jueves, 30 de octubre de 2025

EL DIAMANTE ROSA MÁS BONITO DEL MUNDO

     En principio, quiero advertir que el color rosa en general es muy escaso en la naturaleza, y escasísimo en los diamantes en particular que alcancen la categoría de gemas, e insignificante con un tamaño suficiente que se puedan emplear. Este es el caso que nos ocupa, que presentaba un peso en bruto que no alcanzaba los 24 quilates, y una vez tallado ha quedado reducido a unos 10 quilates y medio (poco más de 2.1 g). Fue descubierto en 2019 en una mina de Botsuana, y hace unos pocos años fue valorado en unos 35 millones de euros.

     Su grado de pureza es máximo, que añadido a su color lo convierten en una piedra más insólita si cabe. Presenta una forma mixta, es decir, una talla entre cojín y esmeralda, lo cual maximiza el brillo de la gema que les llevó medio año. Sobre su color, las primeras investigaciones apuntaban a la presencia en manganeso en su red cristalina; al igual que se sabe que el nitrógeno está presente en los diamantes amarillos y el boro en los azules. En una investigación más a fondo se cree que su color se debe a distorsiones en su red cristalina, por el exceso de calor y presión en la formación del diamante y su salida a la superficie, luego su tonalidad es consecuencia de una deformación en la red cristalina del carbono puro del que está formado, y no a la presencia de otros elementos como ocurre en otros diamantes de colores.

     En fin, es lo que ocurre cuando la naturaleza y el hombre van de la mano. Cada uno hace su parte y el resultado es una pieza de enorme belleza.

      R.R.C.

 

sábado, 25 de octubre de 2025

EL DIAMANTE REGENTE

 

     En la galería de Apolo del Museo del Louvre, de París, se encuentra expuesto al público uno de los diamantes más grandes y famosos del mundo, propiedad del Estado francés, e inexplicablemente los ladrones pasaron de esta valiosa pieza en su atraco cometido, concretamente, en esta galería del museo, cuando robaron otras piezas de gran valor, pues la fiscalía francesa habla de más de 80 millones de euros, sin contar su importancia histórica, además, en su huida se les cayó la obra más atractiva que era la corona de la reina Eugenia de Montijo, esposa del emperador Napoleón III, que sufrió daños en su caída. Aunque lo robado tiene una gran tasación, estas dos joyas: la que dejaron y la que perdieron eran las más valiosas de todas. Esto sucedió el domingo, 19 de octubre de 2025, en el museo más visitado del mundo cuando estaba abierto al público. Algunos dicen, que parecía un robo de película. Sin embargo, en filmes que he visto yo de robos en galerías famosas me han parecido más complicados y sofisticados en el cine que en la realidad.

     Centrándonos ahora en El Regente, el diamante que da título a esta entrada, tiene un peso que sobrepasa los 140 quilates (con Q, aunque muchos lo escriben con K), presenta una gran color, es decir, blancura y transparencia, facetado en forma de cojín, para lo cual un tallador profesional le dedicó más de dos años, con la intención de obtener el mayor brillo posible. También carece de inclusiones, y un pequeño defecto que tenía en la superficie siendo una piedra en bruto fue eliminado en la talla.

     La historia de esta piedra se conoce razonablemente bien. Su cronología comienza a finales del siglo XVII cuando un esclavo encontró un diamante en una mina de la India  que pesaba 410 quilates en bruto (recuerdo que 5 quilates pesan un gramo), luego su peso total era de 82 g, pero en la talla quedó reducido a lo que es hoy. De los pequeños trozos que sobraron se hicieron otros diamantes más pequeños. El esclavo, conocedor del gran valor de su hallazgo, se autolesionó en su pierna para ocultar en el vendaje de su herida la supervisión de los vigilantes de la mina. Hizo un trato con un capitán inglés, ofreciéndole la mitad de lo que diesen por la venta de la piedra cambio de que lo llevase en barco a Madras. El británico lo asesinó y lo tiró por la borda, y el solo se quedó con todo lo conseguido en la transacción, que utilizó para llevar una existencia de borracheras y excesos que acabaron con su vida. Más tarde un gobernador británico lo envió oculto a Londres, para que finalmente a principios del siglo XVIII el duque de Orleans, regente de Francia, lo adquirió para la Corona. A partir de este momento, el diamante fue usado por Luis XV, Luis XVI, María Antonieta y Napoleón Bonaparte para engastarlo en la empuñadura de su espada.

      A partir de aquí, en la Revolución francesa fue robado y recuperado. También fue utilizado en el siglo XIX por Luis XVIII, Carlos X, Napoleón III y la emperatriz Eugenia de Montijo como adorno. Durante la II Guerra Mundial, cuando los Nazis tomaron Francia lo buscaron, pero no lo hallaron. Y en el Louvre se encuentra actualmente.

       R.R.C.


viernes, 17 de octubre de 2025

JESUCRISTO SOBRE UN PAN DE COMUNIÓN


      En la antigua ciudad romana y más tarde bizantina de Irenópolis, en la región de Cilicia situada en la actual Turquía, un grupo de arqueólogos de este país ha llevado a cabo un descubrimiento de cinco hogazas carbonizadas de unos 1300 años de antigüedad. Lo más significativo es que en una de ellas aparece una imagen de Jesucristo como un agricultor que está sembrando la tierra, lo que supone una representación de Cristo muy alejada de lo habitual, aunque hay que tener presente, que en siglos anteriores se le personificó como  pastor, con una oveja sobre sus hombros, o cuidando un rebaño. Los evangelios sinópticos narran en una parábola de como un sembrador esparce la semilla, tal y como vemos en este pan redondeado con una inscripción griega antes de ser horneado a su alrededor, que según he podido averiguar de un especialista expresa: "Con nuestro agradecimiento al Bendito Jesús".  En las otras cuatro hogazas aparece impresa la cruz de Malta, muy utilizada en la Edad Media.

     Parece evidente que nos encontramos con panes de comunión para realizar la eucaristía, luego tendrían un fin eucarístico, de una comunidad cristiana con una economía agrícola, muy alejada de la ortodoxia oficial del momento, ya que coincide con la época de revueltas iconoclastas, en la que se prohibía representar imágenes tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. También podemos deducir, que esta imagen de Jesús es una expresión de fe y agradecimiento, por los frutos que estas humildes gentes, que con su labor, obtenían de la tierra para su manutención.

      R.R.C.

jueves, 16 de octubre de 2025

CENTÉN SEGOVIANO DE 1609 (LA MONEDA MÁS CARA DE ESPAÑA)

     Próximamente se va a subastar por Numismatica Genevensis SA el centén segoviano de 1609 que vemos en la imagen, con un precio de salida de 2 millones de euros, el valor más alto en el que se ha valorado una moneda española en toda la historia. Es una pieza de oro de más de siete cm de diámetro y unos 340 g de peso, lo cual la convierte en una de las monedas más grandes del mundo. Solo se han emitido 8 ejemplares de la misma, aunque también hubo ediciones en 1623 y 1633.  Asimismo, hay que tener presente que fue elaborada artesanalmente, además de que la ceca de Segovia contaba para realizar sus acuñaciones con los medios más avanzados de su tiempo.

     Esta pieza legendaria presenta un estado de conservación excepcional, ya que no se acuñó para su circulación, nadie iba de compras con ella en el bolsillo. Poseer alguna de estas monedas era un signo de prestigio, con la que los gobiernos gratificaban a personajes influyentes, poderosos, nobles, etc. En escritura latina, muestra en su anverso la leyenda: PHILIPPVS • III • D • G • (Philippus III Dei Gratia), o sea, Felipe III por la Gracia de Dios. Y en su reverso: HISPANIARVM • REX • 1609 •, es decir: Rey de las Españas en 1609. Pese a que no se ve en la imagen, también lleva grabada en su canto la leyenda de su anverso, en la que vemos el escudo de los territorios de la Monarquía Hispánica, el valor de la pieza (100) centenes, y al igual que en la otra cara, rodeada de una grafila dentada y un listel (un filete) para protegerla. La cruz de Jerusalén aparece en su reverso.

     Por último, se denominó escudo a una unidad monetaria de oro, precisamente por lucir un escudo en una de sus caras, desde los tiempos de Felipe II en el siglo XVI hasta los de Fernando VII en el siglo XIX, con un peso de 3,4 g equivalente a 16 reales de plata de casi el mismo peso. Luego una moneda de 100 escudos, un centén, tenía un peso de unos 340 g, lo que la convertía en una insignia de poder y respeto.

      R.R.C.