Mandada construir por el emperador Justiniano entre los años
532 y 537, dedicada a la Sabiduría Divina, es uno de los monumentos que han
influido de manera perdurable en la historia de la arquitectura religiosa. A
consecuencia de un terremoto acaecido en el 557, la cúpula se derrumbó, siendo
reconstruida al año siguiente y consagrada en el 562.
Sus arquitectos
fueron Artemio de Tralles e Isidoro de Mileto. Se concibe y realiza con planta
central de cruz griega, con dos naves iguales, de 33 metros de anchura, que se
cruzan formando un cuadrado, cubierto por una enorme cúpula de 30 metros de
diámetro y cuya clave se sitúa a 55 metros de altura. Lo original es que esta
cúpula se apoya sobre cuatro pechinas que sirven de enlace con la planta
cuadrada. La cúpula aloja 40 ventanas, que se sitúan en su arranque, y con el
fin de aligerar su peso se utilizaron tejas blancas y esponjosas fabricadas en
Rodas.
El gigantesco
empuje de la cúpula queda contrarrestado por un sistema de medias cúpulas
situadas en la parte este y oeste, sustentadas por pilares dispuestos
octogonalmente y contrarrestados a su vez por tres nichos que se abren en
arcadas entre los pilares. En los costados norte y sur, el contrarresto de la
cúpula se lleva a cabo por las naves laterales, cubiertas por bóvedas de cañón
en unos tramos y de arista en otros. Los contrafuertes exteriores son adiciones
turcas, así como los cuatro minaretes.
En el interior,
la nave central presenta tres niveles: el primero de arcadas sobre
columnas, como separación de las naves
laterales; sobre este nivel, y cubriendo toda la anchura de las naves
laterales, aparece un piso de tribunas, y sobre él, un tercer nivel, el
claristorio que, junto con las ventanas abiertas en la cúpula, ilumina el
templo. Las paredes, que son de ladrillo como los arcos y bóvedas, se hallaban
recubiertas de dorados y maravillosos mosaicos que recibían el impacto de la
luz y producían un efecto y un ambiente sobrenatural. De esta primitiva decoración solo se respetaron los mosaicos de las
pechinas que representan cuatro ángeles.
Santa Sofía
contaba con dos atrios; uno de ellos hoy ha desaparecido y formaba un espacio
cuadrado con una fuente en su centro. El otro, que aún se conserva en el
costado occidental de la planta, es un nártex o antesala que contiene preciosas
puertas de bronce.
MANUAL DE HISTORIA DEL ARTE