Fue realizada con una fina lámina de oro
repujado, con el objeto de transmitir a la posteridad la fisonomía real, sin
idealización alguna de una persona concreta, posiblemente un príncipe, o un
importante y prestigioso guerrero. Sin ningún tipo de concesión a la hora de
reflejar los duros rasgos que presentaba su rostro; en el que destacan los
grandes ojos cerrados y almendrados, cejas prominentes, y poblado con una densa
barba que llegaba a la altura de su cuidado bigote. Esta máscara forma parte de
una de las cinco descubiertas en el círculo denominado Tumbas A, y más
exactamente se encontraba sobre la cara de un cuerpo sepultado en la Tumba V.
Las máscaras funerarias las podríamos considerar como las mejores piezas
localizadas en estos enterramientos y, entre ellas, se podría destacar ésta. En
fin, conocida como máscara de Agamenón que no es de Agamenón. Paradojas de la
Historia.
R.R.C.
NOTA: Foto del autor