en los kuroi y el pelo cae en largas trenzas dispuestas en
zigzag, y al igual que su paralelo masculino el kuros, manifiesta una gran influencia de la
escultura egipcia.
Estas
esculturas evolucionan también con el tiempo. En las más antiguas, de estilo
dórico, el cuerpo casi se reduce a un tablero de mármol, con un leve
estrechamiento a la altura de las caderas y ligero abultamiento en la parte del
pecho. Su cabellera está formada por rígidas guedejas y un rehundimiento en la
parte inferior nos deja ver sus pies. Tales son las características del exvoto de Nicandra, del museo de
Delfos, y la llamada Dama de Auxerre,
en el Louvre. Estas esculturas de la época dórica se distinguen además por el
uso del peplo.
Otras
veces es la forma cilíndrica del tronco del árbol en que se labraba el antiguo
xóanon la que toma el cuerpo humano. El ejemplo más bello de este tipo, y que delata
ya un sentido del cuerpo humano muy progresivo, es la Hera de Samos, del museo del Louvre, que viste chitón e himation.
Data de la primera mitad del siglo VI y pertenecen al estilo jónico.
Manuales de Arte. Adaptado por R.R.C.