Óleo sobre lienzo (266 X 345 cm .) expuesto en el
Museo del Prado de Madrid, pintado en 1814, terminada ya la guerra, también se
le conoce con el nombre: “El dos de mayo de 1808”. Antes de que entrara
Fernando VII en Madrid, Goya dirigió una instancia "expresando sus
ardientes deseos de perpetuar por medio de los pinceles las más notables y
heroicas escenas de nuestra gloriosa insurrección contra el tirano de Europa,
solicitando ayuda económica, ya que temía posteriores represalias a causa de
sus anteriores simpatías hacia el bando francés. La Regencia aceptó, y pintó
este cuadro junto a Los fusilamientos.
De éste se conserva un apunte en la Casa Ducal de Villahermosa.
Como se ha dicho muchas veces, Goya
realiza en esta obra el primer cuadro moderno de la historia de la pintura,
porque el lienzo es lo más opuesto al neoclásico gusto "pompier",
donde los asuntos tomados de la Historia de Grecia y Roma dominaban el arte del
Imperio, con sus desnudos convencionales y los gestos teatrales de los
personajes. Para Goya "es una historia sin héroe"; se trata de la
primera vez que el pueblo protagoniza una crónica sangrienta. Es un cuadro
expresionista, donde el asunto trágico sirve de perfecto apoyo a su paleta,
vivaz y delicada a la vez. El episodio representado es el ataque de un grupo de
madrileños contra varios mamelucos (mercenarios egipcios que combaten al lado
del ejército francés), y un coracero de la Guardia Imperial francesa, acaecido
-según la tradición- en las cercanías de la Puerta del Sol, donde vivía el hijo
de Goya, por lo que se ha supuesto, que desde la ventana de la casa, el pintor
pudo asistir al choque, reflejándolo después en su obra. No obstante, la
mayoría de los historiadores piensan que la pintó de acuerdo a los relatos que
oyó sobre el acontecimiento. Su objetivo fue rendir un merecido homenaje a la
resistencia española. Todo el cuadro es de un gran dinamismo, en el que
colaboran los distintos personajes y los movimientos de los caballos. La
arquitectura de fondo difuminada, hace que centremos más nuestra atención en
los combates que se estaban desarrollando en primer plano. La escena está
tratada con gran realismo, convirtiéndose así, en un testimonio de los trágicos
hechos acaecidos en Madrid en 1808, como consecuencia de la ocupación de las
tropas napoleónicas.
Manuales de Arte. Adaptado por R.R.C.