Es un óleo
sobre lienzo realizado por Wassily
Kandinsky en 1928. Se encuentra expuesto en el Museo Guggenheim de Nueva
York, con un formato cuadrado ya que presenta unas medidas de 144X144 centímetros. Es
un claro ejemplo de pintura abstracta, en donde el autor se ha desprendido de
la imposición de representar a la naturaleza tal y como la vemos, ha dejado de
ser un fiel seguidor de la misma. Nos hallamos ante un impulsor del primer
movimiento significativo de arte abstracto no figurativo, de la abstracción
pura, absolutamente vanguardista y sin concesiones a los movimientos artísticos
anteriores, especialmente al realismo, que todavía conservaba su parcela en el
mundo artístico en estos comienzos del siglo XX y que, por otra parte, siempre
ha tenido, desde que aquellos maestros florentinos, y otras ciudades italianas y
del norte de Europa, lograron dominar con sus pinceles la naturaleza, en esa
etapa artística que todos conocemos como Renacimiento.
El artista dispone de dos medios para
expresarse: el color y la forma. La segunda, en sentido estricto, no es más que
la delimitación de una superficie por otra, que además, es la expresión de un
contenido interno, según nos informa el propio autor. Precisamente, los
círculos son una de las formas preferidas por él, como algo completo y símbolo
celeste. Sobre una superficie plana e imprecisa, que provoca la sensación de
infinitud en el espectador, podemos ver varios círculos que se distribuyen por
ella de manera desigual, de distintos tamaños y colores, que parecen flotar en
el espacio, como si de astros luminosos se tratase. Los círculos se superponen
unos con otros. Se transparentan y dejan ver, a la vez que modifican
sutilmente el color de terceros que se encuentran pintados debajo. Entre
todos destaca el gran círculo negro, que se encuentra sobre otro aún mayor de
color violáceo, que nos recuerda al típico eclipse de cuando la Luna se
interpone entre el Sol y la Tierra. Pero nos hace dudar de su color el hecho de que tiene transparencia, ya que nos deja ver otros tres círculos menores que
cubre en parte. Respecto a la gama cromática, prefiere los tonos cálidos para
los círculos más pequeños, mientras que se reserva los tonos considerados fríos
para los más grandes.
Por lo tanto, toda la fuerza expresiva se concentra en las formas; en este caso el círculo, una de las favoritas para el
autor; y en los colores, que al igual que las formas, no ofrecen relación
alguna con la realidad observable. Esta pintura es autónoma y no presenta
conexión de ningún tipo con el mundo natural. Lo único artístico y lo único
esencial es que el artista, a través de la armonía de los colores y de las formas,
es decir, de la obra de arte, haga vibrar adecuadamente el alma humana, es lo
que Kansdisky denomina en su libro De lo
espiritual en el arte: “principio de la necesidad interior”. Ésta
necesidad nace de tres causas místicas: en primer lugar, todo artista debe
tener su propia personalidad y expresar lo que le es propio; segundo, como hijo
de su época ha de expresar lo que es propio en esa época; y por último, ha de
expresar lo que es propio al arte en general, sin concesiones espaciales ni
temporales.
R.R.C.