Se trata de una
pintura al óleo sobre lienzo de 123X101 cm., expuesta en las galerías del Museo
del Prado de Madrid, y realizada hacia 1660 por el pintor sevillano Bartolomé
Esteban Murillo. Los niños son protagonistas distinguidos en las obras de este
artista del Barroco español en sus escenas costumbristas, como podemos
comprobar en otra creación suya “Dos niños comiendo melón y uvas” ejecutada
pocos años antes que la que nos ocupa.
La tela que vemos
se basa en el Evangelio de San Juan, cuando compara a Jesucristo con el buen
pastor que cuida de sus ovejas, un tema ya recurrente desde el arte
Paleocristiano, como podemos observar en las catacumbas de Roma. Por otra
parte, el crítico de arte Pedro de Madrazo pensaba que se hace referencia a
otro pasaje del Evangelio de San Mateo, en donde afirma que: si uno tiene cien
ovejas y se le pierde una, deja a las otras noventa y nueve y va a buscar a la
descarriada. Esta que vemos acariciada por Jesús es la despistada.
La composición
piramidal que presenta el cuadro es típicamente renacentista, sin embargo, el
cayado y la pierna del niño ponen el contrapunto diagonal, típico de la época
barroca. El cielo tumultuoso del fondo nos retrotrae a los pintores de la
Escuela veneciana del siglo anterior. El niño Jesús, con halo luminoso que
apenas sobrepasa su rizado cabello; con rostro afable que denota una cierta
melancolía, dirige su mirada al espectador, como si quisiera atraparlo para su
amado “rebaño”, al que vemos pastando plácidamente entre la neblina; mientras
en la parte izquierda, ruinas clásicas ocupan el fondo de esta reconfortante
escena llena de amor, dulzura y sentimiento.
P.D. Una obra que no ofende, que no provoca, que no ridiculiza, que no molesta a nadie, que no desagrada. Independientemente de que te pueda gustar más o menos, los artistas de verdad no tienen que apelar al escándalo o a la provocación para llegar a la gente. No tienen que recurrir a hostias consagradas para escribir pederastia en el suelo. Eso no es arte, es un insulto gratuito. Siempre a los cristianos, por supuesto.
R.R.C.
P.D. Una obra que no ofende, que no provoca, que no ridiculiza, que no molesta a nadie, que no desagrada. Independientemente de que te pueda gustar más o menos, los artistas de verdad no tienen que apelar al escándalo o a la provocación para llegar a la gente. No tienen que recurrir a hostias consagradas para escribir pederastia en el suelo. Eso no es arte, es un insulto gratuito. Siempre a los cristianos, por supuesto.