Lo primero
que nos encontramos al entrar al Museo de Pérgamo de Berlín es una espectacular
arquitectura construida originariamente en
la polis griega homónima de Asia
menor, en la actual Turquía. Fue desmontada y trasladada a su actual ubicación
a finales del siglo XIX, después de su compra por veinte mil marcos de oro al
Imperio turco. Pero no termina aquí su periplo, ya que después de la ciada de
Berlín en manos de las tropas soviéticas tras la Segunda Guerra Mundial, fue
desmontado y trasladado a Rusia como botín de guerra, para ser devuelto, por
fin, a Alemania en 1959.
Nos encontramos ante un monumento
religioso de época helenística, construido en la primera mitad del siglo II
antes de J.C. durante el reinado de Eumenes II. Durante este período se
levantaron grandes altares dedicados a una deidad en donde se le rendía culto,
comúnmente a Zeus, la más importante de todas.
El altar era un gigantesco podio macizo de
unos 7 m de alto, con una amplia escalera para salvar el desnivel, se levantaba
sobre un basamento rectangular de 35'80 m. por 33'20 m., con cinco escalones, a
partir de los cuales se generaba su alzado. Éste se origina en una estructura
en forma de U. La columnata jónica que bordea toda la plataforma, es de altura
reducida -2'67 m- y sostiene un entablamento plano.
Grandes relieves de 2'30 m. de altura
rodeaban por tres de sus lados el gigantesco altar formando un friso de unos
112 metros de longitud. En estos relieves se representa la lucha entre los
dioses y los gigantes, hijos de Gea:
Zeus y Atenea combaten a sus respectivos adversarios, formando un concierto de
figuras comparable a la furia de los elementos desencadenados: simboliza las
fuerzas titánicas, fuerzas cósmicas elementales: las fuentes de la luz, los
cielos, las aguas y la tierra. Todo ello forma una fantástica combinación de
hombres viejos y jóvenes. El fondo del relieve desaparece tras la maraña de
cuerpos humanos, ropajes flotantes, armas, carros y animales. En el friso
participaron más de 40 escultores, que unificaron su trabajo de tal manera, que
es imposible distinguir individualidades.
La planta del altar era prácticamente
cuadrada, y la fachada que se conserva deba acceso a un patio cerrado, en el
interior del cual se encontraba el altar de los sacrificios. Este patio estaba
adornado con un friso de dimensiones menores que el del exterior, que relataba
la vida del héroe Télefo, hijo de Hércules.
Manuales de Arte. Adaptado por R.R.C.
NOTA: Primera imagen descargada de Internet. Segunda foto del autor.