Construida en Poissy entre 1929 y 1931,
muy cerca de la capital francesa, por el gran urbanista y arquitecto de origen
suizo, hijo de un relojero (del que parece heredar su gusto por la precisión y
la matemática), Charles- Édouard Jeanneret, más conocido con el nombre de Le
Corbusier. Como gran humanista que es, rescata al hombre de la deshumanización
al que lo estaba llevando el rápido proceso industrial que se estaba
desarrollando en el siglo XX. Esta construcción nos muestra este espíritu preocupado
por los problemas humanos, olvidados en gran medida por el progreso
tecnológico.
Estamos presenciando uno de los mejores
ejemplos de la arquitectura racionalista, e incluso del cubismo, como podemos
comprobar en la simplicidad de sus formas, la vuelta a los volúmenes elementales,
en este caso: al cubo, y a la claridad de líneas constructivas frente al
decorativismo del momento. Además, esta casa es la que mejor representa los cinco
principios básicos que resumen toda su obra, a saber:
1º. Los
pilares. Con ellos la casa queda libre y aislada del suelo. Así se eliminan
la humedad y los sitios oscuros, o escasos de luz.
2º. Los
techos jardín. De esta forma a la parte superior de la edificación, se le
puede dar otros usos, tales como: solárium, pista de tenis, piscina, jardín,
etc.
3º. Ventana
longitudinal. Con la utilización del hierro y el hormigón, los muros
pierden su antigua función de sostener el edificio y se pueden hacer ventanas
alargadas que iluminan mucho más el interior de la construcción.
4º. La
planta libre. La existencia de pilares, permite que cada piso pueda ser
distribuido de distinta manera. El inferior puede presentar una distribución
diferente al superior.
5º. Fachada
libre. Ahora, la fachada se puede diseñar en función de las necesidades de
cada piso.
Lógicamente, estos enunciados nos valdrían
tanto para una casa, como para un bloque de pisos, por ejemplo, los que
construyó en Marsella a mediados del siglo XX conocidos como “Unidad de
habitación”.
Un pudiente hombre de negocios francés, Pierre
Savoye, fue quién realizó el encargo al estudio de Le Corbusier, dándole
libertad total para la elaboración del plano y la ejecución de la obra. En
palabras del arquitecto, fue construida en la máxima simplicidad, para unos
clientes desprovistos de ideas preconcebidas. En su interior, podemos observar
un auténtico despliegue de formas. Rampas comunican las plantas baja y primera.
Por otra parte, en el color blanco de la fachada buscaba la claridad del
espíritu. El color “blanco moral”, como él mismo lo describía, representaba la
negación de lo innecesario, de lo trivial, de lo inútil en definitiva.
El arquitecto estadounidense y representante
de la arquitectura organicista Frank
Lloyd Wright*, describió la
Villa Saboya como una caja con zancos. Otros autores, la han equiparado con un
objeto volador posado en medio de un paraje, e incluso hay quién la ha llegado
a considerar un templo griego modernizado.
A la postre, le podemos poner algún que
otro inconveniente. La casa no fue nunca lo habitable que se hubiese esperado
de ella, pues la calidad de la construcción se mostró del todo insuficiente. En
1936, la esposa de Pierre Saboye le escribe al arquitecto confirmándole que: “Llueve
en la entrada”, “llueve en la rampa. El muro del garaje está absolutamente empapado.
En mi baño llueve todos los días, el agua se filtra por la ventana del techo”.
En fin, la delgadez de los muros, es todavía hoy un problema sin resolver. En
1958 la casa pasó a ser propiedad del Estado francés y fue declarada monumento
histórico en 1965, cuando el arquitecto aún estaba vivo.
*Autor de “La casa de la cascada” de estilo orgánico
construida en 1937 en Pensilvania. También comentada en otra entrada de este
blog.
Manuales de Arte. Adaptado por R.R.C.