lunes, 2 de septiembre de 2013

Fredegunda

     Neustria fue un reino de la época merovingia que comprendía la región noroeste de la actual Francia y su capital era Soissons. La protagonista de nuestra historia fue una bella joven franca de origen humilde que vivió en el siglo VI de nuestra era, y llegó a ser reina de este estado después de cometer una serie de asesinatos con tal de alcanzar el poder y dejar a su hijo de heredero. La conocida frase de Maquiavelo “el fin justifica los medios” alcanza su máximo exponente en esta terrible biografía, que bien se podría convertir en una película de cine negro.
     Su lugar de nacimiento parece ser que fue Montdidier al norte de Francia hacia el año 545. En sus comienzos fue una empleada de palacio al servicio de la que entonces era la reina y  primera esposa de Chilperico I de Neustria, pero pronto se le metió en la cama convirtiéndose en su amante, aprovechando con gran habilidad su belleza para empezar su carrera política: de alcanzar el trono en primer lugar; y dejar a un hijo suyo de heredero cuando tuviera ocasión. Ambas cosas consiguió utilizando con gran maestría el engaño, la traición y el asesinato, sin ningún tipo de escrúpulo ni remordimiento, pues el sentimiento de culpa no iba con ella, simplemente le era ajeno a su personalidad fría y calculadora, típica de una psicópata desarmada. De esta mujer de baja extracción se apoderó una gran ambición, que le hizo no detenerse ante nada y sobre todo ante nadie. Consigue al fin, que en el año 567 el rey repudie a su esposa Audovera de la que ella era su criada, aunque en esta actuación real también pesaron otras razones de tipo político. Pero Fredegunda tuvo que esperar, todavía no había llegado su momento.
     Chilperico se casa con una hija del rey visigodo de España llamada Galswinta, ¡vaya nombres! Lógicamente, este nuevo matrimonio no gustó para nada a Fredegunda, pero continuó de concubina real y siguió influyendo en el monarca para que esta unión no llegara muy lejos. Con sus continuas injerencias consiguió acabar con la paciencia de la nueva reina, que le pide a su marido romper el matrimonio y regresar a España. No hizo falta, a los pocos meses apareció estrangulada en su cama. Gregorio de Tours,  un obispo del siglo VI y por lo tanto contemporáneo a los hechos que aquí se exponen escribió: “el rey lloró amargamente su muerte y a los pocos días se casó con Fredegunda”. La pregunta que cabría hacerse ante esta muerte es la siguiente: ¿quién fue la persona que más se benefició de ella? En fin, todas las sospechas recayeron en el rey y su concubina.
     Conseguido su primer objetivo de convertirse en la esposa del rey de Neustria empieza a ejercer como ella sabía, utilizando el asesinato como medio de actuación política. Su marido tuvo un enfrentamiento con el rey del estado vecino, en cuyo origen estaba, precisamente, la muerte de su antecesora en el cargo, pues bien, ella contrató a dos sicarios para que lo asesinaran, como así hicieron. La actuación criminal de la reina no había hecho nada más que empezar.
     Hay que recordar que la primera esposa del rey continúa viva y había tenido tres hijos con él, que serían los legítimos herederos al puesto paterno, cosa que Fredegunda no estaba dispuesta a consentir. Decide acabar con la ex reina Audovera y sus tres hijos, para allanar el camino al trono de un descendiente suyo. Empieza la serie de asesinatos con el hijo mayor que se llamaba Meroveo, y que fue víctima de una emboscada provocada por su propia gente, pero una de las hipótesis es que murió asesinado por hombres contratados por la reina. Poco tiempo después fallecieron sus dos hermanos menores, y la antigua reina fue asesinada en el convento en el que se encontraba recluida tras ser repudiada por su marido.
     El problema al que tuvo que enfrentarse ahora Fredegunda es a la muerte prematura de sus propios hijos y, por lo tanto, aunque el camino para la sucesión real lo tenía despejado, se encontró con este inconveniente. Incapaz de comprender el problema, pues morían de enfermedades infecciosas, muy comunes en aquella época, pensó que podía tratarse de un castigo divino. Motivos desde luego tenía, si tenemos en cuenta como actuaba. Para tratar de remediarlo, otorgó importantes cantidades de dinero a la iglesia, con el objetivo de aplacar la ira de Dios contra su descendencia. Tampoco se olvidó de perseguir la brujería, por si acaso sus hijos estaban siendo víctimas de algún tipo de maleficio.
     Al fin, en el año 584 nace un hijo que le sobrevivirá, el futuro rey franco Clotario II. Precisamente, ese mismo año su marido, al que por lo visto ya no necesitaba, muere asesinado a puñaladas al descender de su caballo cuando venía de una jornada de cacería. ¿Quién era la más beneficiada por esta nueva muerte violenta? La respuesta es evidente: Fredegunda. Pues muerto Chilperico ella se convertiría en regente y su hijo se encontraba allanado el camino de la sucesión. Además, tenía un amante de Neustria llamado Landry, que lo nombraría su lugarteniente y corría el riesgo de ser descubierta por su marido. Si a este espinoso asunto añadimos que era probable que fuese el padre de su hijo, qué más necesitamos saber para suponer que desearía la desaparición de su esposo. Otra hipótesis, es que la muerte del rey también era deseada por la reina de Austrasia, hermana de su segunda mujer que apareció estrangulada, y el asesino que huyó pudo estar al servicio de su ex cuñada.
     Como no estaba claro que el hijo de Fredegunda lo fuese también del rey, pues había quién se lo atribuía a su amante, por otra parte, algo perfectamente plausible, hizo llamar a trescientos obispos y grandes señores para que jurasen que era hijo de Chilperico, como así hicieron y despejaron la vía sucesoria. ¿Qué resultado hubiese deparado la prueba de ADN, de haber existido entonces?
     Su lista de asesinatos podría haber sido más larga de no haber tenido algún fracaso en sus maléficos planes. No fue así, cuando intentó eliminar al obispo de Rouen, Pretextato, hombre afable y de gran corazón, sencillamente porque no le caía bien, y según ella le había traicionado. Él mismo la responsabilizó de su asesinato, después de ser apuñalado en el interior de su iglesia por sicarios suyos. Como no murió en este primer intento, envió a sus médicos con el pretexto de curarle, para que lo rematasen, y así ocurrió. Como el rey de Borgoña no aprobó este nuevo asesinato, le entregó al asesino que estaba a su servicio para que fuese torturado y ejecutado. Así sucedió. Pero la historia no acaba aquí, pues fue acusada por un noble de estar detrás de la muerte del obispo, ésta le invita a beber una copa de despedida, ya que tenía que irse, y al instante cae fulminado por el veneno que ingiere.
     Bien, además del hijo ya mencionado, la reina tenía otra hija, por la que, evidentemente, sentía menos predilección. Se llamaba Rigonda y las discusiones entre ellas eran el pan de cada día, a su vez, su hija la acusaba de roñosa. Un día, le pide que la acompañe a una habitación en donde guardaba un cofre lleno de riquezas, para ofrecerle lo que ella quisiera. Mientras estaba agachada para ver lo que le gustaba, su madre dejó caer la tapa sobre su cabeza y la presionó contra ella, al final desistió y no la mató, pero el escarmiento fue tremendo.
     Entre sus asesinatos frustrados hay que poner en su haber el del rey de Borgoña. Lo consigue con el rey Childeberto II de Austrasia, que muere envenenado con tan sólo veinte y seis años, se sospecha de su autoría porque ya lo había intentado otras veces, aunque hay otras hipótesis. Al fin, la muerte le alcanza a ella en el 597 en su residencia de París. Muere en su cama y de forma natural a los cincuenta y dos años de edad por disentería, una enfermedad habitual en aquella época que no tenía remedio. Queda como heredero al trono su hijo Clotario II con tan solo trece años. Sueño cumplido. ¿O debería decir pesadilla?
     R.R.C.
Pintura en la que aparece Pretextato en su lecho acusando a Fredegunda de su intento de asesinato