Los Diez
Mandamientos, las tablas de la ley que Dios entregó a Moisés en el monte Horeb
en el centro de la península del Sinaí, tal y como recoge el libro del Éxodo,
el segundo de los cinco libros que componen el Pentateuco, la Torá judía. Aquí
se encuentran enunciados los diez mandatos más importantes que Yahveh impone al
pueblo elegido, la ley de leyes, el camino a seguir. En ellos se establecen las
relaciones del pueblo de Israel con Dios y entre ellos mismos, de una manera
clara, precisa y contundente; no dejan lugar a dudas. Para conservar estas
tablas sagradas que provienen
directamente del Cielo, se construyó el Arca de la Alianza, siguiendo
las instrucciones que, según el propio Moisés, el mismo Dios le indicó. Debía
estar hecha de madera de acacia y forrada de láminas de oro, con unas anillas
para poder ser transportada allá donde fuere su pueblo. Ésta, a su vez, se
encontraba guardada en la Tienda del Encuentro, realizada también con indicaciones
precisas venidas de Dios, si seguimos el texto del Antiguo Testamento. Una vez
que el pueblo judío ocupó de una manera estable la Tierra Prometida; el Rey
Salomón mandó construir el Templo de Jerusalén para albergar de una manera
definitiva el Arca de la Alianza, que representaba la presencia real de Dios en
medio de su pueblo. Allí estuvo hasta la caída y destrucción del Templo y de la
ciudad en el año 587 antes de J.C. por las tropas de Nabucodonosor II, rey de
los babilonios. Ya no se vuelve a mencionar más el Arca, desaparece para
siempre de la historia de Israel, pues, cuando vuelve a levantarse a finales del
VI antes de J.C. un segundo Templo, éste ya no alberga el Arca y, por ende, Los
Diez Mandamientos que contenía. ¿Dónde está?, lo único seguro es que
desapareció.
Según la
Biblia, las Tablas de la Ley estaban
hechas en piedra. Pero ¿de qué piedra?, ¿podrían ser de una piedra cualquiera?
Hay quién afirma que éstas no eran de tal material, sino de barro cocido, es
decir, tablillas de arcilla semejantes a las encontradas en multitud de
yacimientos de Mesopotamia, a fin de cuentas, el pueblo judío procede de la
ciudad mesopotámica de Ur, que conducidos por Abraham se trasladaron a Canaán, y
allí estuvieron antes de penetrar en Egipto. Una piedra muy preciada en estas
tierras era la diorita, en la que representaban a personajes importantes como
sacerdotes que llevaban inscritas oraciones, como la famosa estatua de Gudea,
rey-sacerdote de Lagash. De mediados del
siglo XVIII antes de J.C. es el conocido código de Hammurabi, uno de los
códigos de leyes más antiguo que se conoce y que influyó en otros posteriores,
incluido el Antiguo Testamento, se encuentra hoy en el Museo del Louvre. Es un
bloque de 2,25 metros de alto realizado en diorita, pues la importancia del contenido legal que presenta así lo requiere,
ya que el mismo dios Shamash, como vemos en la parte superior del monolito, hace entrega de este código de leyes al propio
Hammurabi.
Moisés y el pueblo de Israel salieron de
Egipto antes de adentrarse en el desierto del Sinaí, y recibir las Tablas de la
Ley. El lapislázuli era una de las piedras más valoradas, si no la que más, por
los antiguos egipcios. La encontramos en multitud de objetos y amuletos muy
importantes para ellos. Las joyas de oro y este material eran dignas de
faraones, el único dios viviente que podían ver sobre la tierra. En los textos
escritos se deja constancia del aprecio de esta piedra que importaban de
oriente. Recorrían larguísimas distancias desde el lejano Afganistán para acarrearla hasta el país del
Nilo.
El lapislázuli
de calidad posee un color azul intenso que recuerda el cielo en el
crepúsculo; incrustada en la piedra aparecen puntitos de pirita que producen reflejos dorados como las
estrellas brillantes al anochecer. La calcita que tiene un aspecto gris y
blanquecino apenas se deja ver en las buenas piedras. Su dureza es de 5,5 en la
escala de Mohs, y es factible obtener lajas de piedra de variados tamaños. Se
puede moler y utilizar para obtener pintura de este bello color, y así aparecen
multitud de bóvedas y cúpulas de iglesias cristianas que hacen referencia al
firmamento, al cielo. De este azul salpicado de estrellas doradas se encontró Miguel Ángel la bóveda de la
capilla Sixtina antes de pintarla tal y como la conocemos hoy.
¿Qué
mejor fondo y soporte de piedra que el lapislázuli para grabar los
Mandamientos que vienen del Cielo? Los hebreos la conocían en Egipto y sabían
de su valor. El propio Moisés, posiblemente, fue un personaje importante antes
de abandonar el país de los faraones y, como tal, tener gustos refinados y ser
el lapislázuli una de sus piedras de referencia. Las leyes más importantes del
antiguo pueblo judío no podían estar grabadas en cualquier material, como no lo
estaban las de otros pueblos de la época.
Además, como hemos visto más arriba, el Arca que las contenía estaba hecha con la
madera más preciada forrada del dorado metal, por dentro y por fuera, la
combinación de esta piedra con el oro sería perfecta, produciendo un gran impacto cromático.
El lapislázuli por la importancia
que tenía en el país donde habían residido muchos años, por su aspecto, por su
belleza, por su simbología (el cielo estrellado), parece un material posible y
adecuado para grabar en él Los Diez Mandamientos.
R.R.C.
Nota: Imágenes de lapislázuli bajadas de Internet.
NOTA ACLARATORIA AÑADIDA EL 5 DE JUNIO DE 2020
En el cap. 24, 10 del Éxodo podemos leer que el pavimento que estaba bajo los pies de Dios era de zafiro (el sappir hebreo), tan puro como el mismísimo cielo. En realidad, el texto bíblico se refiere al lapislázuli por varias razones. En primer lugar, en esos tiempos y emplazamientos bíblicos no se utilizaba el zafiro. En segundo lugar el zafiro es muy duro (solo lo raya el diamante) y no salen piezas que permitan grabar leyes. Otros escritores antiguos denominan σάπφειρος al lapislázuli, como es el caso del botánico de la Antigua Grecia, Teofrasto, que lo define como punteado de oro en polvo, que poco tiene que ver con el zafiro y sí con el lapislázuli. Otro tanto hace Plinio el Viejo, naturalista romano del siglo I. Y, por último, en el libro bíblico de Job cap 28, 6 dice: “Lugar donde las piedras son zafiro y contienen granos de oro”, descripción que concuerda con el lapislázuli y no con el zafiro. Con lo cual podemos concluir que cuando el Antiguo Testamento y algunos otros mencionan el zafiro, en realidad se están refiriendo al lapislázuli. ¿Qué va a ser el punteado de oro en polvo? o ¿los granos de oro? que la pirita misma, componente esencial del lapislázuli. Que además lo distingue de otras piedras similares como la sodalita, por ejemplo.
R.R.C.
NOTA III AÑADIDA EL 12-5-2024: Basándome exclusivamente en las informaciones que
nos transmite el texto bíblico y en las costumbres de otros pueblos de la
antigüedad sobre los materiales que utilizaban para grabar sus leyes más
importantes, me ha llevado a concluir que el lapislázuli era el material más
conveniente para grabar el Decálogo de Moisés, por las razones ya expuestas en
el post. No he entrado en otras cuestiones de crítica histórica o si el éxodo existió o no, tal y
como afirma el prestigioso arqueólogo Israel Finkelstein, que fue jefe del Instituto de Arqueología de la
Universidad de Tel Aviv entre 1994 y 1998. Además, las fuentes egipcias no
transmiten ninguna información al respecto, ni tampoco se han encontrado
hallazgos arqueológicos que respalden el tema que se ha tratado aquí. En fin,
cada cual que extraiga sus propias conclusiones.