Para darnos una
idea de lo complicada que es la escritura jeroglífica, hubo que esperar al primer tercio del XIX, y
que Dios creara a Champollion y dijera: “hágase la luz”, y hubo luz sobre estos
misteriosos signos y dibujos, que
gracias a su tenacidad, esfuerzo, y sabiduría nos puso 3000 años de historia
delante de nuestros incrédulos ojos.
El punto de
partida para la comprensión de esta escritura lo expone Champollion en esta,
podríamos decir, genial observación: “La escritura jeroglífica es un sistema
complejo, una escritura que es a un tiempo figurativa, simbólica y fonética en
un mismo texto, en una misma frase, casi diría en una misma palabra”. Para
entender esta afirmación, lo mejor es seguir el ejemplo que pone Chistian Jacq en su libro El enigma de la piedra. La representación de un pato en la escritura jeroglífica
se podría traducir simplemente por lo que vemos, es decir, pato. En este caso
la escritura es figurativa. Ahora bien, cuando el ave está acompañada por el
signo del sol, en un epíteto referido al faraón, la traducción ya no es pato,
sino hijo del sol. En este caso el pato significa hijo, que no tiene nada que
ver con el ave y, por tanto la escritura jeroglífica es en este caso simbólica.
Nuestro pato puede actuar también como un sonido: sa. Por lo que ya no se puede
traducir como pato, o hijo y puede servir para escribir palabras que contengan
el sonido sa, por ejemplo, masa. En
este caso la escritura egipcia es fonética.
En consecuencia, al aparecer el
pato de la imagen junto al disco solar que se identificaba con Ra, se leería:
El hijo de Ra”.
R.R.C.