A pesar de que la tumba del faraón
Tutankamón fue, contrariamente a lo que se cree, saqueada al menos en un par de
ocasiones poco después de su muerte, y vuelta a sellar de nuevo, como ya
advirtió el propio H. Carter cuando la descubrió, todavía nos deparó piezas de
gran calidad artística como la presente, del siglo XIV a. de C. y conservada en
el Museo de El Cairo. Precisamente, los ladrones buscaban objetos pequeños y de
gran valor que fuesen fáciles de transportar y vender, y según estimaciones
realizadas por Carter se pudieron llevar hasta un 60% de las joyas depositadas
originalmente.
Un sensacional escarabajo de lapislázuli
representante del Sol naciente y símbolo de la resurrección, ocupa la parte
central del pectoral. Situado sobre un cartucho circular (Shen, en
jeroglífico), que a su vez se apoya sobre una base en forma de barra horizontal, con una decoración geométrica de rectángulos y trazos verticales, con
incrustaciones de piedras y vidrios coloreados. Con sus patas delanteras sujeta
el cartucho de este faraón con su Nombre de Trono: “Heperu-neb-Ra” (El Señor de
las manifestaciones es Ra); además, la parte izquierda del cartucho nos informa
de que es el “Elegido del mencionado dios”.
Dos magníficas e impresionantes cobras o
uraeus protectoras del faraón, elaboradas con oro, piedras y vidrios de
colores, lucen dos grandes discos solares de cornalina sobre sus cabezas, y
cierran esta magnífica obra de la orfebrería del antiguo Egipto.
R.R.C.
NOTA: IMAGEN BAJADA DE INTERNET