Miguel Ángel fue el hombre más
significativo del Renacimiento italiano. Nació en las cercanías de Florencia
(Caprese) el 6 de marzo de 1475. Vivió convencido de sus geniales cualidades y
atormentado al mismo tiempo por esta idea. Concibió el arte como el mayor
designio que Dios puede conceder al hombre, una nueva recreación humana. Se
sintió, antes que nada, escultor, aunque fue pintor y arquitecto, poeta y
científico; todo ello al más alto nivel. Pero la escultura consumió la vida y
la ambición del florentino, como lo declara en aquel famoso verso: «...no hay nada que no pueda expresarse con un
bloque de mármol...». Extraer de un montón de piedra un cuerpo humano era
la máxima ambición de Miguel Ángel. Prueba de ello es que, cuando pinta, lo
hace imitando la escultura, y sus obras pictóricas son grandes composiciones
escultóricas; cuando concibe un edificio aplica al conjunto el estudio de
proporciones del cuerpo humano y lo inflama todo con su humanismo escultórico.
Giotto, Masaccio, Donatello y Jacopo della
Quercia fueron los artistas que más impresionaron al joven Miguel Ángel. A los
catorce años comienza en la corte de Lorenzo el Magnífico, en donde realizará
una de sus primeras obras, la Madonna de la escalera (1492). Huye de
Florencia a Venecia y, en 1494 regresa a Florencia y escucha con devoción a
Savonarola.
En 1496 se traslada a Roma y esculpe la Piedad Vaticana, que acabará en 1499. La
república florentina le encarga que ejecute dos obras de gran importancia, El David, símbolo de la fe y del coraje,
y el Tondo Doni, primera pintura del
artista que ha llegado a nosotros (1503).
En 1505 el Papa Julio II le llama a Roma
para encargarle su mausoleo, tarea que le ocupará cuarenta años, aunque de
forma intermitente, pues al mismo tiempo le pide que realice las pinturas al
fresco de la bóveda de la Capilla Sixtina. En 1515 vuelve a Florencia, donde el
Papa León X le encarga la remodelación de la fachada de San Lorenzo y la
construcción de la nueva sacristía con las tumbas mediceas (1519). Después del
período negro, muerte de Rafael, saqueo de Roma (1527) y excomunión de Lutero,
Clemente VII le confía, en 1534, la decoración de la pared del fondo de la Capilla Sixtina.
Miguel Ángel sigue un sistema de trabajo
personal, pero que se aproxima a las ideas de Leonardo. Se separa de los
métodos matemáticos de Alberti. Según Vasari dijo «Es necesario tener el compás en el ojo y no en la mano, porque las
manos trabajan y los ojos juzgan». Realiza un estudio profundo de la
escultura griega, pero se enfrentaba siempre directamente al bloque de mármol,
a partir de su visión interior de la figura. Su dominio técnico es perfecto, de
ahí el sobrenombre de "divino".
MANUAL DE HISTORIA DEL ARTE