El Doríforo, como la mayor parte
de las esculturas de Policleto, era de bronce, trabajado por técnica de
fundición. Las copias que se conservan son en mármol (Museos de Atenas,
Nápoles, El Vaticano, etc.). Fue realizada hacia el 450-440 a. J.C.
aproximadamente y su tamaño es de 2'12 m.
Representa a un joven atleta en marcha acompasada, con movimiento armonioso. Es una de las obras en donde mejor se plasma el canon de Policleto (principios teóricos formulados por el gran maestro de Argos en un libro desgraciadamente perdido, llamado precisamente "Kanon"). Hay quien afirma que representa a Aquiles. En el pensamiento de Policleto, el dedo era la unidad, pero aún mejor la cabeza, medida desde el mentón hasta el arranque del cabello. En el Doríforo la altura total cuenta ocho cabezas. Esta relación armónica de unas partes con otras es lo que se llamaba symetria. Todo es tensión armoniosa y relación perfecta y buscada de todas las partes del cuerpo. La figura del joven atleta se nos presenta en actitud serena, casi heroica, perfecta, con una leve sonrisa en el rostro y mirada perdida, es un canto, una exaltación del cuerpo humano, que para los escultores griegos era la expresión de máxima belleza.
También
es novedoso el modo de mover la figura, conforme a la fórmula del contraposto o contrabalanceo: el uso del
bronce facilita el sostenimiento de la figura, que se apoya en un solo pie. El
brazo izquierdo, el que porta la lanza, está doblado, de suerte que se dispone
un escorzo y la figura gana en profundidad. El brazo derecho, en oposición, cae
verticalmente. Sin embargo, en las extremidades inferiores, la pierna derecha
es la que recibe toda la carga, y la izquierda está libre, de suerte que es la
que avanza. La cabeza, asimismo, se desvía hacia la izquierda del espectador.
En
medio de todas estas innovaciones, Policleto respeta y reafirma el principio
tradicional de que toda estatua debe ofrecer al espectador un punto de vista
principal, desde donde el contorno pueda ser observado en toda su belleza, y las
líneas verticales, horizontales y oblicuas revelen con absoluta limpieza la
armonía de su composición. Este punto de vista, naturalmente, se encuentra
frente a la estatua.
Su
gusto por las cuestiones geométricas, hacen que en el Doríforo las curvas del
pliegue inguinal y del arco torácico sean segmentos de circunferencias cuyos
centros coinciden con el ombligo; la forma esférica de su cabeza, ha hecho
recordar, que Platón en el Timeo,
aventura la hipótesis de que los dioses habían dado esa forma a la porción más
noble del ser humano como imagen de la figura del Universo. El pelo que recubre
el cráneo se ciñe a él en pequeños bucles dispuestos con un elevado sentido
ornamental, pero sin interrumpir en ninguna parte su perfecto contorno
esférico; en fin, la vertical que divide la cara por su centro se compone de
tres segmentos iguales: uno de ellos corresponde a la frente, otro a la nariz,
y el tercero, a la región de la boca hasta el mentón. Piensa
que lo bello consiste “en la relación de un dedo con otro y la de todos ellos
con el metacarpo y el carpo, y de estos con el antebrazo y en la del antebrazo
con el brazo, así hasta concertar el total de las medidas”.
Por
todo ello, algunos autores han tildado esta obra como demasiado pesada y no
exenta de cierta robustez, además, de ser una obra que estaría dentro de los
límites de la frontalidad de los kuroi. Aún mantiene
algún resabio de arcaísmo: está tallado con rudeza, los pectorales son planos y
las líneas de la cintura y de la cadera están muy marcadas; en fin, la
imperfección de lo perfecto. Sin embargo, el Doríforo se identificará plenamente
con el Canon y será el prototipo de belleza, de medida y de armonía eterna.
Para Lisipo, escultor del siglo IV a. de J.C. el Doríroro, junto con la
naturaleza, eran las dos únicas fuentes de inspiración que reconocía, así lo
hizo evidente en su conocida obra: el Apoxiómeno.
Manuales de Arte. Adaptado por R.R.C.