¿Quién duda de que Einstein fue uno de los personajes
históricos más relevantes del siglo XX? Su figura, su genio, su compleja
personalidad, y no digamos, la trascendencia de su obra, desborda a cualquiera
y, por supuesto, a mí el primero. Así que, en esta breve entrada, me limitaré
a exponer los dos asuntos que dan título a la misma. El motivo de escribir
estas líneas es el hartazgo que me produce el leer constantemente las noticias
que circulan por la Red, u otros medios, en las cuales, los ateos, aprovechando
la fama de uno de los mayores científicos del siglo XX, lo utilizan como
abanderado de su causa. Y, por otra parte, muchos pacifistas, por el mismo motivo que los anteriores, también
hacen uso de su prestigio mundial para apoyar sus movimientos y peticiones.
Empezando por la
primera de las cuestiones planteadas, decir de entrada, que el propio Einstein,
siempre se consideró, a sí mismo, como una persona muy espiritual, al igual que
otros físicos de su tiempo, y nunca negó expresamente la existencia de Dios, o
bien, se declarase ateo. En cierta ocasión, un rabino norteamericano le
preguntó directamente si creía en Dios y esta fue su respuesta: “Creo en el
Dios de Spinoza, que se revela en la armonía de lo existente regida por leyes,
no en un Dios que se ocupe de la suerte y de los actos de los hombres”. Es
evidente, de que no cree en una religión
moral como la que manifiesta tanto el Antiguo, como el Nuevo Testamento.
Ni tampoco en un Dios que premia a los buenos y castiga a los malos, e incluso,
en un Dios, que simplemente se ocupe del hombre y de sus necesidades. No cree
en el Dios del arte Barroco, el mismo que aparece sobre las nubes rodeado de su
corte de ángeles, imagen que tantas veces ha transmitido la Iglesia Católica
sobre el Creador a lo largo de la historia.
En 1931 se
publicó en Nueva York el siguiente texto: “¿Qué sentido tiene nuestra vida, y
cuál es el de la vida de los vivientes en general? Poder dar una respuesta a
esta pregunta significa ser religioso. Tú preguntas si tiene algún sentido tal
interrogante. Y yo respondo: quien encuentra carente de sentido su propia vida
y la de sus hermanos, no solo es desgraciado, sino que apenas está capacitado
para vivir”. Personalmente considero que estas palabras no dejan lugar a
albergar la más mínima duda sobre la religiosidad del científico. Pero, ¿cuál
es el Dios de Einstein? No es un Dios, evidentemente, antropomórfico, no es el
Dios que el gran Miguel Ángel representa en el centro de la Capilla Sixtina:
anciano, vigoroso, grueso y con una larga cabellera y barba blanca. Es un Dios cósmico, creador del Universo y
sus leyes. Su religiosidad es cósmica, sin iglesias ni doctrinas teológicas;
sin jerarquías ni sacerdotes. Su Dios, como vimos anteriormente, se revela
todos los días en la armonía de las leyes del Universo y de la naturaleza en general.
Por lo tanto, no es el azar, como veremos a continuación, el motor de toda la
creación.
En la década de
1920, la física experimentó un cambio radical con las teorías del alemán
Heisenberg y el austríaco Schrödinger, por ejemplo. A partir de ahora, ya no se
podrá precisar con absoluta certeza cómo se comportará una partícula (un fotón),
como creía Einstein, habrá que conformarse con una probabilidad estadística, lo
que rechazaba de plano nuestro protagonista. O sea, el determinismo de
Einstein, que no dejaba nada al azar, y era la forma que tenía Dios de
manifestarse, se encontraba en las antípodas del “Principio de incertidumbre”
de Heisenberg y de otros científicos de su tiempo no deterministas, como es el
caso de Max Born, al cual, el 4 de diciembre de 1936 Einstein escribió lo
siguiente: “La mecánica cuántica es muy digna de atención. Pero una voz
interior me dice que éste no es el verdadero Jacob. La teoría nos proporciona
muchas cosas, pero difícilmente nos acerca al misterio del Anciano. En cualquier
caso, yo estoy convencido de que Él no
juega a los dados”*. En esta carta, Einstein pone de manifiesto su fe en
Dios, sin el cual, le sería imposible probar la validez de su concepción del
Universo y de las leyes de la naturaleza en general. Por último, para evitar
malentendidos, Heisenberg y Schrödinger eran profundamente creyentes, como
ellos mismos reiteraron en diversas ocasiones a lo largo de su vida, concretamente,
el segundo de ellos se convirtió al catolicismo.
Me ha parecido
interesante la opinión del teólogo suizo Hans Küng, sobre el Dios de la Biblia
y el Dios de Einstein, en especial, si solo deben de coexistir estas dos
concepciones de la divinidad, o podemos establecer una relación entre ellas. Küng, se muestra partidario de la complementariedad
entre ambas, es decir, no tienen por qué
oponerse la concepción del Dios moral y el Dios cósmico. De esta manera, el
conocimiento que podemos llegar a tener del creador del Universo aumentaría y
se enriquecería, la coexistencia entre fe y ciencia no serían dos opciones antagónicas
o distantes. Todo lo contrario; la una, se entendería mejor con la otra.
Por último, merece la pena destacar unas palabras del físico que recoge Walter Isaacson en Einstein: His Life and Universe "No soy ateo y no pienso que pueda decir que soy panteísta. El problema en cuestión es demasiado vasto para nuestras mentes limitadas. La mente humana, no importa cuán altamente capacitada esté, no puede comprender el universo. Estamos en la posición de un niño pequeño, entrando en una enorme biblioteca cuyas paredes están cubiertas hasta el techo de libros en muchos idiomas diferentes. El niño sabe que alguien debió haber escrito esos libros. No sabe quién ni cómo. No entiende los idiomas en los que están escritos. El niño observa un plan definido en la organización de los libros, un orden misterioso, el cual, no se comprende; un orden misterioso que no entiende, pero apenas sospecha sutilmente. Esa, me parece, es la actitud de la mente humana, incluso de la más grande y la más culta, hacia Dios. Vemos un universo maravillosamente organizado, obedeciendo ciertas leyes, pero solo entendemos las leyes vagamente. Nuestras mentes limitadas no pueden escrutar la fuerza misteriosa que balancea las constelaciones"
Por último, merece la pena destacar unas palabras del físico que recoge Walter Isaacson en Einstein: His Life and Universe "No soy ateo y no pienso que pueda decir que soy panteísta. El problema en cuestión es demasiado vasto para nuestras mentes limitadas. La mente humana, no importa cuán altamente capacitada esté, no puede comprender el universo. Estamos en la posición de un niño pequeño, entrando en una enorme biblioteca cuyas paredes están cubiertas hasta el techo de libros en muchos idiomas diferentes. El niño sabe que alguien debió haber escrito esos libros. No sabe quién ni cómo. No entiende los idiomas en los que están escritos. El niño observa un plan definido en la organización de los libros, un orden misterioso, el cual, no se comprende; un orden misterioso que no entiende, pero apenas sospecha sutilmente. Esa, me parece, es la actitud de la mente humana, incluso de la más grande y la más culta, hacia Dios. Vemos un universo maravillosamente organizado, obedeciendo ciertas leyes, pero solo entendemos las leyes vagamente. Nuestras mentes limitadas no pueden escrutar la fuerza misteriosa que balancea las constelaciones"
Respecto a la
segunda cuestión, no me extenderé mucho. Es cierto que algunos de sus célebres
enunciados nos pueden llevar a concluir que simpatizaba con lo que hoy
defienden muchos movimientos pacifistas. Su conocida frase: “No sé cómo será la
III Guerra Mundial, pero sí la IV... con piedras y palos.” Es una clara
advertencia del peligro que supondría para la humanidad una guerra global,
especialmente, por el armamento nuclear que las grandes potencias estaban
dispuestas a producir y a almacenar.
Menos aún,
debemos concluir que era un defensor de soluciones bélicas para que los países
resolvieran sus diferencias. Tampoco es eso. Ahora bien, hace 75 años,
concretamente el 9 de agosto de 1939, Albert Einstein redactó una carta en Long
Island, ayudado por el judío húngaro Leó Szilárd, que envió a la Casa
Blanca cuando su inquilino era Roosevelt. El contenido de dicho escrito, que
reproduzco a continuación, no salió de la pluma de lo que actualmente
entendemos por un pacifista. También hay que tener presente los tiempos
convulsos que corrían, y que todavía hubiera sido peor que el régimen de Hitler se hiciese con la bomba atómica antes que los Aliados. Hay quién piensa que el
contenido de esta misiva pudo cambiar el curso de la Historia. En todo caso, que el posible lector juzgue y
valore por sí mismo:
Carta de
Einstein a Roosevelt
Albert
Einstein
Old Grove
Rd.
Nassau
Point
Peconic,
Long Island
2 de agosto de 1939
F. R. Roosevelt
President
of the United States
White House
Washington, D.C.
Señor;
Algunos recientes
trabajos de E. Fermi y L. Szilard, los cuales me han sido comunicados mediante
manuscritos, me llevan a esperar, que en el futuro inmediato, el elemento
uranio puede ser convertido en una nueva e importante fuente de energía. Algunos aspectos de la situación que se han
producido parecen requerir mucha atención y, si fuera necesario, inmediata
acción de parte de la Administración.
Por ello creo que es mi deber llevar a su atención los siguientes hechos
y recomendaciones.
En el curso de los
últimos cuatro meses se ha hecho probable —a través del trabajo de Loiot en
Francia así como también de Fermi y Szilard en Estados Unidos— que podría ser
posible el iniciar una reacción nuclear en cadena en una gran masa de uranio,
por medio de la cual se generarían enormes cantidades de potencia y grandes
cantidades de nuevos elementos parecidos al uranio. Ahora parece casi seguro
que esto podría ser logrado en el futuro inmediato.
Este nuevo fenómeno
podría utilizado para la construcción de bombas, y es concebible —pienso que
inevitable— que pueden ser construidas bombas de un nuevo tipo extremadamente
poderosas. Una sola bomba de ese tipo, llevada por un barco y explotada en un
puerto, podría muy bien destruir el puerto por completo, conjuntamente con el
territorio que lo rodea. Sin embargo,
tales bombas podrían ser demasiado pesadas para ser transportadas por aire.
Los Estados Unidos
tienen muy pocas minas de uranio, con vetas de poco valor y en cantidades
moderadas. Hay muy buenas vetas en Canadá y en la ex-Checoslovaquia, mientras
que la fuente más importante de uranio está en el Congo Belga.
En vista de esta
situación usted podría considerar que es deseable tener algún tipo de contacto
permanente entre la Administración y el grupo de físicos que están trabajando
en reacciones en cadena en los Estados Unidos. Una forma posible de lograrlo
podría ser comprometer en esta función a una persona de su entera confianza
quien podría tal vez servir de manera extra oficial. Sus funciones serían las
siguientes:
a) Estar en contacto
con el Departamento de Gobierno, manteniéndolos informados de los próximos
desarrollos, y hacer recomendaciones para las acciones de Gobierno, poniendo
particular atención en los problemas de asegurar el suministro de mineral de
uranio para los Estados Unidos.
b) Acelerar el trabajo
experimental, que en estos momentos se efectúa con los presupuestos limitados
de los laboratorios de las universidades, con el suministro de fondos. Si esos
fondos fueran necesarios con contactos con personas privadas que estuvieran
dispuestas a hacer contribuciones para esta causa, y tal vez obteniendo
cooperación de laboratorios industriales que tuvieran el equipo necesario.
Tengo entendido que
Alemania actualmente ha detenido la venta de uranio de las minas de
Checoslovaquia, las cuales han sido tomadas.
Puede pensarse que Alemania ha hecho tan claras acciones, porque el hijo
del Sub Secretario de Estado Alemán, von Weizacker, está asignado al Instituto
Kaiser Wilheln de Berlín, donde algunos de los trabajos estadounidenses están
siendo duplicados.
Su Seguro Servidor,
A. Einstein*A la que Bohr contestó: “Einstein, deja de decirle a Dios lo que debe hacer”.
P.D. La admiración de Einstein por Jesucristo es evidente, como podemos comprobar en este enlace.
2ªP.D. Después de las últimas informaciones que he podido
recoger sobre las creencias religiosas del personaje, su dios era la naturaleza
y, en consecuencia, ateo.