Cuando uno presencia en las vitrinas del Museo de El Cairo
la máscara funeraria de Psusennes, no puede evitar la comparación con la de
Tuntakamón. Es innegable el parecido de ambas; la del primero es magnífica,
pero la del segundo es insuperable. Más de 300 años las separan*, además de las
necrópolis en donde fueron descubiertas: una en Tanis (en el delta del Nilo); la
otra en el Valle de los Reyes (situado en Tebas).
La máscara de
Psusennes está realizada en dos piezas de oro, soldadas y reforzadas con cinco
clavos que podemos observar en su parte posterior. El precioso metal es la
materia prima predominante en toda la obra, solo interrumpido por el
lapislázuli empleado para remarcar sus cejas y grandes ojos almendrados, así
como el tirante que usaban los faraones para sujetar la característica barba
postiza. Para los ojos se utiliza piedra blanca y negra que llenan el rostro de
vida. Una preciosa cobra realizada en oro recorre el nemes (tocado de tela que
llevaban los faraones) y sobresale con una gran elegancia por encima de su
frente. El amplio pectoral que vemos bajo su cuello, se resuelve con bandas
cinceladas que representan motivos geométricos y hojas de loto muy estilizadas.
Respecto a la barba postiza está decorada con simples incisiones que producen
un efecto de entrelazado, se encuentra incrustada en la parte inferior de la
mandíbula. Por último, las bandas que recorren la parte posterior del nemes
convergen al final de su recorrido.
Fue descubierta por el arqueólogo francés Pierre Montet en
febrero de 1940, cuando estaba empezando la IIª Guerra Mundial, en el sarcófago
de este faraón que reinó en el Bajo Egipto entre finales del siglo XI y
principios del X antes de J.C. Así que, a pesar de la importancia del hallazgo,
quedó un tanto olvidado, ya que el mundo tenía su mirada puesta en la guerra
desencadenada por Hitler. Aún hoy, permanecen postergados tanto el descubridor
como Psusennes I y, desde luego, su magnífica máscara.
*La de Tutankamón más antigua.
R.R.C.