En la
galería de Apolo del Museo del Louvre, de París, se encuentra expuesto al
público uno de los diamantes más grandes y famosos del mundo, propiedad del
Estado francés, e inexplicablemente los ladrones pasaron de esta valiosa pieza
en su atraco cometido, concretamente, en esta galería del museo, cuando robaron
otras piezas de gran valor, pues la fiscalía francesa habla de más de 80
millones de euros, sin contar su importancia histórica, además, en su huida se
les cayó la obra más atractiva que era la corona de la reina Eugenia de
Montijo, esposa del emperador Napoleón III, que sufrió daños en su caída.
Aunque lo robado tiene una gran tasación, estas dos joyas: la que dejaron y la
que perdieron eran las más valiosas de todas. Esto sucedió el domingo, 19 de
octubre de 2025, en el museo más visitado del mundo cuando estaba abierto al
público. Algunos dicen, que parecía un robo de película. Sin embargo, en filmes
que he visto yo de robos en galerías famosas me han parecido más complicados y
sofisticados en el cine que en la realidad.
Centrándonos ahora en El Regente,
el diamante que da título a esta entrada, tiene un peso que sobrepasa los 140
quilates (con Q, aunque muchos lo escriben con K), presenta una gran color,
es decir, blancura y transparencia, facetado en forma de cojín,
para lo cual un tallador profesional le dedicó más de dos años, con la
intención de obtener el mayor brillo posible. También carece de inclusiones, y
un pequeño defecto que tenía en la superficie siendo una piedra en bruto fue
eliminado en la talla.
La historia de esta piedra se conoce
razonablemente bien. Su cronología comienza a finales del siglo XVII cuando un
esclavo encontró un diamante en una mina de la India que pesaba 410 quilates en bruto (recuerdo
que 5 quilates pesan un gramo), luego su peso total era de 82 g, pero en la
talla quedó reducido a lo que es hoy. De los pequeños trozos que sobraron se
hicieron otros diamantes más pequeños. El esclavo, conocedor del gran valor de
su hallazgo, se autolesionó en su pierna para ocultar en el vendaje de su
herida la supervisión de los vigilantes de la mina. Hizo un trato con un
capitán inglés, ofreciéndole la mitad de lo que diesen por la venta de la piedra
cambio de que lo llevase en barco a Madras. El británico lo asesinó y lo tiró
por la borda, y el solo se quedó con todo lo conseguido en la transacción, que
utilizó para llevar una existencia de borracheras y excesos que acabaron con su
vida. Más tarde un gobernador británico lo envió oculto a Londres, para, que,
finalmente a principios del siglo XVIII el duque de Orleans regente de Francia lo
adquirió para la corona. A partir de este momento, el diamante fue usado por
Luis XV, Luis XVI, María Antonieta y Napoleón Bonaparte para engastarlo en la
empuñadura de su espada.
A partir de aquí, en la Revolución
francesa fue robado y recuperado. También fue utilizado en el siglo XIX por Luis
XVIII, Carlos X, Napoleón III y la emperatriz Eugenia de Montijo como adorno.
Durante la II Guerra Mundial, cuando los Nazis tomaron Francia lo buscaron,
pero no lo hallaron. Y en el Louvre se encuentra actualmente.
R.R.C.




























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