De pequeño formato, es una de las obras
más conocidas del pintor holandés del siglo XVII Vermeer, realizada en 1665 es
un óleo sobre tela de estilo barroco de 44X39 cm. que se encuentra expuesta en
un museo de La Haya. La identidad de la muchacha no está clara, aunque una
novela actual la considera la sirvienta del pintor, otros apuntan a una de sus
hijas y tampoco sería descartable que fuese una modelo, o un encargo. Hay que
destacar el poco valor que se otorgó a este cuadro en el siglo XIX, como
muestra el hecho de que fuese subastado en 1881 y tan solo se pagó por él dos
florines y treinta céntimos.
Lo que más destaca del cuadro es la mirada
de la joven con sus acristalados ojos, no hay nada en toda la obra que desvíe
la atención del espectador hacia otra cosa. En segundo lugar nuestro interés se
dirige a la sensualidad que desprenden sus labios con la boca entreabierta, lo
que no resta una pizca de inocencia a su bondadoso rostro, ejecutado con un
gran naturalismo. Sin embargo, el autor, lleva el punto focal a la perla que
resuelve con un par de pinceladas. Un fondo completamente oscuro contribuye al
realce de la chica, así como a la intimidad que desprende todo el cuadro,
intimidad que comparte con el espectador. El turbante azul que cubre su cabeza
era una prenda típica de la época, del que cae un paño amarillo, el cuello
blanco contrasta con su chaqueta amarronada y; en la perla, hay quien ha visto
una alusión a la castidad de la protagonista. Por otra parte, el empleo de la
luz se diría que es tenebrista, siendo muy importante el uso que hace de ella el pintor.
Nota: Un estudio reciente pone en
entredicho que el colgante que luce la bella muchacha y que da nombre a la
obra, sea precisamente una perla, basándose en el brillo y el efecto espejo que
produce el adorno que porta, pues no se corresponde con esta gema orgánica,
además de su gran tamaño y el elevado precio que conlleva. Propone que se
trataría de un objeto de plata, para dar una respuesta satisfactoria a los
problemas planteados.
R.R.C.