La pintura repite los convencionalismos del relieve
en cuanto a la representación de la figura y del escenario que le sirve de
fondo. Es un arte que por su carácter menos permanente que el relieve tiene menos
importancia que él. Desempeña, sin embargo, papel importante en los relieves
mismos, pues éstos, por su escasa proyección y su policromía, semejan
verdaderas pinturas.
Los
tonos son planos, sin matices ni gradaciones, y de carácter convencional y decorativo,
no respondiendo los pigmentos a la naturaleza. El dibujo en esta pintura plana,
que no busca perspectiva, es perfecto,
de una gran seguridad de trazo. Para ayudarse se sirvieron del procedimiento de
la cuadriculación de la superficie. De esta manera, un modelo en escala pequeña
podía ser reproducido en gran tamaño.
Ya
desde los tiempos más antiguos, los egipcios acostumbraban a ilustrar sus
tumbas con frescos, donde se sirvieron de abundantes temas naturalistas.
Durante el período Tebano la decoración de los sepulcros excavados hace que la
pintura se independice, y contamos con numerosas escenas guerreras de la vida
ordinaria y espléndidos estudios de animales. Las escenas de Danzarinas, del Museo Británico,
procedentes de un sepulcro tebano del Imperio Nuevo, nos ponen bien de
manifiesto los grandes progresos de la pintura en este período, llegando a
presentarnos algunos personajes de frente.
En el
período de Tell-el-Amarna las habitaciones palaciales recibían decoración
pintada en todas sus superficies: paredes, suelo y techo. En el pavimento se
representaban estanques, plantas acuáticas, etc., de manera que se tenía la
impresión de hallarse en plena naturaleza.
Los
frescos de las tumbas de Tebas, pertenecientes a la XVIII dinastía ilustran
acerca de los ritos y costumbres egipcias. Las escenas son de gran variedad:
trabajos en el campo, entrega de presentes; caza de aves; en el estanque de un
jardín casero, peces y aves se deslizan gustosamente por el agua; no faltan los
funerales con las típicas lamentaciones de las plañideras, como tampoco las
escenas de harén con representaciones de banquetes y danzas de mujeres.
MANUAL
DE HISTORIA DEL ARTE
APÉNDICE I (Publicado en el blog el 12-5-2020)
PALETA DE PINTOR DEL IMPERIO NUEVO EGIPCIO
Más concretamente de la época del faraón Amenhotep III, que gobernó Egipto en el siglo XIV a. C. Es una paleta de marfil de una sola pieza de 17,5 cm de largo y casi 4.5 cm. de ancho, procedente probablemente de Tebas, y que lleva horadadas seis cuencas para depositar los pigmentos más habituales que utilizaban los artistas de la época. En uno de sus extremos se observa el cartucho con el Nombre de Trono de este monarca, que traducido del jeroglífico queda: “Señor de la Justicia de Ra, Amado de Ra”. En sus ovaladas cavidades comprobamos los siguientes colores: azul, verde, marrón, amarillo, rojo y negro. Tan solo faltaría el blanco en esta gama de colores fundamentales. La paleta está realizada con una precisión y finura que le proporciona una gran belleza.
Los colores en Egipto no eran algo arbitrario a gusto del pintor, ya que su uso estaba regulado por las autoridades político-religiosas. Por mencionar algunos ejemplos: el rojo estaba asociado al poder y a la victoria; el azul simbolizaba la creación; mientras el amarillo encarnaba lo eterno, era el color de Ra y del faraón. Por lo tanto, hay que tener muy presente el color empleado a la hora de interpretar las creaciones de los artistas y artesanos al servicio de las máximas jerarquías del Antiguo Egipto.
R.R.C.
APÉNDICE II (Publicado en el blog el 6-9-2021)
PINTURAS DE LA TUMBA DE NEBAMUN
En una de
las salas del Museo Británico de Londres, nos encontramos con una exposición de
pinturas egipcias de entre el 1400 y el 1350 a. C. que se corresponderían con
la XVIII dinastía. Pertenecen a una tumba-capilla ubicada en la necrópolis para
nobles de la ciudad de Tebas, propiedad de un funcionario de medio rango
llamado Nebamun, y cuyo autor artístico desconocemos. Como también tenía
función de capilla los allegados de la pareja podían celebrar ceremonias en su
recuerdo. De todas las pinturas que son de una gran calidad artística,
destacaría el fragmento de una escena en la que advertimos cuatro músicas que
aparecen sentadas y dos bailarinas casi desnudas para animar el banquete, de la
que ya se supone pareja funeraria de Nebamun y su esposa.
Destaco esta secuencia por mostrar dos de
las cuatro instrumentistas de frente y no de perfil como usualmente se hace en
la pintura egipcia. Nos encontramos pues ante un hecho excepcional. Sobre ellas
aparece en escritura jeroglífica la letra de la canción que interpretan en
consideración del difunto. Es una obra mural con un predominio evidente de la
silueta que se rellena de colores planos e intensos, pero no se consigue la
tridimensionalidad de las figuras (para eso habrá que esperar todavía bastantes
años). Sin embargo, los personajes si presentan un cierto movimiento. Por
último, la escena exhibe los convencionalismos típicos de la pintura egipcia:
ley de la frontalidad, hieratismo, falta de perspectiva, carencia de rasgos
particulares…, que se mantuvieron durante toda la cultura del Antiguo Egipto.
NOTA: Las
músicas portan sobre sus cabezas unos conos huecos hechos, probablemente, de
cera de abeja. Se barajan hipótesis de que contenían cera perfumada que se
derretía para liberar aroma, a la vez que purificaría al usuario. No obstante,
hay discusión sobre estos objetos.
R.R.C.
NOTA: Imágenes descargadas de Internet