Al igual que
los faraones, tenían el exclusivo privilegio de encerrar su nombre en un
cartucho, y de hecho, desde el 1080 hasta el 945 antes de C. alcanzaron tal
poder, no solo económico, sino político, que actuaron como auténticos faraones
en el Alto Egipto con capital en Tebas. Aunque su origen se remonta a la lejana
dinastía XII, su máximo dominio tuvo que esperar hasta la XX, y a partir de la
dinastía XXII su autoridad empezó a decrecer.
Estos sumos
sacerdotes contaban para ejercer su labor con una serie de colaboradores,
organizados en un alto clero que se encargaba de los sacrificios que ofrecían a
la divinidad, y en un bajo clero que purificaban el templo, o se encargaban de
los rituales. Además, poseían una gran cantidad de tierras y ganado, ocupándose
de ello un gran número de trabajadores al servicio de esta autoridad religiosa,
que incluso cobraba tributos en las demarcaciones en las que se encontraba
dividido Egipto, conocidas como Nomos.
Uno se los sacerdotes de Amón más
destacados fue Amenhotep, que se mantuvo en el cargo desde el reinado de Ramsés
IX hasta Ramsés XI (entre los siglos XII y XI a. de C.). También fue Visir y
asesor principal del monarca. Es significativo el bajo relieve que aparece en
el templo de Amón en Karnac, en donde Amenhotep y Ramsés IX aparecen del mismo
tamaño, en un arte fuertemente jerarquizado, en donde la dimensión de las
figuras guardaba una estrecha relación con la categoría de los personajes. La
conclusión que podemos obtener de este hecho es: que faraón y sumo sacerdote
llegaron a tener el mismo rango, e incluso, más poder el representante de Amón.
R.R.C.