En mis repetidas visitas realizadas al Museo Británico de Londres,
siempre he dejado un hueco temporal, para pasear por las galerías donde están
expuestos los relieves asirios del palacio de Absurbanipal, en la antigua
ciudad de Nínive. La mayoría de las escenas corresponden a este rey practicando
su deporte favorito: la caza de leones, bien en campo abierto, a pesar de no
haber representación de paisaje alguno, bien en un espacio controlado que
sugiere que debía de haber presencia de espectadores (al menos, eso me parece a
mí). Por supuesto, estos bajorrelieves han perdido toda la policromía que
debieron tener hacia mediados del siglo VII a. C. No obstante, todavía podemos admirar
su belleza y calidad sobre la piedra caliza o yeso en la que están
representados.
Lo primero que se le viene a uno a la cabeza es el objetivo
propagandístico de la figura del rey que debieron tener, y cómo este se
convertía en el mejor defensor del pueblo al que tenía sometido, protegiéndolo
de semejantes fieras, símbolos de la malignidad, brutalidad y el caos. La
fuerza y la musculatura es lo que más se ensalzan en todas estas escenas, de
hecho, sus músculos destacan como si no tuvieran piel. Por otra parte, los
animales exteriorizan sentimientos o emociones de dolor y rabia por verse cazados
y moribundos (algunos ya aparecen directamente muertos), e incluso vomitan
sangre o arrastran sus patas traseras para no desfallecer, ya que una flecha en
el sitio exacto se las ha paralizado: la famosa leona herida, por ejemplo, de
la que hay otra entrada en este blog.
Son figuras muy realistas, aunque como es normal en el arte antiguo
mesopotámico o egipcio, la imagen del rey aparece exhibida a mayor tamaño,
además, no figura representación de espacio alguno, ni natural ni
arquitectónico, aunque esto no resta para que, en algunos casos, superponer
figuras y ofrecer una cierta perspectiva.