domingo, 11 de octubre de 2015

Respaldo del trono de Tutankamón

    
      Nunca he presenciado tanta ternura y delicadeza en una escena de arte egipcio, sea relieve o pintura, como la que exhibe el respaldo del trono de Tutankamón. Esa mirada de complicidad entre el joven faraón y su delicada esposa desprende una dulzura contagiosa. Ese gesto protector de su mano derecha sobre el hombro izquierdo de su marido, al que está a punto de poner ungüento perfumado del recipiente que sostiene en su mano izquierda, contribuye aún más a transmitir amor, afecto y sensibilidad a la intimidad del momento. Si ahora detenemos nuestro examen en los pies de ambos, observaremos, que mientras Tutankamón solo calza su pie izquierdo, su esposa Anjesenatón hace lo propio en su pie derecho, símbolo inequívoco de que se complementan mutuamente. En fin, no encontramos en toda la etapa faraónica una representación de una pareja real tan enamorada como la que vemos en la imagen.

     Por otra parte, me gustaría hacer hincapié en las siguientes cuestiones técnicas como el gusto más que evidente por el detalle; la elegancia de la vestimenta y la transparencia de las telas, especialmente la de ella; los amplios y lujosos pectorales; sus elaboradas y llamativas pelucas, además de las piezas simbólicas que portan; y destacados brazaletes dignos de la realeza. Todo este conjunto de elementos, muestran el interés del artista egipcio por alcanzar la perfección en su obra. Para su consecución utiliza madera decorada con pan de oro, plata, vidrio y piedras de adorno como lapislázuli, cornalina y turquesa. Y, por último, advertir como el Sol situado en la parte superior inunda toda la composición de luz y energía, y aprovecha dos de sus rayos para introducir en las bocas de la feliz pareja el símbolo de la vida que, al final, no tuvieron. (De R.R.C. para Fina Pagán.)
   
      R.R.C.