Cualquier lector atento de la Biblia habrá podido comprobar cuando llega al capítulo
sexto, en donde comienza la narración del conocido Diluvio Universal y que se
prolonga dos capítulos más, que en verdad no está leyendo una sola historia
del mismo suceso, sino, que en la práctica hay dos versiones entrelazadas y paralelas
entre sí, hasta el punto que podríamos separarlas y serían completas en sí
mismas, evidentemente escritas por autores distintos y juntadas finalmente por
un redactor que ha conservado ambos relatos, respetando lo que dice cada uno y
sin molestarse en limar las diferencias, o posibles contradicciones, que se
pudiesen encontrar. Una de ellas se identifica con el autor o autores de la
fuente J o yahvista, por referirse a Dios como Yahveh; y la otra con la fuente P
o sacerdotal, que siempre se refiere a la divinidad llamándola Dios (1). La
primera se encuentra más rica de colorido y de vida, mientras que la segunda es
más precisa, más pensada y sin adornos, que la hace más distante. También difieren
en detalles de lo que se narra, por ejemplo; P dice que el diluvio duró un año
de 370 días y J que fueron cuarenta días y cuarenta noches; P dice que Noé
envió un cuervo y J dice que fue una paloma, etc.
Fue una sorpresa general cuando en el siglo XIX se tradujo la tablilla 11, una de las que integran el Poema de Gilganesh descubierto en la biblioteca del rey Asurbanipal, y trasladado al Museo Británico. En la que se narraba un diluvio universal con sorprendentes coincidencias con el ya conocido a través de la Biblia. Parte de los estudiosos, digámoslo así, quedaron descolocados. Después de los primeros momentos se empezó a reconducir la situación planteada, en la que parecía que el pasaje bíblico perdía su originalidad y exclusividad. Sencillamente, se hizo necesario hacer un nuevo replanteamiento del tema a la luz de los nuevos descubrimientos. Hay que decir también, que el asunto del diluvio aparece en el principio de, prácticamente, todas las religiones de la Tierra, al igual que ocurre con la idea sobre la existencia de un paraíso terrenal, lo cual no es incompatible con el hecho de que los narradores bíblicos den a estos temas una dimensión diferente, y que sólo hallamos en la Biblia.
En excavaciones llevadas a cabo en ciudades de la antigua Mesopotamia durante el siglo XX se han hallado estratos que se corresponden con distintos períodos, y que señalan la presencia de capas de arcilla que indica importantes inundaciones, pero todas ellas tienen un carácter más o menos local y, lógicamente, nunca universal, pero sólo una de ellas, como advierte J. Pleiss, recogido por el profesor Lara Peinado en su libro Poema de Gilgamesh, tuvo que ser de tal magnitud, que diese lugar a la idea de un diluvio (para ellos universal), posiblemente con el desbordamiento de los ríos Tígris y Éufrates, que dio lugar a la formación de una leyenda de carácter mítico o religioso, que se reflejó en los textos mesopotámicos y que más tarde, recogida la creencia por Moisés, fue incorporada al Génesis.
El arqueólogo francés André Parrot, ya fallecido, centró su labor en lo que se ha venido llamando el “Creciente Fértil”, una amplia zona que abarca desde Egipto y la costa mediterránea de Asia hasta el Golfo Pérsico. Centralizó sus investigaciones en la ciudad sumeria de Mari, y es todo un experto en sumeriología. En una de sus obras señala que el parentesco de los distintos textos aparecidos en la antigua Mesopotamia con el texto bíblico sobre el diluvio es innegable. Y nos indica algunas de las semejanzas más destacadas, vamos a ello:
Génesis: Yahveh decide destruir la
humanidad a Causa de la maldad del hombre.Fue una sorpresa general cuando en el siglo XIX se tradujo la tablilla 11, una de las que integran el Poema de Gilganesh descubierto en la biblioteca del rey Asurbanipal, y trasladado al Museo Británico. En la que se narraba un diluvio universal con sorprendentes coincidencias con el ya conocido a través de la Biblia. Parte de los estudiosos, digámoslo así, quedaron descolocados. Después de los primeros momentos se empezó a reconducir la situación planteada, en la que parecía que el pasaje bíblico perdía su originalidad y exclusividad. Sencillamente, se hizo necesario hacer un nuevo replanteamiento del tema a la luz de los nuevos descubrimientos. Hay que decir también, que el asunto del diluvio aparece en el principio de, prácticamente, todas las religiones de la Tierra, al igual que ocurre con la idea sobre la existencia de un paraíso terrenal, lo cual no es incompatible con el hecho de que los narradores bíblicos den a estos temas una dimensión diferente, y que sólo hallamos en la Biblia.
En excavaciones llevadas a cabo en ciudades de la antigua Mesopotamia durante el siglo XX se han hallado estratos que se corresponden con distintos períodos, y que señalan la presencia de capas de arcilla que indica importantes inundaciones, pero todas ellas tienen un carácter más o menos local y, lógicamente, nunca universal, pero sólo una de ellas, como advierte J. Pleiss, recogido por el profesor Lara Peinado en su libro Poema de Gilgamesh, tuvo que ser de tal magnitud, que diese lugar a la idea de un diluvio (para ellos universal), posiblemente con el desbordamiento de los ríos Tígris y Éufrates, que dio lugar a la formación de una leyenda de carácter mítico o religioso, que se reflejó en los textos mesopotámicos y que más tarde, recogida la creencia por Moisés, fue incorporada al Génesis.
El arqueólogo francés André Parrot, ya fallecido, centró su labor en lo que se ha venido llamando el “Creciente Fértil”, una amplia zona que abarca desde Egipto y la costa mediterránea de Asia hasta el Golfo Pérsico. Centralizó sus investigaciones en la ciudad sumeria de Mari, y es todo un experto en sumeriología. En una de sus obras señala que el parentesco de los distintos textos aparecidos en la antigua Mesopotamia con el texto bíblico sobre el diluvio es innegable. Y nos indica algunas de las semejanzas más destacadas, vamos a ello:
Mesopotamia: los dioses deciden destruir la humanidad, a causa de sus faltas.
Génesis: Yahveh advierte a Noé, y le manda fabricar una nave.
Mesopotamia: Ea (Enki) advierte a Utnapishtim (Ziusudra) y le manda fabricar una Nave.
Génesis: este barco se llenará de animales, para que la raza sea conservada sobre la Tierra.
Mesopotamia: este barco se llenará de animales y de simiente de toda vida.
Génesis: el diluvio llega. Yahveh ha borrado a todos los seres que se hallaban en la superficie del suelo.
Mesopotamia: el diluvio llega. Toda la humanidad es devuelta al barro.
Génesis: Noé se da cuenta de la baja de las aguas soltando aves (cuervo, paloma).
Mesopotamia: Utnapishtim se da cuenta de la baja de las aguas soltando aves (paloma, golondrina, cuervo).
Génesis: Noé edifica un altar y ofrece un sacrificio a Yahveh.
Mesopotamia: Utnapishtim ofrece un sacrificio a los dioses.
Génesis: Yahveh aspiró el olor agradable.
Mesopotamia: los dioses sintieron el buen olor.
Génesis: Yahveh cesa de maldecir a los hombres (fuente J).
Mesopotamia: Enlil se reconcilia con Utnapishtim.
Génesis: Yahveh bendice a Noé y a sus hijos (fuente P).
Mesopotamia: Enlil bendice a Utnapishtim y a su mujer.
Las semejanzas no dejan lugar a dudas.
Ahora cabría preguntarse: ¿Qué narración sirvió de base a la otra? La respuesta
es sencilla: la más antigua, o sea, la sumero-babilónica, ya que la bíblica es
bastante posterior, la fuente J fue escrita hacia el siglo VIII y la fuente P,
como muy pronto, en el VI, ambas anteriores a Cristo. Mientras que las versiones
mesopotámicas más antiguas se remontan al tercer milenio antes de nuestra era. Como
dice Parrot, esta cuestión puso nerviosos a ciertos exégetas por si pudiese
afectar a la doctrina de la inspiración divina, pero no tiene porqué, pues
queda salvaguardada si consideramos que el relato bíblico del diluvio, nos
ofrece la versión israelita de una tradición mesopotámica, y que ha sido
utilizada por los escritores bíblicos a la luz de su religión monoteísta.
Bastaría recordar que los patriarcas, empezando por Abraham, emigraron desde
Mesopotamia a Canaán, pudiendo llevar con ellos esta historia del diluvio y
otras que aparecen en los primeros once capítulos del Génesis, y que los escritores
hebreos nunca ocultaron esta realidad. Génesis: Yahveh advierte a Noé, y le manda fabricar una nave.
Mesopotamia: Ea (Enki) advierte a Utnapishtim (Ziusudra) y le manda fabricar una Nave.
Génesis: este barco se llenará de animales, para que la raza sea conservada sobre la Tierra.
Mesopotamia: este barco se llenará de animales y de simiente de toda vida.
Génesis: el diluvio llega. Yahveh ha borrado a todos los seres que se hallaban en la superficie del suelo.
Mesopotamia: el diluvio llega. Toda la humanidad es devuelta al barro.
Génesis: Noé se da cuenta de la baja de las aguas soltando aves (cuervo, paloma).
Mesopotamia: Utnapishtim se da cuenta de la baja de las aguas soltando aves (paloma, golondrina, cuervo).
Génesis: Noé edifica un altar y ofrece un sacrificio a Yahveh.
Mesopotamia: Utnapishtim ofrece un sacrificio a los dioses.
Génesis: Yahveh aspiró el olor agradable.
Mesopotamia: los dioses sintieron el buen olor.
Génesis: Yahveh cesa de maldecir a los hombres (fuente J).
Mesopotamia: Enlil se reconcilia con Utnapishtim.
Génesis: Yahveh bendice a Noé y a sus hijos (fuente P).
Mesopotamia: Enlil bendice a Utnapishtim y a su mujer.
(1) En otra
entrada de este mismo Blog fechada en abril de 2013 titulada “El Pentateuco”,
encontrará el lector, si lo desea, una explicación más detallada sobre el tema
de las distintas fuentes que componen los cinco primeros libros de la Biblia.
R.R.C.