viernes, 9 de enero de 2015

Evolución del concepto de Historia


     La tarea del historiador es, sobre todas las cosas, el conocimiento del presente a través del pasado. En la medida que éste evoluciona cambian también las preguntas que el hombre formula a su pasado. Tal es la causa de que casi cada generación necesite hacer su Historia, pues las respuestas dadas por las generaciones que la precedieron ya no satisfacen los nuevos interrogantes que se plantean. El concepto de Historia ha evolucionado enormemente desde los tiempos de Heródoto hasta los nuestros. Veamos con brevedad:
     La Historia comienza con la aparición de la escritura en la antigua Mesopotamia y el antiguo Egipto en los albores del III milenio a. de J.C. Ahora bien, hay que esperar a la civilización griega y más concretamente a la época clásica, para que aparezcan los primeros hombres en preocuparse por registrar acontecimientos que habían vivido ellos,  de los que habían oído hablar, u observado en textos escritos, y que  consideraban de interés para legarlos a la posteridad. El hombre no empezó a tomar conciencia de escribir su propia Historia hasta hace cerca de dos mil quinientos años.
     En Grecia, se comienza elaborando una serie de recuerdos en orden cronológico, por ejemplo, listas de magistrados o reyes. La primera concepción de la Historia la encontramos en los poemas homéricos y en Hexiodo, es enteramente religiosa. La marcha de la humanidad constituye para ellos un proceso de degradación y se toma como punto de partida un tiempo ya pasado, en el que los hombres, habrían vivido en un estado de perfección, una edad de oro. En definitiva, la Historia aparece con un sentido narrativo, escribiendo lo que sucede cada año sin análisis ni crítica. Escriben solo los grandes acontecimientos, pero no como vivía un campesino.
     Podemos considerar a Herodoto como el padre de la Historia. La coyuntura que domina en este momento es la religiosa, la cual, es rebajada por él, así como todo aquello que parezca leyenda. Un gran paso adelante supone Tucídides, pues aspira a conocer las causas de los hechos que se producen y a contarlos con total objetividad.
     Los historiadores romanos son semejantes a los griegos. Para ellos la Historia tiene un valor de ejemplo, de ahí la atención minuciosa que prestan al estudio de los caracteres humanos, como Plutarco,  que aunque era griego de nacimiento, ya escribió en el siglo I bajo el dominio romano sus Vidas paralelas, que eran biografías de griegos y romanos famosos, para comparar sus virtudes y defectos comunes, o Las vidas de los doce césares del historiador romano Suetonio de los siglos I y II. Es necesario señalar, que también se da una tendencia a la acumulación de datos.
     En la Edad Media predomina una concepción cristiana de la Historia. Esta concepción es providencialista, cuyo máximo representante es San Agustín. Por otra parte, continúa el estilo narrativo y la tendencia a anotar las efemérides más interesantes, así como la ausencia de sentido crítico, con lo cual, se daba cabida a leyendas y fantasías.
     En el Renacimiento continúa el providencialismo, pero aparecen nuevas concepciones de la Historia de corte profano. Maquiavelo, por ejemplo, le achaca al hombre los aciertos y fracasos de los hechos históricos, e intenta conocer las causas de los mismos.
     Durante la Ilustración, la teoría de que la Historia siempre progresa y no regresa, es una novedad de este período. Voltaire, dice, que la humanidad progresa por el esfuerzo de los hombres. Ahora, todo se reduce al hombre como centro.
     En el Idealismo, concretamente en la primera mitad del siglo XIX, se desarrolla en Alemania un nuevo espíritu científico aplicado a la Historia. Sus tres puntos fundamentales eran: los pueblos colectivamente considerados son los protagonistas de la Historia; en segundo lugar, la naturaleza humana no es igual e inmutable sino cambiante; y tercero, la creencia en el progreso indefinido del hombre. Para Fichte, la tarea del historiador no es conservar el pasado, sino comprender el presente. Para Hegel, el suceder histórico es tan solo la realización del pensamiento. Las ideas son anteriores a los hechos. Así pues, el motor de la Historia es la razón  del hombre.
     Ya en el Positivismo, la Historia se declara ciencia. Se fija su método basado en el análisis y la crítica, con el cual, se eliminarán fábulas y supercherías en este campo. Para Comte, la Historia se ocuparía únicamente de descubrir y establecer los hechos, mientras que la Sociología sería la encargada de interpretarlos.
     Para el Marxismo, el motor de la Historia es la lucha de clases sociales que se produce en la humanidad como consecuencia de su división, pues según Marx, se encuentra dividida en dos clases: la de los opresores, que identifica con la burguesía en su época, propietarios de los medios de producción; y la de los oprimidos, que identifica con el proletariado desposeído de dichos medios. Toda la sociedad está presidida por esta lucha, que se resolverá en el proceso histórico, en el cual, tras una etapa de transición que denomina Dictadura del proletariado, se abrirá camino una sociedad sin clases.
     Cuando llegamos al siglo XX, nos encontramos con una metodología madura y un arsenal de conocimientos comprobados. Pero entonces, se plantea el problema del progreso o la decadencia dentro de la historia universal, sobre todo cuando se tiene  la experiencia que suponen dos guerras mundiales en un corto período de tiempo. Hay quien niega la necesidad de un progreso, por lo tanto, el carácter más importante de la Historia es su continuidad, pero no, progreso. Otros opinan, posiblemente la mayoría, que ésta progresa. Para el pensamiento de este siglo, la Historia es una ciencia que tiene como, cualquier otra, sus principios propios de estudio e investigación. Hay que destacar la labor de Arnold Toynbee en cuanto al concepto de la materia que nos ocupa, cree, que cada civilización tiene unas características propias, pero siempre relacionada con otras, una civilización decae como resultado de su impotencia para enfrentarse a los desafíos que se le presentan. Dio gran importancia a los factores religiosos en la formulación de las respuestas a los desafíos, negando que éstas deban perecer finalmente. Defendía que podía esperarse, que la moderna civilización Occidental pueda escapar a la norma general de la decadencia de las civilizaciones.

       R.R.C.
NOTA: Foto del autor.